D
ebo, ante todo, expresar mi más vivo agradecimiento a esta Universidad que hoy nos acoge por la concesión y entrega en mi persona de su Medalla de Honor, que recibo con gran ilusión y particular satisfacción.
El solemne inicio del curso universitario nos brinda cada año la grata oportunidad de reunirnos con la comunidad académica en un acto que la Corona considera debe estar marcado por el reconocimiento y el estímulo de la sociedad española a su Universidad.
La comunidad académica aquí reunida -Rector, profesores, alumnos y personal de administración y servicios- simboliza al resto de las Universidades españolas.
A todas, y a cada una de ellas, deseo dirigir un doble mensaje: de especial gratitud por su importante labor, y de apoyo y aliento ante las nuevas tareas que habrán de afrontar en el curso académico que hoy se inicia.
Sabed que compartimos vuestra ilusión y empeño en trabajar por una Universidad mejor cada día. Una Universidad sin la que no podrían explicarse los logros cosechados por España en las últimas décadas, y la fe que depositamos en el futuro de nuestro país.
Compartimos vuestros afanes e ilusiones y nos declaramos comprometidos con el desarrollo de nuestras Universidades.
Este año, nuestra democracia, producto del esfuerzo de una sociedad que ansiaba la libertad, desde la concordia y el respeto a su pluralidad y diversidad, celebra las bodas de plata de su Carta Magna.
El considerable desarrollo económico y social de España en estos veinticinco años, fruto de un trabajo colectivo, no hubiera sido posible sin un marco constitucional en el que tenemos cabida todos los españoles, que asegura nuestra estabilidad y que nos dota de sólidas instituciones democráticas.
Es mucho lo que hemos avanzado en la tarea de construir una España moderna y abierta, que se distingue por su dinamismo y su espíritu de solidaridad. Demuestra la vitalidad de un país que, respondiendo a los valores del esfuerzo, la ilusión y la generosidad, está empeñado en seguir progresando en todos los ámbitos.
En las importantes transformaciones vividas por la sociedad española destaca la labor de la institución universitaria, que vió consagradas en nuestro texto constitucional dos libertades esenciales para su desarrollo: la libertad de cátedra y la que define su autonomía, unas aspiraciones íntimamente ligadas a su Alma Mater.
La Universidad no transmite sólo conocimientos y métodos para profundizar en el saber, sino también unos valores y principios básicos para el desarrollo de toda sociedad en libertad.
Por ello, la Universidad no puede hoy entenderse al margen de su proyección social, con la que actualiza su vocación e historia milenarias.
Una proyección social que se manifiesta, ante todo, en la formación de personas capaces de impulsar la España del mañana y de contribuir al desarrollo social y al bienestar colectivo, así como de promover los valores democráticos en un marco de convivencia pacífica, de integración y solidaridad.
El mundo al que pertenecemos como españoles tiene en Europa una de sus referencias esenciales. Y vivimos una etapa decisiva de la integración europea que aspira a ampliar y profundizar su construcción política, económica y social.
Continúa la edificación de una Europa que forzosamente será la Europa de la ciencia y la educación.
Esos dos polos serán las piedras angulares de la construcción del llamado "Espacio Europeo de Educación Superior", una tarea esencial de cara al futuro que nos obliga a volcar nuestros mejores esfuerzos y a asumir importantes responsabilidades.
Las sucesivas Declaraciones de la Sorbona, de Bolonia, de Praga y la más reciente de Berlín, establecen las bases para potenciar la Europa del conocimiento, acercando los sistemas universitarios de los Estados, desde el convencimiento de que la mayor extensión y calidad de la Enseñanza Superior resultan factores decisivos para el futuro de nuestros ciudadanos.
Estas Declaraciones reflejan la firme voluntad de crear un verdadero espacio común para la educación en el que podamos compartir nuestras dimensiones intelectuales, culturales, científicas y tecnológicas, como europeos.
La Europa de la educación que estamos construyendo exigirá también poder compartir a sus principales protagonistas: estudiantes, investigadores, profesores y equipos. Unos y otros fortalecerán con su quehacer diario y mayor colaboración el espacio común al que todos pertenecemos.
En la creación de esa Europa del conocimiento, la acción de las Universidades resulta decisiva, como lo reconoce el preámbulo de la "Magna Carta Universitarum" firmada hace tres años en Bolonia.
Las Universidades europeas conforman desde hace mil años una red esencial para la creación, difusión y promoción del conocimiento, de la cultura y de la investigación. De ellas depende la mejor preparación de nuestro porvenir. Para ello se pretende además convertirlas en motor y referencia de una Europa sin fronteras, más sólida y consciente de su papel en el mundo.
Para la Universidad es un deber contribuir a la mejora del mundo de hoy. Por ello hemos de impulsar sus iniciativas y apoyar sus vías innovadoras, así como facilitar los instrumentos que favorezcan la interacción entre Universidad y sociedad.
Pero, al mismo tiempo, debemos exigir a la Universidad una colaboración más directa e inmediata para la mejora de las condiciones generales de la sociedad que la apoya y sostiene.
Grandes metas, importantes desafíos y muchas ilusiones marcan la realidad actual de la Universidad española. Una Universidad de cuya tradición nos sentimos orgullosos y en cuya capacidad depositamos nuestras mejores esperanzas para avanzar juntos en favor de una España cada día mejor.
Hoy desde esta joven y dinámica Universidad Rey Juan Carlos animo a todas las Universidades de España a trabajar con ese horizonte.
Al reiteraros el más pleno apoyo y aliento de la Corona a vuestra tarea, declaro inaugurado el curso académico universitario 2003-2004.
Muchas gracias.