E
s un placer para mí dirigirme a ustedes como Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para esta Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, una distinción que agradezco profundamente y que ha constituido para mí una gran oportunidad de contribuir a la sensibilización de la sociedad ante el fenómeno del envejecimiento.
Felicito al Secretario General de Naciones Unidas y a los Presidentes y Directores Ejecutivos de las organizaciones del Sistema de las Naciones Unidas por el excelente trabajo realizado, así como al Presidente y vicepresidentes del Comité Preparatorio por su dedicación, y a cuantas personas han contribuido a hacer posible la celebración de esta II Asamblea Mundial.
Nos sentimos honrados de albergar en España este acontecimiento mundial. Nuestro interés responde a que somos conscientes de que el envejecimiento de la población es un reto para el que debemos prepararnos y cuyas capacidades debemos ser capaces de aprovechar. Por ello, España, al ofrecerse como país anfitrión, quiso mostrar su interés por las políticas de integración de las personas mayores e impulsar un debate innovador en nuestra sociedad.
Estamos viviendo en una sociedad en la que se está produciendo una transformación demográfica muy importante. Cada vez son más las personas mayores. Que estas personas vivan más tiempo y en mejores condiciones, como consecuencia de los avances conseguidos en el ámbito social, es uno de los mayores logros de la humanidad.
Las personas mayores son una fuerza universal, que tiene la capacidad de transformar el futuro, y esta transformación mundial va a afectar a las personas, a las familias, a las comunidades y prácticamente a todas las áreas de la sociedad.
Por tanto, debemos prepararnos para este nuevo reto, promoviendo cambios de actitudes ante esta "revolución demográfica" que se está produciendo por el incremento del número de las personas mayores en el mundo.
Conseguir "una sociedad para todas las edades" implica un análisis de la sociedad desde una perspectiva más amplia, y destaca el papel que juegan las relaciones entre las diferentes generaciones que la componen. La solidaridad entre las generaciones en todos los ámbitos, familiar, comunitario y nacional es esencial para la cohesión social.
Los jóvenes tenemos que ser cada vez más conscientes de que, para avanzar en la construcción de una sociedad más justa, tenemos que reconocer los avances conseguidos por las generaciones de nuestros mayores y valorar convenientemente se experiencia y sus capacidades actuales.
Al mismo tiempo tenemos que ser capaces de que estos valores se transmitan a las generaciones venideras. La solidaridad intergeneracional es un marco natural de encuentro, aprendizaje e intercambio entre las personas que ofrece ventajas para todos y ayuda a conseguir una sociedad más integrada.
Juntos vamos a construir una imagen positiva del envejecer, que no debe significar únicamente una prolongación de la vida, sino conseguir que la etapa de la vejez sea saludable, autónoma, activa y de plena integración en la sociedad.
El envejecimiento debe verse como una etapa en la que también es posible el desarrollo de las capacidades de los hombres y las mujeres, como agentes activos de nuestras sociedades, en las que deben seguir participando como ciudadanos de plano derecho, con el pleno reconocimiento social.
Espero que todas las iniciativas positivas que resulten de esta Asamblea Mundial sirvan para implicar a nuestra sociedad en los retos que plantea el envejecimiento de la población, y sean transmitidas por el mayor número posible de países de forma práctica, de tal manera que las personas mayores se beneficien de ellas lo antes posible.
Muchas gracias.