L
a Exposición Universal de Sevilla que hoy inauguramos es la mayor exposición de la historia, no sólo por su tamaño o el número de participantes, sino también por la diversidad y calidad de las actividades previstas en ella.
Haberse planteado un reto tan difícil, junto con otros de igual importancia, en el año 92 y haberlo superado es algo que nos llena de orgullo.
Sean, pues, mis primeras palabras la expresión de agradecimiento a los miles de personas que han hecho posible con su trabajo, su inteligencia, su creatividad y su esfuerzo, este importante acontecimiento.
Pocas ciudades hay en el mundo tan apropiadas como Sevilla, para albergar una exposición universal: la Sevilla romana, la Sevilla árabe, judía, cristiana, indiana, han producido el patrimonio cultural que este año mostramos los españoles a huéspedes venidos de todos los países de la tierra.
La Exposición Universal pretende transmitir a sus visitantes la idea de la diversidad y riqueza de las culturas que el hombre ha creado, la idea de la capacidad innovadora del ser humano y también la idea de la tolerancia, del respeto a la pluralidad, de la solidaridad internacional.
Los puentes que unen la Isla de la Cartuja con la ciudad de Sevilla son por ello espléndidos símbolos de lo que España desea transmitir de sí misma: unión del pasado y el futuro, del arte y la tecnología, lugares de encuentro para nuestros visitantes con quienes compartiremos amistad y diálogo.
La Reina y yo, como tantos españoles, nos hacemos sevillanos de adopción para compartir con orgullo esta Exposición Universal con sus visitantes. Estoy seguro de que todos ellos podrán comprobar que hospitalidad e hidalguía son rasgos distintos de la personalidad de nuestro pueblo.
Van a ser, sin duda, meses de duro trabajo en los que tenemos que ofrecer lo mejor de nosotros mismos, lo mejor de España.El resultado de este esfuerzo no puede ser otro que el éxito.
Queda inaugurada la Exposición Universal de Sevilla.