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gradezco a la Real Academia de Ciencias esta oportunidad de encontrarme de nuevo con los científicos e Instituciones de la Ciencia y reiterar a todos mi convencimiento de que su trabajo es una aportación esencial al progreso global y el desarrollo cultural y económico de España.
No hace mucho, con motivo del Manifiesto por la Ciencia, me ofrecí a varios de vosotros, y vuelvo a hacerlo en este momento, para compartir e impulsar vuestra labor, tanto en la creación puramente científica como en la difusión social de todas las facetas que ofrecen la ciencia y la técnica modernas.
Difusión social de la ciencia que debe irse adecuando a las exigencias de todo orden y de cada momento y que esta Academia ha tenido siempre presente, en sus antiguos orígenes y en los tiempos más recientes.
Cuando hace ya más de cuatro siglos, ya que este mismo año se conmemora el IV Centenario de Su muerte, que el Rey Felipe II creó la Academia de Matemáticas de Madrid, a instancias de Juan de Herrera, en sus escritos fundacionales fechados en Lisboa, el Monarca ya mencionaba esta doble finalidad, de creación y divulgación, de la nueva Academia.
Pues su deseo era, y cito: "que en nuestro reino haya hombres expertos que entiendan bien las matemáticas, y la arquitectura y las otras ciencias y facultades anejas (...) para el beneficio de todos nuestros súbditos".
Mucho más tarde esta Institución tuvo también sus representantes en la regeneración científica española durante el paso al siglo XX.
También en la época de Pasteur, Koch y Röntgen, vuestro presidente José Echegaray, Premio Nobel de Literatura a la par que ilustre matemático e ingeniero de caminos, se distinguió por poner en práctica la difusión y divulgación que vosotros vais a promover durante los próximos años.
Incluso, tal y como pretendéis hacer ahora en el marco del programa que hoy inauguramos, se editó entonces el libro bien conocido de "Ciencia Popular", fruto también de un mecenazgo, el de la Asociación de Ingenieros de Caminos.
Y para completar estas lecciones del pasado permitidme recordar el ejemplo de quien también fue vuestro presidente, Leonardo Torres Quevedo, uno de nuestros grandes innovadores tecnológicos y anticipador de nuestra moderna automática.
En el primer tercio de este siglo fue promotor eficacísimo de la "Unión Internacional Hispano-americana de Bibliografía y Tecnología Científicas", origen de vuestras posteriores preocupaciones y trabajos académicos sobre el lenguaje de la ciencia y, sin duda, uno de los pilares de su promoción cívica y social.
Visiones éstas de la historia grande de España, de la misma historia de esta Real Academia, que, sin duda, os alcanzan en vuestros planteamientos y toma de conciencia crítica sobre los temas que vais a desarrollar en múltiples lugares de España.
Soy consciente de las dificultades que es preciso vencer para insertar los saberes clásicos de una Institución tradicional como la vuestra con las necesidades y circunstancias específicas de nuestro tiempo.
Por eso es aún más elogiable esta iniciativa, ejemplo de una actividad propia de la conjunción de especialistas que ofrece esta Casa, adecuada a vuestra experiencia personal en el área de la docencia y la investigación y expresión de la conciencia y responsabilidad que incumbe a las Academias respecto de la sociedad.
Este gran Programa de Promoción de la Cultura Científica que tengo la satisfacción de inaugurar marcará sin duda un hito fundamental y por todos anhelado en la difusión del mensaje de la cultura integral que alberga la ciencia.
Podéis sentiros orgullosos de contribuir con vuestro esfuerzo a un más profundo conocimiento y una mayor estima de un ámbito del conocimiento y de la realidad, especialmente decisivo para nuestro porvenir y nuestro progreso como nación.
Muy sinceramente felicito por su valor y entusiasmo a la Real Academia, a sus mecenas, y a todos cuantos participáis en este proyecto, con el que rendís a España un servicio de valor incalculable, que personalmente apoyo y comparto.