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a entrega de los Premios Nacionales de Investigación me ofrece la oportunidad de compartir con la comunidad científica española unos momentos de encuentro y reflexión en los que me gustaría poner de relieve el aprecio social que la ciencia merece y el apoyo que tradicionalmente le ha prestado la Corona.
Decía Severo Ochoa que la grandeza de un país "se mide no sólo en función de sus contribuciones al arte y la literatura, en las que España ha sobresalido siempre, sino también en función de sus contribuciones al aumento del caudal de nuestros conocimientos de la naturaleza, del mundo en que vivimos y, en conjunto, del universo entero".
Hoy más que nunca, en un momento de rápida transformación y en un entorno abierto al cambio y la innovación, no hay activo más importante que la adquisición de nuevos conocimientos ni otra forma de adquirirlos que el estudio y la investigación.
El conocimiento ocupa un lugar preponderante como elemento fundamental de desarrollo económico y de vitalidad social. Por eso, las sociedades más dinámicas, abiertas y avanzadas son también aquellas que han alcanzado un mayor nivel científico y tecnológico.
La ciencia española goza actualmente de un alto nivel que vemos con orgullo. Sin embargo, su desarrollo y su aplicación tecnológica tienen por delante una ingente tarea, en cuya realización resulta fundamental una más clara conciencia social de su trascendencia y, en consecuencia, un respaldo decidido por parte de todos.
No se concibe en nuestros días una sociedad culta que no apoye decididamente a sus hombres de ciencia. Estos Premios Nacionales de Investigación que hoy entregamos, quieren ser una manifestación de este reconocimiento y del estímulo y apoyo a cuantos se dedican a la investigación científica en sus diversos ámbitos y especialidades.
Vosotros, los hoy premiados, os habéis hecho merecedores por vuestra capacidad, vuestro esfuerzo y vuestra dedicación a estos galardones con los que la sociedad española quiere honrar a sus mejores investigadores.
El más ilustre de los científicos españoles, Don Santiago Ramón y Cajal, dejó escrito que "las cualidades indispensables al cultivador de la investigación son: la independencia mental, la curiosidad intelectual, la perseverancia en el trabajo, la religión de la patria y el amor a la gloria".
Las distinciones que hoy recibís son una recompensa a los trabajos que habéis llevado a cabo pero también suponen para vosotros el compromiso de transmitir a las nuevas generaciones estos valores que poseéis en grado eminente.
Os animo a ser también maestros capaces de ayudar con sus conocimientos a los nuevos investigadores pero, sobre todo, de alumbrar en ellos el deseo de conocimiento y el amor a la ciencia que constituyen el fundamento indispensable de su propia vocación.
Estoy seguro de que vuestro ejemplo ha de servir de estímulo a las nuevas generaciones y de semilla para el futuro de nuestra investigación.
Por vuestra aportación a la ciencia española, por los trabajos que habéis llevado a cabo y por los premios que hoy habéis recibido quiero expresaros, para terminar, mi enhorabuena, mi más calurosa felicitación y mis mejores deseos de éxito personal y profesional.