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ocos escenarios son tan adecuados para esta ceremonia como esta ciudad, donde la belleza y el arte son su atmósfera natural e inspiran el espíritu de sus gentes.
Valencia ensambla con naturalidad y armonía mil testimonios de su riquísima historia, que el ingenio de sus habitantes ha sabido armonizar en un escenario urbano singular.
En él se combinan la hermosura de sus monumentos, y esa envidiable sabiduría con que los hace funcionales y los integra como elementos imprescindibles en su vida cotidiana.
Este es el auténtico sentido de su patrimonio cultural, de todo patrimonio cultural: vivir su propio tiempo, renovar continuamente su utilidad y significado, revelar y desarrollar todas sus posibilidades como marco y estímulo de un proyecto ciudadano.
Un proyecto que hoy configura esta ciudad con valores y realizaciones de la más evidente actualidad: innovación, investigación, dinamismo empresarial, proyección internacional, mejora de las infraestructuras y comunicaciones, Fundaciones prestigiosas y eficientes, edificios singulares dedicados a las ciencias y la cultura.
El Monasterio en que nos hallamos es en sí mismo un ejemplo de este proceso y una prueba de que la historia nunca se escribe sin sentido. Los elementos superpuestos de una alquería islámica, un cenobio primero cisterciense y luego jerónimo, y los talleres y escuelas de un complejo penitenciario, se enhebran en una vocación que inició hace cuatro siglos el Duque de Calabria y que retorna hoy a un destino dirigido al saber, el conocimiento, la ciencia y la cultura.
Cultura auténtica, o sea siembra de actitudes y comportamientos que nos hacen mejores y más fuertes, que para serlo necesita respirar en libertad el aire de su tiempo, sin dejar de hundir sus raíces en las esencias de la tradición, aquellas que permanecen más allá de sus fórmulas concretas y tangibles.
Las Medallas de Oro que hoy entregamos escenifican esta dinámica en su ámbito más visible y directamente accesible, el de las Bellas Artes.
Estas Medallas reconocen la pluralidad de las vocaciones artísticas y las diversas formas de hacer patente la belleza y transmitir la emoción. El cine, el teatro, las artes plásticas, la música, la tauromaquia y el circo. Variadas disciplinas cuyos creadores reciben hoy el reconocimiento de la sociedad. Y junto a los creadores, recompensamos con estas medallas la labor de unas instituciones que dedican sus energías a abrir nuevos espacios para la comunicación y el desarrollo cultural.
No hay mejor indicio del nivel histórico de una sociedad que su capacidad para la creación y para la innovación. Por eso toda sociedad debe preocuparse por el progreso de la creación y la innovación artísticas. Y por eso la sociedad española necesita a sus creadores.
Interpretad estas Medallas como un signo de reconocimiento y también como un estímulo que la sociedad os brinda para que continuéis con vuestra labor creadora. Por mi parte, quiero expresaros mi felicitación personal y mis mejores deseos de éxito.