S
eñor Presidente de la Universidad,Señora Decano,Ilustres Profesores y alumnos de la Southern Methodist University de Dallas,Señoras y señores,
Agradezco profunda y muy sinceramente el alto honor que me ofrecéis al proponerme como Doctor Honoris Causa en este Centro académico. Quisiera elogiar y expresar mi satisfacción por las espléndidas realizaciones que la Southern Methodist University ha logrado en todos los campos del saber y por el alto nivel académico del que disfruta en la actualidad en campos tan diversos como los estudios de Empresa, Derecho, Ingeniería, Ciencia y Humanidades. La Southern Methodist University proporciona una excelente formación a sus estudiantes, capacitándoles para un mundo en rápido cambio y evolución.
Este Centro académico, tan estrechamente vinculado con las Humanidades y con las Artes, presta especialísima atención a las artes y a la cultura de España.
La prueba más palpable de ese hecho es que, en el presente curso académico, la Meadows School of Arts ha puesto el énfasis en materias relacionadas directamente con la cultura y el arte españoles actuales, como prólogo académico a la brillante inauguración de una nueva sede que albergue la colección Meadows de Arte, íntegramente orientada por su fundador, el filántropo Algur Meadows, hacia la pintura, la escultura y el grabado españoles.
Quisiera que mis palabras de agradecimiento por el alto honor académico que me concedéis, estén orientadas hacia aspectos más generales relacionados con la historia de estas tierras, que no puede entenderse sin una referencia obligada a la presencia española.
Precisamente en esta Universidad existen eminentes estudiosos de esta historia como el Profesor David Weber, que dirige un Seminario dedicado al análisis de la presencia de España en lo que hoy es parte esencial de los Estados Unidos. El y su equipo han llevado a cabo una auténtica renovación de unos estudios que ya tenían una gran tradición en Estados Unidos. Su última síntesis editada sobre la frontera del Norte de Nueva España presenta uno de los enfoques más equilibrados y objetivos acerca de nuestra presencia y de la defensa que España hizo de sus intereses políticos, sociales, religiosos y culturales en estas tierras.
La parte de la frontera que corresponde a lo que hoy es el Estado de Tejas tuvo especialísima importancia a partir de los años centrales del siglo XVIII. Entonces es cuando España realiza un esfuerzo singular de consolidación y expansión de la administración pública de sus territorios americanos. Los ideales de la Ilustración española que había incorporado a la Corona se tradujeron en perseguir y lograr una mayor eficacia política y militar manteniendo la constante preocupación por integrar a las poblaciones indígenas en el sistema cultural y político hispánico.
A partir de esos años se fortalece la línea fronteriza que une a la entonces Luisiana con Tejas y Nuevo Méjico. Se inicia entonces, además, la exploración sistemática y la ocupación de la Alta California, fundándose la ciudad de San Francisco el mismo año en que las trece colonias del Este consiguen la independencia de Gran Bretaña. Simultáneamente, se producen las expediciones marítimas de Malaespina y de Bodega y Cuadra que recorren, estudian e informan de los aspectos geográficos y botánicos de toda la costa continental del Océano Pacífico hasta las cercanías de Alaska.
En Tejas el esfuerzo español fue especialmente tenaz por las grandes dificultades encontradas para dominar unas tierras de difícil geografía y clima, pobladas además por unas aciones indígenas de cazadores y guerreros poco proclives a asentarse. Además, las enormes distancias que separaban las tierras fronterizas de los centros urbanos del Norte de Nueva España, hacía que las comunicaciones fueran lentas, como era lento y especialmente costoso el imprescindible abastecimiento por tierra de la mayoría de las ciudades que allí surgieron.
A pesar de todas esas dificultades, España aseguró esta frontera durante toda la época en que Nueva España estuvo vinculada a la Corona, manteniendo su presencia urbana, militar y cultural hasta la independencia de Méjico en 1821.
Con posterioridad, tras la República de Tejas independiente y muy especialmente después de su adhesión a los Estados Unidos, la que fuera frontera española quedó de algún modo dividida entre los territorios que hoy son el Suroeste de los Estados Unidos y los integrados en la frontera Norte mejicana.
Cuando se analice la frontera en toda su complejidad racial, cultural y militar tanto por parte de los historiadores norteamericanos como por mejicanos y españoles, podremos todos comprender mejor cuál fue la compleja y profunda realidad de unos territorios que no eran únicamente una simple línea discontinua de presidios, sino que en ellos se fundaron misiones, ciudades y municipios, muchos de los cuales aún siguen existiendo como El Paso, Corpus Christi o San Antonio, o se crearon ranchos y sistemas de explotación agrícola o ganadera que fueron adoptados, con escasísimos cambios, por la población norteamericana que llegó décadas más tarde. Esos centros urbanos y económicos estaban enlazados por caminos que ampliaron los españoles sobre las primitivas sendas indígenas y que forman parte hoy del patrimonio histórico de Nuevo Méjico de Tejas con la misma entidad que los antiguos edificios misionales o los fuertes militares españoles.
Hace poco más de un año, con ocasión de la visita de Estado que efectuamos la Reina y yo a Estados Unidos, tuve la oportunidad de poner en marcha un proyecto muy atractivo llevado a cabo por la Biblioteca Nacional de España y por la Biblioteca del Congreso de Washington, D.C.. Se trataba de lanzar un portal en Internet de fácil acceso para el público, donde pudiera mostrarse una documentación básica sobre esta cuestión. El nombre del proyecto, que hoy ya es una realidad, explica mejor que una definición toda esta cuestión: "Spain, the United States and the American Frontier: Historias Paralelas".
En aquella ocasión mencioné y quisiera repetirlo hoy, precisamente en tierra tejana, que los Estados Unidos no deben olvidar que su país se formó con los Estados del Sur en los que la impronta hispánica era firme y que por ello ese mundo hispánico forma parte también de la historia de los Estados Unidos.
Señoras y señores,
Para España, América ha sido siempre una vocación irrenunciable, desde que hace más de quinientos años su incorporación a Occidente cambió el curso de la historia de España y del mundo. Desde entonces nuestros destinos han permanecido unidos por encima de los avatares y de las inmensas transformaciones y cambios sucedidos a ambos lados del Atlántico.
Al filo de un nuevo milenio, la España actual, heredera de aquélla que contribuyó decisivamente a forjar el Nuevo Mundo, mantiene sus renovados lazos con los pueblos americanos. Así, las relaciones hispano-americanas siguen siendo un elemento esencial y permanente de la política exterior de España, cuyo firme compromiso europeo es paralelo al refuerzo de su vertiente americana.
Más allá de los vínculos políticos, económicos o de cooperación, España comparte con las naciones americanas un conjunto de valores morales en los que la persona y sus derechos fundamentales son el rasgo distintivo de la libertad, la justicia y la solidaridad de la sociedad. Desde los mismos orígenes de su aventura americana, España quiso que estos principios informaran su acción en estas tierras y cinco siglos después, los españoles nos sentimos plenamente orgullosos de lo logrado.
Señor Presidente de la Universidad,Señora Decana,Señoras y señores,
Como señalé al comienzo de mis palabras, he querido aprovechar esta ocasión, en que generosamente me invitáis a formar parte de esta institución académica, a través de la Meadows School of Art, para recordar nuevamente que el mejor conocimiento de la historia española de este país redundará en una más completa comprensión de lo que es la propia personalidad de los Estados Unidos de Norteamérica.
Muchas gracias.