D
e los corresponsales de la Prensa extranjera, hay en España una tradición larga y brillante, con nombres imborrables como los del norteamericano Ernest Hemingway, el ruso Ilya Enrenburg, el británico Georges Orwell o el griego Nikos Kazantzakis, que a sus méritos profesionales sumaron páginas inolvidables de la literatura.
En esa estela creo que debemos situar a Walter Haubrich, cuyo nombre nos convoca hoy como ganador de la décimoctava edición del premio de Periodismo "Francisco Cerecedo", y cuyas crónicas políticas y culturales, según destaca el Jurado que lo concede, contribuyeron "a la recuperación de las libertades y a la dignidad de los españoles", ejerciendo la que me parece, sin duda, una de las funciones más nobles de la literatura y del periodismo.
Porque, en efecto, durante más de treinta años, las crónicas de Walter Haubrich para el Frankfurter han sabido transmitir, con gran humanidad y perspicacia, el sentido último de la realidad española, interpretando su actualidad en cada momento y reflejando muy especialmente ese largo camino de los españoles hacia un modelo de sociedad nueva como el que hoy disfrutamos, identificada con la democracia y plenamente integrada en Europa.
Desde la perspectiva de un sistema de libertades públicas ya consolidado, sentimos el grato deber de expresar nuestro reconocimiento ante una labor informativa desarrollada en condiciones difíciles, y en la que apostar por los valores democráticos suponía, como sigue suponiendo aún en muchos otros lugares del mundo, la asunción de riesgos mayores y un fuerte sentido del compromiso con la verdad, con la justicia y con la libertad. Un compromiso, en definitiva, con los mejores valores del periodismo.
Las crónicas de Haubrich para el Frankfurter Allgemeine Zeitung - como las crónicas en Le Monde de José Antonio Novais, también premio Cerecedo - significaron así, sobre sus virtudes intrínsecas de rigor y veracidad, una garantía internacional para los periodistas españoles y para las fuerzas democráticas de nuestro país, además de una de las claves del entendimiento entre los pueblos, que está en la base de los modelos de convivencia y de integración política entre países, como el que hoy compartimos en la Unión Europea.
La obra de Walter Haubrich es tan enjundiosa y atractiva por que nace del otro polo de esa gran tarea que es la construcción europea: su conocimiento e íntima comprensión de España, a la que también pertenece y en la que tan gustosamente le acogemos como amigo.
Permitidme también que, a este respecto, y junto a la figura a la que hoy rendimos homenaje, salude también a su empresa editora, el prestigioso Frankfurter Allgemeine Zeitung, algunos de cuyos directivos nos acompañan hoy en este acto y que, durante tantos años, supo respaldar la labor de su corresponsal en Madrid sin el que no podría entenderse la historia del periodismo español en su tránsito hacia la democracia.
Si, como señala, con crítica ironía, el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger, "por lo visto han pasado los tiempos en que podía vivirse a la altura de la época", cabe decir aquí que la figura de este corresponsal, alemán en origen, pero casi español, es un ejemplo vivo y tenaz de cómo vivir el periodismo precisamente " a la altura de la época".
En una noche como esta, quisiera referirme también a esa particular vocación del periodismo que constituyen los corresponsales de guerra, entre los que figuró muchas veces Cuco Cerecedo y que también ejerció nuestro hoy premiado. Ellos forman parte como se ha escrito de la infantería de la historia, pisan el terreno minado y a veces caen con los ojos abiertos.
En Afganistán acaba de hacerlo vuestro compañero, nuestro compatriota Julio Fuentes y sus compañeros la italiana María Grazia Cutuli, el australiano Harry Burton y el afgano Azizullah Haidari. Incluso, ayer mismo, el sueco Ulf Stromberg. Ellos son la prueba última de una profesión que sabe asumir la máxima intemperie, la máxima generosidad, la máxima grandeza. Merecen ser honrados por acercarse para informar hasta ese punto ardiente en el que se resuelve el fracaso que siempre suponen las guerras, y que a todos nos cambian.
Como Presidente de la Asociación de Periodistas Europeos, que en estos días cumple su vigésimo aniversario, y que con esta distinción ha sabido dar entrada a los corresponsales en la espléndida galería de los galardonados con el premio Francisco Cerecedo, me asocio a vuestros afanes y os animo a que sigáis adelante, cumpliendo con las exigencias de vuestra singular vocación.
Mi más cordial enhorabuena a Walter Haubrich por este justo galardón a su persona, su obra, y su afecto hacia España y los españoles, al que correspondemos con el nuestro más sincero.
Muchas gracias.