Año tras año, con la primavera, retorna en nuestro calendario cultural Miguel de Cervantes. Muchas efemérides de figuras literarias sirven solo para avivar la memoria o rescatarlas del olvido. Son contadas las que merecen la conmemoración de cada aniversario y menos aún las que suscitan un recuerdo general. El retorno primaveral de Miguel de Cervantes es muy distinto. En todo el territorio de la Mancha, a uno y otro lado del océano, la entera familia de hispanohablantes lo aguarda con la convicción de que él nos trae algo nuevo.
“Todo está en Cervantes” ha dicho y repite la historia literaria. Toda la literatura anterior al Quijote está compendiada y renace en él. Y toda la que sigue -pasada, presente o futura- está concentrada en el libro del Ingenioso hidalgo sin que se cierre el tiempo de su vitalidad creativa. El reencuentro con Cervantes, en concreto con el Quijote, alumbra siempre ideas nuevas y provoca nuevos sentimientos. Pero es más sorprendente todavía el hecho de que esas ideas, esos sentimientos están estrechamente vinculados al momento que vivimos: nos ofrecen lecciones y estímulos para cada circunstancia.
Mañana, en el aula magna de la Universidad de Alcalá, entregaremos el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispánicas, a José Manuel Caballero Bonald. Resulta difícil no llamarle por el apelativo con que Jaime Gil de Biedma lo consagró en un poema generacional: Pepe (Caballero). Caballero de Argónida, ese territorio para él sagrado porque le resulta vital y estéticamente fecundo y donde han nacido muchos de sus escritos. Allí está firmado el último de sus libros, Oficio de lector, un canon particular para el que ha escogido como epígrafe de amparo la afirmación de Joseph Conrad de que “el autor solo escribe la mitad del libro y de la otra mitad debe ocuparse el lector”.
"...si cada vez que retornamos a Cervantes sentido y sentimiento reaparecen vinculados a la circunstancia que vivimos, es porque el hidalgo manchego no es un trastornado, víctima de los desvaríos de sus lecturas, sino “un iluminado que recorre el mundo sublimando el sentido de su lucha por un ideal: hacer justicia, proteger al desvalido, amoldar su vida al pensamiento”. En definitiva, por una utopía, sí, pero también por una esperanza que debe ser vivida como bandera y norma de conducta..."
No es casual que el Caballero de Argónida, que mañana es armado Caballero de la Mancha, abra su ejercicio de lectura con dos estudios sobre Cervantes que, justamente, explican el porqué de la peculiaridad del retorno cervantino al que acabo de aludir. “Quien fundó la mejor prosa narrativa de su tiempo –afirma– no pudo ser sino un poeta”. Es el extraordinario aliento poético que anima las escrituras cervantinas lo que genera su inextinguible fecundidad de sentido y de sentimiento. Siempre hay más de lo que el lector busca en su aproximación al Quijote.
Y, si cada vez que retornamos a Cervantes sentido y sentimiento reaparecen vinculados a la circunstancia que vivimos, es porque el hidalgo manchego no es un trastornado, víctima de los desvaríos de sus lecturas, sino “un iluminado que recorre el mundo sublimando el sentido de su lucha por un ideal: hacer justicia, proteger al desvalido, amoldar su vida al pensamiento”. En definitiva, por una utopía, sí, pero también por una esperanza que debe ser vivida como bandera y norma de conducta.
A ese reencuentro primaveral que es tiempo de esperanza acudís hoy gentes del más inmediato entorno cervantino: escritores, críticos, académicos, profesores, editores y libreros del ancho territorio de la Mancha de España y de América.
A todos, y especialmente a Pepe Caballero, junto a su querida e inseparable Josefa (Pepa) Ramis, debo transmitir –y lo hago con gusto- el afectuoso saludo de Sus Majestades los Reyes, que sienten mucho no estar con nosotros, aunque les ha alegrado poder recibiros a los dos en La Zarzuela justo antes de este almuerzo y felicitar personalmente a Pepe.
La Princesa y yo agradecemos a todos vuestra presencia y os invitamos a alzar la copa en homenaje a nuestro Premio Cervantes y a brindar por un feliz y fecundo reencuentro cervantino.