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Palabras de S.A.R. la Infanta Doña Cristina en el acto de entrega del Premio Carlos V a Wilfried Martens

Yuste, 25.06.1998

U

na vez más tenemos la satisfacción de venir a Extremadura y compartir con ella el aliento de su historia, rica en personajes y acontecimientos de proyección española y universal. De esta semilla ha nacido en nuestro tiempo la afortunada iniciativa de la creación de la Academia Europea de Yuste.

Nuestra presencia aquí quiere reiterar el apoyo que Sus Majestades los Reyes manifestaron hace tres años a los objetivos de esta Institución y a su empeño en contribuir a un mayor conocimiento y una mayor comprensión de los valores culturales que unen y definen a los pueblos de nuestro continente.

La Europa a la que nos dirigimos es la de los ciudadanos, y completa el legado de cuantos la anticiparon como proyecto político y exigencia intelectual. Sus ideales dibujan un horizonte más amplio y cada día más próximo a nuestra tarea colectiva. Para llevarla a buen término necesitamos, como ayer y como siempre, hombres capaces de liderarla e impulsarla.

Para ellos se creó el Premio Carlos V, que distingue a quienes mejor han sabido promover los valores sociales, culturales, científicos, históricos y democráticos de Europa, y más han contribuído a la unificación de nuestra Comunidad.

Nos reunimos aquí para entregarlo a Wilfried Martens, cuyas virtudes y merecimientos, que justifican el otorgamiento del premio a su persona, han sido glosados en la elocuente "laudatio" pronunciada por el señor Ministro de Asuntos Exteriores.

Su biografía, en la que conviven el realismo y la utopía, está marcada por la fe en una identidad y una sensibilidad europeas capaces de superar nuestras divisiones y prejuicios. Ha demostrado la resolución y confianza necesarias para transitar por las etapas de dudas y de crisis con un mensaje de esperanza. Su trayectoria nos invita así a ser protagonistas, y no sólo pasivos destinatarios, de la Europa que soñamos.

Es ésta una lección muy oportuna en un momento en que nuestro propósito colectivo parece definirse sobre todo por sus aspectos económicos y sus beneficios materiales. Estos son sin duda necesarios y siempre bien venidos, pero insuficientes si no se insertan en un proyecto global de mayor aliento y atractivo, que todos podamos sentir como propio. La Europa de los europeos tiene que materializar sus ilusiones, responder a sus inquietudes y superar sus limitaciones. Necesita movilizar el repertorio de ideas, sentimientos y representaciones de que disponemos y explotar sus posibilidades. Debe articular la diversidad de las tradiciones de cada pueblo para enriquecer con su creatividad nuestro patrimonio común y la tarea que nos espera.

En este empeño la cultura tiene un papel fundamental. En el pasado ha sido nuestro principal y casi único vínculo de unión, habituándonos a compartir principios y métodos de conocimiento, movimientos literarios y formas de expresión artística. Hoy nos proporciona una serie casi inagotable de recursos con las que podemos dar respuestas auténticas a los interrogantes y exigencias del tiempo que viene.

La Academia Europea de Yuste ha hecho suya, en sus objetivos fundacionales, la propuesta de explorar el camino de la cultura como factor de concordia y estímulo de nuestro porvenir. Hoy la reitera al recibir en su seno a las ilustres personalidades que toman posesión de sus primeros sillones.

Todos ellos son otros tantos ejemplos de la fecunda variedad de la cultura europea y de su capacidad creadora en los ámbitos de la ciencia, la literatura y las bellas artes, cuyas cimas han alcanzado con talento e imaginación inigualables.

Al dirigir mi sincera y cordial felicitación a Wilfried Martens, y expresar mis parabienes a los nuevos miembros de esta Academia, les agradezco su testimonio, que confío nos anime a ejercer, a la sombra de su ejemplo, nuestras convicciones y responsabilidades como ciudadanos de Europa.

Muchas gracias.

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