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na vez más, vengo con mucho gusto a entregar este galardón, creado hace ya una década, y a respaldar el espíritu que le anima, el de otorgar un reconocimiento público y solemne a las personas o instituciones que se distinguen en la defensa de los pueblos indígenas de Iberoamérica.
Quisiera empezar estas palabras recordando que entramos en el último tramo de la "Década Internacional de los Pueblos Indígenas", proclamada por Naciones Unidas con el objetivo de intensificar y fortalecer la cooperación internacional para la solución de los problemas con los que se enfrentan estas comunidades.
Creo que es el momento idóneo para hacer balance de lo llevado a cabo hasta ahora. Se ha señalado que, en estos últimos años, se han dado en Iberoamérica pasos considerables, con medidas constitucionales, institucionales y legales, referidas a la representación política, la autonomía territorial, el sistema consuetudinario y judicial, el reconocimiento de los derechos históricos y del patrimonio cultural. También en la tenencia de tierras, la gestión y disfrute de sus recursos, la conservación del medio natural, la educación y la salud, y las relaciones transfronterizas.
Se ha avanzado, efectivamente, pero queda aún mucho por hacer. Debemos proponernos impulsar aún más de aquí al año 2004 los programas que todavía están en ejecución.
El Premio Bartolomé de las Casas quiere ser una pequeña aportación a esta gran causa. Este año ha recaído en una figura particularmente destacada: la del mexicano Miguel León-Portilla. Nos encontramos ante un gran indigenista, un investigador de primera línea que, con gran rigor, ha dedicado su vida al estudio de los diversos aspectos de la historia y la cultura de las poblaciones indígenas.
Como afirmaba recientemente un ilustre mexicano, una cultura mesoamericana o centroamericana, andina o amazónica es muchas veces la cultura de un pequeño grupo de personas. Pero, aunque pocos, ellos son también agentes culturales, y tienen mucho que aportar a nuestra civilización mundial: un marco de relaciones más humanizado, experiencias y posibilidades de un desarrollo natural, respeto y atención a la Naturaleza y el medio ambiente.
Nuestra cultura está viva y tiene porvenir porque es plural y dialogante. En Miguel León-Portilla tenemos un infatigable defensor de la fecundidad del mestizaje entre la cultura autóctona y la llevada a América por los españoles. No es extraño que haya sido él quien acuñase la expresión que sirvió de lema para las conmemoraciones del Quinto Centenario en 1992: "Encuentro entre dos mundos".
Siendo un gran indigenista, ha puesto de relieve mucho de lo que España ha dejado en México, a través de figuras tan destacadas como las de Fray Bernardino de Sahagún o Vasco de Quiroga. Como auténtico hombre de ciencia, ha sabido fundir en el mismo crisol historiográfico lo mejor de lo prehispánico y lo mejor de lo virreinal.
Puesto que el premiado es un eminente mexicano, no quisiera dejar de destacar que México y España no sólo comparten su pasado, sino también la voluntad permanente de hacer cosas en común. Los ejemplos abundan en estos últimos años en el ámbito europeo, en el iberoamericano y en el bilateral. Las relaciones entre nuestros dos países revisten siempre un carácter especial y están siempre enriquecidas por la emoción de sentirnos hermanados por la Historia y deseamos que por el futuro también.
Ciertamente nuestras trayectorias históricas convergen. Tras experimentar con éxito procesos de apertura, México y España se han convertido en dos de las sociedades más pujantes del planeta. Dotadas de instituciones democráticas y asentadas sobre el respeto a la dignidad de la persona, tienen y tendrán siempre como reto promover la concordia, la cooperación y el bienestar de todos sus ciudadanos.
Conseguir la participación plena de los indígenas, en los afanes e ilusiones comunes, es sin duda una de las grandes tareas de nuestra Iberoamérica en este siglo que comienza. Todo paso hacia delante será una contribución al equilibrio y a la prosperidad de nuestros países, y, en consecuencia, a la paz permanente.
Cuando este proceso culmine se podrá comprobar de nuevo, en toda su dimensión, la importancia de toda una vida de fecundo trabajo que hoy premiamos.
Mi enhorabuena al profesor León-Portilla y mi felicitación al jurado por tan acertada elección.
Gracias a todos por su presencia.