Buenas noches y gracias al Grupo Siena por invitarme a esta cuarta edición de los premios Magisterio a la educación. Todo lo que hemos visto y oído esta noche es, desde luego, la mejor forma de ilusionarnos con el ejemplo de los galardonados. Esfuerzo, responsabilidad, compromiso. Palabras que cobran sentido cuando comprobamos los méritos de todas las personas que están detrás de estas iniciativas.
Quiero felicitar a todos: a la Qatar Foundation, por premiar las prácticas educativas capaces de transformar la sociedad. Al equipo que está detrás de Superpadres y a José Antonio Marina, por dar claves para acompañar a los hijos en su educación. A Sir William Atkinson, por conseguir que alumnos y profesores se entusiasmen juntos en ese viaje que es la educación. Al proyecto Abalar de la Xunta de Galicia, por apostar por la tecnología en las escuelas, y al Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía, por el apoyo a la formación a lo largo de la vida. También a Micropolix, por ser una alternativa lúdica que también educa, a la FP dual alemana, por ser ejemplo para mejorar la empleabilidad de los jóvenes, al programa prensa-escuela del Grupo Voz, y a la ONCE y a Down España, por su implicación en diferentes programas educativos para lograr la plena autonomía del estudiante.
"...En esta aventura de enseñar y de aprender, están los maestros. Los profesores. Ellos son imprescindibles y a ellos dedico ahora un reconocimiento especial. Gracias por vuestro trabajo..."
No me olvido de las dos menciones especiales, la del colegio Ponce de León de Madrid, por ser un ejemplo de integración. Y Victoria Subirana, la maestra que ha llevado a Nepal su proyecto para transformar el entorno tan desfavorable en el que viven muchos niños.
Quería nombrar a todos y cada uno, aunque haya sido muy breve, porque en todos hay algo en común: entusiasmo. Y es ese entusiasmo el que, a pesar de las dificultades, consigue cada día que un niño, un joven, reciba esa dosis imprescindible de conocimiento, esa sacudida que hace que aprendamos. Al fin y al cabo, alguien dijo que educar es agitar la vida. Es enseñarnos a confiar en nosotros mismos. Algo que nadie nos puede quitar. Lo que aprendemos es nuestro para siempre.
Y en esta aventura de enseñar y de aprender, están los maestros. Los profesores. Ellos son imprescindibles y a ellos dedico ahora un reconocimiento especial. Gracias por vuestro trabajo. Vuestra profesión es capital en la sociedad. Y todos debemos ayudar para que mantengáis la ilusión y el entusiasmo, que es lo que hace que, junto con vuestro esfuerzo (por el que estamos en deuda permanente con vosotros), nuestra sociedad sea mejor.
Muchas gracias.