I
llustrissime et Honoratissime domine Cancellarie, vosque egregii Procuratores, me habéis hecho hoy un gran honor al conferirme el grado de Doctor con diploma en Derecho civil, por lo que deseo manifestar mi más profundo agradecimiento.
No ignoro que es muy limitado el número de personas que han sido honradas con tan noble distinción, entre las que se encuentran ilustres miembros de la Familia Real británica, razón por la que me complace doblemente recibir este galardón.
Con especial emoción recuerdo ahora que este mismo título fue concedido a mi abuelo el Rey Alfonso XIII el 5 de julio de 1926.
Es también un motivo de profunda satisfacción el que me lo hayan otorgado en el marco de mi primera visita oficial al Reino Unido, coincidiendo con el año en que España celebra su incorporación a las Comunidades Europeas como miembro de pleno derecho.
Esta Comunidad Europea, en cuyo seno se encuentran hoy vuestro país y el mío, estrechamente unidos, constituye, además de la coordinación de unos intereses económicos y políticos, la cristalización de unos ideales de convivencia y libertad afianzados sobre unas raíces culturales comunes que nacen y se desarrollan mucho antes de que las naciones europeas se constituyeran en Estados independientes.
En este sentido, permítaseme subrayar el hecho, conocido por todos ustedes, de que la Universidad de Oxford, desde su creación, es uno de los máximos exponentes de la comunicación y la permeabilidad entre distintos exponentes de la cultura europea, como lo demuestran los múltiples vínculos y relaciones que estos nobles claustros han mantenido a través de la historia con los otros faros de la cultura europea, y que unieron también a sus estudiosos, científicos y universitarios con los de España.
Ya en 1230 Michael Scor llegó a Oxford desde Toledo, ciudad española donde entonces florecían los más sazonados frutos de las culturas de oriente y occidente, trayendo de allí «algunas partes de los libros de Aristóteles con los comentarios y anotaciones de Averroes», según cuenta Roger Bacon.
En esta misma época, existen numerosos testimonios de la relación entre esta ciudad y el gran rey español Alfonso X el Sabio, cuyo hijo Jaime obtuvo el doctorado por Oxford en 1292, contribuyendo al mantenimiento del Oriel College, lo que le valió ser nombrado más tarde, frater domus en tal institución.
Esta tradición de intercambios de estudios continuó cuando Duns Escoto y Guillermo de Occam fueron de Inglaterra a España.
Con los fulgores del Renacimiento, esta relación se intensificó. La Reina Catalina de Aragón _cuyo 450 aniversario se conmemoró este año en Petersborough_ visitó el Merton College en abril de 1518; y cuando el confesor de esta reina española, tan querida por los ingleses, el obispo Fox de Winchester, fundó el Corpus Christi College, nombró a uno de nuestros más famosos humanistas, el valenciano Juan Luis Vives, como primer lector de latín en dicha Institución.
Resulta quizá interesante hacer notar aquí que fue el gran Vives uno de los primeros en recomendar la educación superior para las mujeres, en un trabajo dedicado precisamente a la Reina Catalina de Aragón, De Institutione Feminae Christianae; recomendación que no sería, sin embargo, escuchada hasta tiempos mucho más recientes.
En momentos de inestabilidad política o religiosa, Oxford ofreció su hospitalidad a eminentes estudiosos españoles como Cipriano de Valera, autor de la preciosa Biblia Castellana que, modernizada, todavía se sigue publicando, o Antonio del Corro, que enseñó teología en esta Universidad y cuyas «Reglas» (publicadas en Oxford en 1586) constituyen el primer libro impreso en Oxford en un idioma europeo moderno y el primer libro español publicado en este país.
Cuando el Rey Carlos II de Inglaterra vino a Oxford en septiembre de 1665, el embajador de España, conde de Molina, se albergó en el New College, estableciéndose desde entonces una fructífera correspondencia con el Colegio Mayor fundado por el conde en Salamanca (como todos ustedes saben, esta Universidad española, cuyo DCC aniversario se celebró en 1953, ha sido llamada por muchos «el Oxford español»); desde entonces esta tradición fue consolidada, nombrando a algunos embajadores de España en la Corte de St. James profesores honorarios del New College.
Desde 1788, gracias al generoso interés de Sir Robert Taylor por la universidad, el español se incluyó entre las cuatro lenguas que se enseñan en la Universidad Tayloreana. Y a lo largo de los años, los titulares de la cátedra de español en esta venerable institución han mantenido viva la llama sagrada de la lengua y la literatura españolas.
Así, la renovación del interés por la lengua y la cultura españolas data de finales del siglo XVIII, cuando el reverendo Thomas Rusell, catedrático del New College, escribió una oda en imitación de Fray Luis de León y cuando el obispo Percy tradujo algunas baladas tradicionales españolas al inglés. Más tarde, a comienzos del siglo XIX, Shelley manifestó su admiración por el espíritu liberal de la Constitución de Cádiz. Y fue en ese mismo período cuando en Oxford encontró hospitalidad, en el Oriel College, el poeta e intelectual Blanco White, que dejó la capital gaditana durante la invasión francesa, y cuyo amor a Inglaterra le llevó a duplicar su apellido, añadiendo la traducción al inglés a su apellido original, Blanco.
La creación de la cátedra de español «Rey Alfonso XIII» y su asignación al Exeter College se debe al reconocimiento de la importante participación de ese Colegio en la enseñanza de nuestra lengua, y el primer titular de esta cátedra fue uno de nuestros historiadores contemporáneos más importantes, Salvador de Madariaga, cuyo centenario se celebra, precisamente, en julio de este año.
Tanto la Cátedra Alfonso XIII como la Facultad de Historia Moderna han mantenido activos los estudios de la literatura y de la realidad contemporánea española, en los últimos tiempos. En este contexto, es para mí motivo de gran satifacción el poder anunciar que en un futuro próximo se establecerá, en el Exeter College, gracias a la desinteresada contribución de benefactores británicos y españoles, una nueva cátedra de español bajo el patrocinio de la Reina Sofía, que llevará su nombre. Con esta institución se renovará en Oxford el interés por nuestra lengua y nuestra cultura, que constituye ya un rasgo secular de estos venerables claustros.
No quiero dejar de dedicar un recuerdo muy especial a la Cátedra de Estudios Ibéricos que en el St. Anthony's College es un constante foco de admirable interés por los temas de España. Tampoco puedo olvidar a los prestigiosos profesores que en otros lugares mantienen viva esta llama del estudio universitario de la lengua, la cultura y la historia de España.
Acabamos precisamente de visitar Bodleian Library, en cuyo origen cabe mencionar la biblioteca del Obispo Osorio, que fue traída a Inglaterra por el conde de Essex y que más tarde fue integrada en la colección de sir Thomas Bodley.
La aportación española a la exposición que se celebra en esta ocasión, consiste en una colección bibliográfica sobre los conocimientos científicos a través de los siglos, aportando una serie de manuscritos, mapas e impresos de nuestra Biblioteca Nacional. Creo que se trata de una selección muy afortunada, especialmente considerando la tradición científica de esta Universidad, en la que hasta fechas recientes enseñaron eminentes científicos y doctores españoles, como el Premio Nobel Severo Ochoa o el eminente traumatólogo catalán José Trueta.
Excelentísimo Señor Canciller, al recibir de sus manos este importante título no puedo dejar de recordar, junto con sus excelsos méritos literarios y académicos, la importante labor que desarrolla al servicio de su país, en puestos de la máxima responsabilidad. Creo que este título de Doctor honoris causa con diploma en derecho Civil, se me otorga como prueba de respeto y amor a España y como reconocimiento de los tan importantes vínculos que mi patria ha mantenido y debe mantener siempre con el Reino Unido.
En este momento en que España se incorpora política y jurídicamente a una Comunidad Europea a la que histórica y culturalmente siempre hemos pertenecido; en el momento en que la Comunidad tiene ante sí un ambicioso proyecto, llamado precisamente Erasmus -por restablecer una tradición existente en la época del insigne humanista-, cuya meta es acrecentar la movilidad e intercambios entre estudiantes de diversas universidades europeas, recibo con orgullo y agradecimiento este Doctorado en Derecho civil por Oxford, como sagrada muestra de entendimiento entre dos viejas culturas europeas.