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Palabras de Su Majestad el Rey en la entrega del Premio del Grupo Correo-Prensa Española a Don Adolfo Suárez

Madrid, 11.04.2002

S

e nos ha convertido en costumbre, una grata costumbre, la de felicitar al Grupo Correo, al que este año se une el nombre, no menos ilustre, de Prensa Española, por la creación, y la continuidad, de este Premio a los Valores Humanos. Y sin embargo es preciso reiterarlo, como un testimonio de las responsabilidades sociales que tan particularmente atañen a los medios de comunicación.

Viene esto muy a cuento al celebrar su entrega a Adolfo Suárez, Duque de Suárez. Pues si quisiéramos resumir el secreto de su éxito en aquella etapa de su trayectoria en la que la Historia de España dió un vuelco, o, mejor dicho, volvió a donde debía, tendremos que cifrarlo desde luego en la bondad de su proyecto, pero también, y quizá más, en el modo y la manera con los que lo propuso y gestionó.

En las necesarias y difíciles virtudes de la conciliación y el consenso, de la amabilidad con el discrepante y el respeto al adversario. En su magisterio de tolerancia y su pasión por la construcción pacífica del pluralismo.

Ortega y Gasset escribió unas páginas inolvidables sobre la concordia que consiste en concertarse acerca de lo esencial, evitando al mismo tiempo la inoportuna abdicación de las propias convicciones y la exageración de las discrepancias que desemboca en la confrontación.

La destreza de Adolfo Suárez, su cuidadosa dosificación del riesgo y la prudencia, su intuición en los momentos más difíciles y su seguridad en las circunstancias más ingratas, constituyen la más atinada ilustración práctica de esa formulación que Ortega hace de la concordia.

Creo que el mejor homenaje que puede rendirse hoy al Duque de Suárez es el de reconocer que sin su esfuerzo, su abnegación, su lealtad y, lo recalco, su lealtad y su patriotismo, España no habría volado tan alto ni tan deprisa.

Me corresponde añadir, y lo he hecho muchas veces, que, en aquella hora singular de nuestra trayectoria como nación, el espíritu que acabo de reseñar fue decididamente compartido y ejemplarmente ejercido por el pueblo español, auténtico protagonista de la transición.

Estoy convencido de que decir esto no mengua ninguno de los méritos de Adolfo Suárez, que nunca quiso ser más que nadie, ni pretendió arrogarse la exclusiva de la verdad. Por eso acertó. Por innovar incluso en esto, con el estilo inédito de hacerlo sin herir ni levantar suspicacias.

En circunstancias como las presentes, afortunadamente más venturosas, con una España mejor y más grande, y en una democracia asentada, por más que siempre debamos desear perfeccionarla, no está de más recordar estos valores.

Consolidar y renovar lo ya logrado es, día a día, tarea de todos y cada uno. Este es el propósito que debemos asumir como un deber y un servicio a España y a los españoles, y el empeño al que dedica sus mejores energías el Grupo Correo-Prensa Española.

Enhorabuena, querido Adolfo.

Muchas gracias a todos.

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