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la Princesa y a mí nos satisface muy particularmente poder presidir este solemne Acto de entrega del Premio Velázquez de las Artes Plásticas 2006, en este Museo Nacional del Prado, símbolo admirado e indiscutible de nuestro patrimonio artístico. Este prestigioso Premio nació hace cinco años para distinguir la excelencia de las manifestaciones contemporáneas de las artes plásticas, un ámbito de honda raigambre, extraordinaria riqueza para España entera e intensa capacidad de proyección universal.Este reconocimiento a toda una trayectoria artística, ha recaído este año en un artista español excepcional, Antonio López García, a quien felicitamos con emoción y afecto. Lo hacemos en nombre propio y en el de toda la Familia Real, que admira y aprecia tanto su obra como su persona.Es un verdadero honor entregar personalmente este galardón a un creador por el que sentimos una predilección especial, y a quien -ya en 1985- tuve la satisfacción de entregar el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.Nuestra admiración se extiende tanto hacia sus espléndidas creaciones primeras -con las que entablé conocimiento desde muy joven-, llenas de sentido poético, profundidad y connotaciones oníricas, como hacia toda su gran obra posterior, de un realismo renovador y trascendente, en la que ha sido capaz de incorporar casi todos los hallazgos técnicos propios del informalismo.Su obra nos adentra en un recorrido enriquecedor por los presupuestos de la tradición pictórica española y por la abundancia de problemas planteados por la modernidad. Sin embargo, no puede ser etiquetado como un pintor tradicional, porque su lenta y reflexiva mirada hacia la realidad es una mirada eminentemente moderna.Su estilo pictórico nunca podrá considerarse un realismo al uso. Sus composiciones nos muestran andldquo;otra realidadandrdquo;, como rezaba el título de la Exposición dedicada en 1992 a la obra de la denominada Escuela de Madrid, en la que Antonio López ha sido, desde los años sesenta, un aglutinante fundamental.Su arte, como él mismo se ha encargado de esclarecer, no es ningún prodigio o misterio inexplicable. Su trabajo creativo, su método y su maestría rechazan el recurso a la inspiración sobrevenida. Sus únicos secretos son, nos dice, la técnica y las horas, las muchas horas de paciente trabajo dedicadas a la contemplación, empleadas en captar, en analizar, en andldquo;mirarandrdquo;.Gran parte de los rasgos que caracterizan su pintura se explican en su devoción por artistas como Velázquez, El Bosco o Vermeer, los dos primeros tan bien representados en este Museo. Antonio López admira en ellos su capacidad para innovar y anticiparse, así como su cercanía a nuestra mirada actual, tan condicionada por el cine o la fotografía.Pero, al mismo tiempo, no hay que olvidar que la genial obra de nuestro nuevo Premio Velázquez, en un prodigioso ejercicio de integración de las artes, ha tenido -a su vez- una notable impronta en la estética del cine español más reciente. Numerosos planos realizados por algunos de nuestros más destacados creadores cinematográficos, incorporan como telón de fondo decorados urbanos inspirados directamente en la iconografía personal del premiado.Considerado, a justo título, como uno de nuestros grandes maestros contemporáneos, y muy querido y admirado por el conjunto de la sociedad española, Antonio López ha recibido con la discreción y la humildad que le son propios, galardones tan significativos como la Medalla de Oro a las Bellas Artes; la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid; el Premio Tomás Francisco Prieto de la Fundación Casa de la Moneda; y el Premio Príncipe de Asturias que mencionaba hace unos instantes. Es también uno de los ilustres miembros de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En este día en que premiamos a Antonio López, le dedicamos el homenaje de nuestro reconocimiento, admiración y respeto por una obra y una trayectoria artística convertidas en referente esencial de nuestras artes plásticas contemporáneas, que nos llenan de orgullo por su espléndida encarnación de la realidad de España.El arte es un bien común que enaltece al ser humano y que, gracias a sus infinitas formas de expresar el mundo, nos enriquece y proyecta hacia una realidad de sensaciones y emociones que amplían nuestros horizontes. Desde su aguda sensibilidad y libertad para mirar, demostradas durante toda una vida consagrada al arte, Antonio López nos sigue dando una lección perenne e impagable de concordia y de amor a nuestro entorno, a la naturaleza y a los seres que en ella habitamos.Por todo ello, Don Antonio, enhorabuena de corazón y muchas gracias por hacer lo que haces y por ser como eres: Maestro.