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Palabras de Su Alteza Real el Príncipe de Asturias en la presentación del Diccionario de Americanismos

Perú(Lima), 23.11.2010

B

uenas tardes y muchas gracias a todos ustedes por acudir a esta cita en torno al idioma que nos une. Les quedo muy agradecido al Señor Rector, Señor Ministro de Cultura y Señor Presidente de la Academia Peruana de la Lengua por sus amables intervenciones.

Como saben todos ustedes, la Princesa y yo estamos realizando nuestra primera Visita Oficial a la noble Nación peruana. Es algo que, sinceramente, nos alegra e ilusiona y que hacemos con el propósito de contribuir a la gran amistad y hermandad entre nuestros pueblos, a las excelentes relaciones que ligan a nuestros Estados y a la intensa variedad de vínculos culturales, económicos y sociales que tenemos con el Perú y con todos los países Iberoamericanos.

Por ello, me emociona especialmente el hecho de que mis primeras palabras desde nuestra llegada a Lima sean para saludar a esta gloriosa Universidad definida en su escudo como "Academia de San Marcos de la ciudad de los Reyes en el Perú".

Fundada por Cédula Real del Emperador Carlos, nacía vinculada en privilegios y en sintonía de espíritu renacentista con la vieja Universidad de Salamanca. En Salamanca se habían formado algunos de los primeros maestros, como Pedro Gutiérrez Flórez y Francisco de León Garabito, que fueron, además, rectores; o Alonso Velázquez, Oidor de Lima. Todos ellos y otros muchos trasladaron aquí, a las Facultades de Filología, Cánones y Artes, el espíritu renovador que Francisco de Vitoria había impulsado en elámbito del derecho de gentes, o Nebrija en el campo de las Humanidades.

Apuntando a la raíz del cambio revolucionario de mentalidad que los descubrimientos de todaíndole estaban produciendo por entonces, sentenció Juan Luis Vives: "el orbe se ha abierto de par en par a la vista del género humano". En efecto, al tiempo que se descubrían nuevos mundos y gentes nuevas con historias, costumbres y lenguas diversas, el hombre se descubría aél mismo como "medida de todas las cosas".

No es casual que todo ello coincidiera con el auge del estudio de las Letras Clásicas. En sus conventos del Cuzco y de Lima, los frailes dominicos que sentaron la base de esta Universidad, estudiaban a fondo las Instituciones latinas de Nebrija, y, sobre su pauta, construyeron los misioneros, en un servicio cultural impagable, las gramáticas y vocabularios de las lenguas indígenas. En esta línea destacó, la primera, esta Universidad, sensible sobre todo a la riqueza de las lenguas del Incario.

Pocos años más tarde de la fundación de esta Universidad, partía del Cuzco para España Gómez Suárez de Figueroa, un mozo veinteañero, hijo de un capitán español y de una princesa inca. Iba a la Corte en busca de una recompensa a los servicios prestados por su padre. Fracasado en el intento, se retiró a vivir en el pueblo cordobés de Montilla, donde se dedicó al estudio y a la escritura. Pronto iba a publicar, con la firma de Inca Garcilaso de la Vega, una traducción de los Diálogos de amor, de León Hebreo, en una prosa -dirá Mario Vargas Llosa- "tan limpia como el aire de los Andes".

"Forzado, según su propio testimonio, del amor natural de la patria" y desbordado por la nostalgia, dedicó gran parte de la vida a construir un verdadero monumento literario y la mejor crónica de Indias: los Comentarios reales, sobre el Imperio de los Incas, y la Historia general del Perú, segunda parte que alcanza los primeros tiempos de la colonia.

Me interesa recordar aquí la dedicatoria de estaúltima: "A los Indios, Mestizos y Criollos de los Reynos y Provincias del grandísimo Imperio del Perú, el Ynca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad".

En toda la literatura en español es difícil encontrar una expresión más clara en su concisión y más auténtica por quien la escribe, del valor de la lengua como instrumento creador de comunidad. Porque los Comentarios rebosan tradiciones incaicas orales y escritas queél, sobrino-nieto por línea materna del emperador Huayra Cápac, había escuchado en vivo de quienes cada día lloraban a sus Reyes muertos y se dolían de la enajenación de su imperio.

Pero toda esa gran memoria aprovechaba también la tradición literaria de laépoca clásica y de los libros hispánicos de caballerías. Se producía así un logro genial: la escritura del Ynca se empapaba del runa-sini y del quechua, a la par que el español -esa lengua, hija del latín, enriquecida por las aportaciones de judíos,árabes y otras lenguas- se convertía, ensanchando su orbe, en la lengua de indios, mestizos y criollos: se hacía también americana.

Esa fue la primera aportación del Perú a la lengua que hoy compartimos unida. En su estela se inscribe una larga lista de creadores. Lope de Vega, que se cartea literariamente con una "Amarilis" andina, llega a decir en su Laurel de Apolo: "Las Indias, en ingenios mundo nuevo, / que en ellos puso más cuidado Febo / que en el oro que cría". Así lo acredita hoy el reciente Premio Nobel concedido a Mario Vargas Llosa, quien, además de acercarnos al Perú vivo y palpitante en su rica diversidad, proyecta en su genio creador un espíritu de excelencia que lleva el cuño de la antigua estirpe.

Toda esa aportación de cultura es la que quiero agradecer en este acto en el que se presenta el Diccionario de americanismos, preparado por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Conocemos la preocupación de Colón por "tomar lengua", por "haber lengua", es decir, por que los indígenas comprendieran la castellana yél las suyas.

En ese intercambio, en la lengua mestiza iban incrustándose voces nuevas: trescientos indigenismos incorpora el Padre Las Casas en su Apologética, y quinientos se registran en la General y natural historia de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo. Muchos se entreveraron en los escritos literarios, alumbrando el mundo de la dualidad y el mestizaje que hemos visto en el Inca Garcilaso. Sor Juana Inés de la Cruz se preguntará en México más tarde: "Qué mágicas infusiones / de los indios herbolarios / de mi patria, entre mis letras / el hechizo derramaron?". Octavio Paz veía en ese lenguaje tornasolado la sombra del otro, un habla con murmullos y silencios.

A partir del nacimiento de las Repúblicas americanas, el español supranacional fue enriqueciéndose en su mestizaje y pluralidad. Aquella sombra, aquellos murmullos y silencios se hicieron en el siglo XIX idea, y en el XX, palabra. Novelas magistrales recuperaron el mundo del indigenismo y el mestizaje y las corrientes de la modernidad fecundaron todos los campos de la literatura. Nuestra lengua se hacía de este modo universalmente congregadora, y, más allá de las Naciones y la geografía, por encima de las diferencias sociales y políticas, se creaba una ciudadanía del idioma, caracterizada por la fidelidad a las raíces y la apertura al diálogo con otras lenguas de América y de España.

Ahora, en este Diccionario de Americanismos, oímos resonar el eco de muchas voces, no solo, naturalmente, del habla literaria sino del habla de la calle, que es donde la lengua bulle y cambia con ancha libertad.

El Profesor Don Humberto López Morales, a quien hemos de agradecer su entusiasmo y su esfuerzo, y la contribución decisiva de su saber, ha explicado de manera cumplida la historia interna de la obra, su carácter pionero y las características lexicográficas que la distinguen. Yo quisiera subrayar y celebrar un valor fundamental: su naturaleza panhispánica.

El Diccionario es, en efecto, fruto del trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española. Han sido, lógicamente, las Academias americanas las que han asumido el protagonismo, responsabilizándose cada una de lo relativo a su país. Y la española ha colaborado con sus equipos de lexicógrafos y su tecnología a hacerlo posible.

Estoy seguro de que todos ustedes comparten nuestro sentimiento de profunda gratitud a todas y cada una de las Academias que en losúltimos diez años nos han entregado la Nueva gramática de la lengua española, están a punto de culminar una magna edición de la Ortografía; y, además de otras obras, como el Diccionario panhispánico de dudas o las ediciones conmemorativas, nos hacen el regalo de este gran Diccionario de americanismos.

En todas estas obras se sustenta y se expresa la unidad de nuestro idioma, base de la unidad de acción de los pueblos hispánicos. El gran maestro Don Andrés Bello pedía un ensanchamiento del lenguaje -"se puede enriquecerlo, decía, a todas las exigencias de la sociedad y aun a las de la moda"-, pero manteniendo por encima de todo la unidad para no perder "uno de los más preciosos instrumentos de correspondencia y comercio, y, sobre todo, una seña de identidad".

Porque la lengua -añado- la hacemos y nos hace. Es un patrimonio que recibimos de nuestros antepasados a través de nuestros padres y que hemos de entregar, enriquecida, a nuestros hijos. A ello ha servido y sirve esta Universidad, a la que, con nuestro saludo, el de la Princesa y el mío, expresa el viejo deseo de sus tiempos fundacionales: "Vívat, créscat, flóreat". Sí, que viva, crezca y florezca. Y a todos, nuestro mejor deseo de paz y de prosperidad.

Muchas gracias.

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