E
l arquitecto español Emilio Tuñón -Premio Mies van der Rohe de la Unión Europea en 2007 junto a su colega Luis Moreno Mansilla - ha definido los edificios creados por ambos como?oscilación permanente entre sonido y sentido?.
?El sonido -proseguía Tuñón- es el optimismo, la alegría, las ganas de jugar; mientras que el sentido es las ganas de servir a la sociedad?.
Esa articulación entre creatividad y servicio, determina el núcleo del intercambio de pareceres que promueve este?Congreso Internacional de Economía y Cultura?, que me complace inaugurar en esta dinámica e innovadora ciudad de Barcelona.
En efecto, este Congreso, nacido de la iniciativa de la Cámara de Comercio busca, con el apoyo del Ministerio de Cultura, situar la actividad cultural en el centro del debate económico.
Un objetivo que en España, como en el resto de Europa, cuenta con el aliento de una rica, variada y sabia tradición de siglos.
Precisamente, este bello salón gótico de la Lonja de Barcelona, cuya construcción impulsó mi antecesor el Rey Pedro IV, demuestra que ya en el Siglo Catorce se había establecido una sólida relación entre economía y cultura.
Más tarde, en el Siglo Dieciocho, este mismo edificio albergó la primera Escuela de Diseño y Bellas Artes que contribuiría al notable crecimiento cuantitativo y cualitativo de la producción textil.
En otras palabras, comprobamos que a lo largo de nuestra larga y fecunda Historia, cuantos volcaron clarividencia y esfuerzo en la promoción del comercio internacional, supieron apreciar y favorecer desde el primer momento el enorme valor diferencial que el creador o el artista pueden aportar a nuestro tejido productivo.
Esa misma orientación ha cobrado una renovada importancia en nuestro mundo, globalizado y cada vez más competitivo.
Hoy, en medio de una crisis económica y financiera con muy serias y dolorosas repercusiones sociales, nuestras economías avanzadas encuentran una oportunidad de diferenciación y de creación de valor en la amplia y variada tradición cultural que encierran nuestros respectivos países.
Ahora quizá más que nunca, los expertos buscan incentivar el talento, la creatividad o la innovación.
Y lo hacen con el triple objetivo de atender con mayor eficacia la demanda del consumidor, de prever con antelación suficiente su evolución futura y de conquistar nuevos mercados.
Toda Europa?incluida España- sabe de la importancia de volcar un esfuerzo adicional para estimular sus industrias culturales, como instrumento para contribuir a recuperar el crecimiento de la economía y a consolidar antiguos y nuevos modelos de crecimiento y bienestar.
Un instrumento, además, particularmente flexible, toda vez que se ha ido adaptando con fluidez a las más modernas tecnologías que, a menudo, incluso perfecciona.
Constatamos también que nuestras sociedades contemporáneas, no sólo demandan cada vez más productos culturales, a través de las múltiples redes y ventanas de difusión interconectadas entre sí, sino que reclaman siempre mayor creatividad al diseño de dichos productos.
Más aún, es evidente la tendencia en los cinco continentes a intercambiar en mayor medida sus producciones culturales, realzando el valor de la cultura para el conocimiento mutuo.
En ese marco, las industrias culturales de los Estados europeos disfrutan, no sólo de la riqueza y prestigio de sus Patrimonios históricos y artísticos, sino del atractivo que suscita la fuerza y calidad de su creación contemporánea, tanto humanística y artística, como científica y técnica.
Un atractivo reforzado por el peso, proyección y universalidad de nuestras lenguas. Así, por ejemplo, el castellano, como gran idioma de comunicación internacional, representa un activo de especial relevancia, reforzado por la creciente importancia de su uso en?Internet? y su valor como intangible empresarial.
Es bien sabido que la cultura genera empleo y conforma un creciente porcentaje del Producto interno bruto de nuestros países.
Igualmente, produce innumerables beneficios externos. Facetas, todas ellas, reforzadas por ese mismo aumento de la demanda global de productos culturales.
Europa y España pueden y deben reforzar el potencial de sus industrias culturales en un mundo cada vez más competitivo. Para ello, hemos de invertir en talento, integrar la creatividad en los procesos de innovación empresarial y situarnos mejor a escala internacional.
De ahí el interés de este Congreso que persigue analizar las actividades integradas por los conceptos de economía y cultura, creatividad y servicio, para ver cómo y en qué sentido se complementan, se interrelacionan y se potencian mutuamente.
Espero que las sugerencias y propuestas de los congresistas puedan contribuir al diseño de una nueva estrategia europea de fomento de la innovación y de las industrias culturales.
Con ese espíritu y mis mejores deseos para sus debates, declaro inaugurado el Primer Congreso Internacional de Economía y Cultura.
Muchas gracias.