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ada año desde hace 28 vengo a nuestra querida Asturias y os puedo asegurar que uno de mis mayores deseos que se mantiene desde el primero, es el de conocerla más a fondo para así quererla cada vez más, pues, como bien sabéis, sólo se puede amar aquello que se conoce. La entrega del Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias me ha permitido recorrer sus valles, sus aldeas, sus bosques centenarios, sus costas, sus caminos y sus montes y en cada visita he descubierto una nueva luz, un nuevo y diferente colorido, otro lugar de sorprendente belleza.
Ahora tengo la fortuna de viajar en compañía de la Princesa. Juntos, además de recorrerla, procuramos encontrar la ocasión de conversar con vosotros y de conocer vuestros anhelos e inquietudes, que siempre expresáis de manera admirable, con una cercanía y una franqueza que agradecemos y apreciamos como una de vuestras mejores virtudes.
Nuestra presencia hoy aquí, en Torazu, es una nueva ocasión para profundizar en esos propósitos, y queremos en primer lugar daros las gracias de todo corazón por habernos recibido con tanto cariño.
La Princesa y yo nos sentimos felices compartiendo con vosotros estas horas, pues entendemos muy bien vuestra alegría y vuestro orgullo por haber logrado, después de siete años de unión y de ilusionado trabajo, el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias.
Os damos, por ello, a todos nuestra enhorabuena. En primer lugar, a los componentes de la Asociación Cultural Incós, promotora de la candidatura, y a quienes trabajáis en distintas asociaciones e iniciativas (en especial, la Cofradía del Carmen, la Asociación de Festejos y la Asociación El Berizu), con el apoyo constante del Ayuntamiento de Cabranes.
Habéis demostrado, con tesón y esfuerzo, vuestra capacidad para mantener vivo en el tiempo el deseo de mejorar, de hacer las cosas bien, de proyectar con ilusión el futuro. Un futuro que, en un mundo tan cambiante, difícil y tan lleno de oportunidades como el que nos ha tocado vivir, vosotros queréis construir sereno, apacible y seguro para vuestros hijos. A él sólo se puede llegar dignamente si no olvidamos valores y consejos como los que nos dejó Jovellanos, quien nos advirtió del peligro de trabajar tan sólo para conseguir un beneficio particular y rápido, fruto de una ambición malsana; él nos enseñó, también, que el trabajo bien hecho, aquel que nos honra, es el que se esfuerza por alcanzar, además del bienestar privado, la prosperidad pública y una vida íntegra para todos.
El deseo de mejorar, asentado en el orgullo por un pasado digno de ser preservado, es muy activo en Asturias, tal vez porque los asturianos habéis entendido con lucidez siempre que el progreso debe ir de la mano del recuerdo agradecido, del cuidado de todo lo mejor de vuestro patrimonio rico y ancestral, como lo habéis hecho vosotros. Un claro ejemplo de ello es el interés que habéis puesto en la conservación de los hórreos y paneras que tanto identifican, embellecen y hacen único el paisaje de Asturias.
En Torazu, como en muchos otros pueblos y aldeas de Asturias y de España, ha tenido una gran influencia la experiencia tantas veces amarga de la emigración, el dejar vuestra tierra y vuestros seres queridos para iniciar una vida lejos de aquí, buscando nuevas oportunidades y nuevas esperanzas, pero nunca olvidando a la patria querida.
Muchos de los que tuvieron que vivir estas circunstancias consiguieron prosperar con gran esfuerzo y ayudaron de manera generosa al progreso de nuestro país y de los pueblos que los vieron nacer, hasta convertirse en un factor de avance económico y social de extraordinaria importancia.
Por eso nuestro pensamiento, lleno de gratitud y de emoción, está hoy unido a todos ellos, y especialmente a todos los hombres y mujeres que, nacidos aquí, desde Argentina, Cuba, México, República Dominicana y otros países recuerdan con añoranza aquellos años de su infancia, cuando vivían protegidos por este paisaje hermoso, por el silencio y la niebla, por la maravillosa panorámica de los Picos de Europa y el monte Incós.
Tantas personas que hoy estarán pensando con añoranza en su Torazu del alma y que en un día tan especial como este, recordarán con ternura a sus padres, a sus abuelos, a sus maestras y maestros, a quienes los ayudaron a dar los primeros pasos en la vida y que un día los vieron partir con el dolor prendido en el corazón. Recordarán a todos los que se quedaron y esperan cada año el regreso de los suyos. Y se preguntarán, quizás, como lo hacía desde México el poeta y emigrante Alfonso Camín con estos hermosos versos:
Si soy el roble con el viento en guerra,
¿cómo viví con la raíz ausente?
¿Cómo se puede florecer sin tierra?
Con la misma devoción, con la misma esperanza, sin ahorrar sacrificios, tendréis que trabajar los más jóvenes. Con la mirada puesta en el futuro, escuchando los ecos del pasado, aprendiendo de él para construir juntos una vida próspera y en la que, además, la tradición y el respeto a la herencia recibida sigan siendo vínculos indestructibles de vuestra identidad.
Aunque afortunadamente las condiciones de vida de las zonas rurales son hoy más benignas y esperanzadoras que antaño, lo cierto es que una parte de la juventud busca fuera de ellas las oportunidades de prosperidad personal y profesional que no encuentran en su tierra. Estos procesos es necesario convertirlos en nuevos retos, pues en nuestros campos queda mucho por hacer.
En los tiempos actuales, la actividad agraria aún puede y debe ser un soporte esencial de la economía, y jugar un papel fundamental en la conservación del paisaje y del medio ambiente, y en la lucha contra el cambio climático. Así se promoverán nuevas actividades, aprovechando las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para producir bienes y servicios con el mínimo impacto ambiental y el mayor valor; actividades que desborden el mercado local y sean capaces de insertarse en la economía global.
Y ello sólo será posible si los jóvenes aceptáis el reto de emprender, de innovar. Si trabajáis para alcanzar una vida en la que nada os aleje del tiempo en que vivimos, de los avances científicos y técnicos, del bienestar. Una vida, en definitiva, plena. Por ella lucharon vuestros antepasados. Por ella, para que vosotros la disfrutárais, se sacrificaron. Vosotros debéis ser ahora merecedores de su esfuerzo y su entrega. Sólo así seréis también algún día los depositarios de la ejemplaridad que hoy premiamos en Torazu y solo así os mirarán vuestros hijos y nietos con el mismo orgullo que vosotros miráis a vuestros abuelos y padres.
Me gustaría recordar con gratitud y cariño a todos los que han presentado sus candidaturas a este Premio, y en especial a quienes llevan, como Torazu, varios años haciéndolo, así como al pueblo de San Salvador de Valledor, en Allande, que ha quedado finalista en esta edición.
Asimismo, doy las gracias al Jurado, que de nuevo ha llevado a cabo su difícil cometido con altura de miras y responsabilidad. Y al Gobierno del Principado, por apoyar esta iniciativa de la Fundación que tan entrañables momentos nos ha proporcionado a lo largo de los años.
La Princesa y Yo queremos, por último, deciros que nunca olvidaremos estas horas que estamos pasando en vuestra compañía. Gracias de todo corazón por mostrarnos vuestros proyectos para el futuro y por el cuidado con el que conserváis vuestras tradiciones y vuestro entorno. Gracias por querer compartir con nosotros vuestros sueños. Y enhorabuena, de nuevo, por este Premio, tan merecido.
Muchas gracias.