S
eñor Presidente del Congreso de los Diputados.Señor Presidente del Senado.Señor Presidente del Gobierno.Señoras y señores Ministros.Señoras y señores Diputados y Senadores:
Quiero que mis primeras palabras en esta Sesión de Apertura Solemne de la VI Legislatura expresen, ante todo, mi saludo y cordial felicitación por haber sido elegidos como representantes del pueblo español, así como mis mejores deseos para el trabajo que vais a desarrollar como miembros de las Cortes Generales.
Se inicia esta Legislatura cuando se cumplen veinte años desde la primera consulta democrática de nuestra historia reciente.
En 1976 el pueblo español se declaró por mayoría abrumadora en favor de una transición pacífica, cuyo texto fundamental aprobó en el referéndum constitucional de 1978.
Desde entonces acá, las sucesivas elecciones generales han ido conformando y confirmando la secuencia de nuestra normalidad democrática, en la que felizmente vivimos.
Paso a paso hemos ido afirmando la convicción de que la manifestación de voluntad del cuerpo electoral es el eje del funcionamiento de nuestro sistema político, el acto fundamental del ejercicio de la soberanía que conforme a la Constitución corresponde a nuestro pueblo.
Es esencia de la Democracia, que la confirma y actualiza, que se sucedan con normalidad nuevas formas y prioridades en la formulación de la política concreta que se manifiestan en mayorías parlamentarias de distinto signo.
Vivimos una coyuntura importante para nuestro futuro. Os corresponde en este momento construir el presente con la vista puesta en el porvenir, despejando incógnitas y abriendo caminos para iniciar el siglo XXI con decisión y eficacia.
No es, por tanto, extraño que una empresa de esta envergadura requiera no sólo vuestra atención y experiencia en sus aspectos propiamente normativos, sino también, y quizá principalmente, las actitudes adecuadas para llevar a buen término esta tarea.
De todas éstas destaca en primer lugar el espíritu de concordia y coincidencia en los fundamentos últimos y los valores esenciales del sistema democrático, que recoge y específica nuestra Constitución.
Fue precisamente este espíritu el que presidió la redacción de nuestro texto constitucional, confiriéndole el mérito, nada desdeñable en situaciones como la presente, de adaptarse con flexibilidad a las circunstancias cambiantes y proponer vías de solución que no debemos temer explorar.
Las legítimas y necesarias diferencias en el modo de llevar a cabo este propósito, que caracterizan vuestras respectivas posiciones, pueden así sustanciarse a la luz y al amparo de la coincidencia en lo esencial, mediante un diálogo que huya del enfrentamiento y en el que la expresión y defensa de las diversas opiniones enriquezcan y contribuyan a la búsqueda de soluciones beneficiosas para todos.
Así lo requieren, tanto la misma dignidad de la institución parlamentaria como el cumplimiento eficaz del mandato que habéis recibido.
Pues si todos somos corresponsables del buen transcurrir de la vida pública, nadie lo es con mejor título que quienes tenéis a vuestro cargo tareas de tanta trascendencia para el bien común como, por un lado, la aprobación de las Leyes, que concretan la letra y el espíritu de la Constitución en mandatos singulares que afectan a la existencia cotidiana de cada ciudadano, al tiempo que conforman, en su conjunto, la estructura primaria de nuestro Estado de Derecho y, por otro, el control de la acción del Gobierno.
Cada vez es más difícil discernir, y sobre todo coordinar, los intereses generales en medio de los requerimientos individuales y colectivos que van a presentarse a vuestra consideración. A ello contribuye la complejidad de los asuntos, en los que tienen tanto peso la especialización característica de la vida moderna y las complicadas cuestiones de orden técnico que inevitablemente le acompañan.
Por eso resulta más necesario que nunca mantener un contacto estrecho y directo con la realidad, acertar a interpretarla e incorporarla en el mayor grado posible a vuestro diario quehacer.
De ahí también la conveniencia de seguir atentamente la evolución de las corrientes de opinión, sobre todo en los estratos más profundos, en los que se manifiestan con mayor autenticidad sus tendencias más constantes y duraderas.
Comprender y asumir este conjunto de voces de las más variadas procedencias, armonizándolas e integrándolas, son cometidos importantes y significativos de vuestra tarea como legisladores.
Con este talante podéis abordar confiadamente las importantes cuestiones que os aguardan al comienzo de esta Legislatura.
De entre todas ellas, sé que os merece particular atención la articulación de un marco adecuado para la evolución de nuestra economía, de modo que responda a las exigencias inexcusables de la dignidad de la persona humana y asegure el progreso y el bienestar social.
En esta Legislatura que hoy se inicia, no menos importante será la tarea legislativa que llevaréis a cabo en beneficio de la consolidación del Estado de las Autonomías, desde la solidaridad, el mutuo entendimiento y la sólida convicción de que el presente y el futuro de España exigen conjugar con sincera inteligencia, lealtad y diálogo profundo, las peculiaridades propias de cada Comunidad Autónoma con los elementos y valores comunes que a todos nos enriquecen y definen.
De igual modo, la solidaridad y la unidad de todas las fuerzas democráticas abren una vía por la que podemos transitar sin miedo hacia la erradicación de la violencia terrorista, que priva de la vida y de la libertad, todavía hoy, tan brutal e injustamente a ciudadanos inocentes. Solidaridad y unidad para respaldar el rechazo mayoritariamente expresado por la sociedad española y afianzar los pasos significativos que se van dando en este sentido.
Habrán de afrontarse también los nuevos retos que nos plantean aquellos otros problemas de las sociedades modernas que, como la erradicación de la marginación social, la lucha contra la lacra de la droga, o la preservación del medio ambiente, exigen renovados esfuerzos de imaginación de legisladores y gobernantes.
Los años que se avecinan van a plantearnos una serie de decisiones que afectan muy especialmente al papel de España en el concierto internacional.
No es preciso subrayar la importancia de las que se refieren a nuestra participación en el proceso de integración europea, del que depende nuestro futuro en el conjunto de los países desarrollados y al que hemos de acceder sin mengua de nuestros legítimos intereses.
De forma no menos significativa e intensa, tenemos que incrementar el protagonismo de la Comunidad Iberoamericana, de la que formamos parte, mediante una continua y creciente atención al desarrollo de sus instituciones democráticas, a su progreso económico y social y a su personalidad cultural, basada, entre tantos otros factores de unión, en nuestra lengua común.
Dirigimos, también, una mirada de esperanza al mundo mediterráneo, cuna de nuestra civilización y foro de encuentro y diálogo entre mentalidades, estructuras económicas y experiencias culturales diversas, pero unidas en un propósito común de cooperación en un área vital para nuestro futuro.
Señoras y señores Diputados y Senadores,
Grande es el trabajo que os espera, pero estoy seguro de que serán aún mayores vuestra dedicación y vuestro entusiasmo.
Cada tiempo histórico tiene sus propias exigencias, pero también trae, para afrontarlas, nuevas dosis de ilusión y de compromiso colectivo. Las jornadas transcurridas desde la celebración de las elecciones y los actos vividos en este mismo Salón hace pocos días, ponen de manifiesto, junto al sólido asentamiento de los procedimientos constitucionales, la concurrencia de todas las voluntades para que estas Cámaras y el Gobierno de la Nación, parlamentariamente investido, puedan desarrollar un intenso trabajo para beneficio de todos los españoles.
Permitidme reiterar en esta Cámara mi reconocimiento y respeto a las Cortes Generales y a las tareas que desarrollan.
Con estas convicciones, y la seguridad de vuestra dedicación al servicio de España, declaro abierta la VI Legislatura.