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Palabras de Su Majestad el Rey en la apertura del Curso Académico Universitario 2000-2001

Cáceres, 09.10.2000

C

omo todos los años, al iniciarse el curso, venimos a compartir con todos los que componéis la comunidad universitaria este acto solemne.

El Rector, los profesores, los alumnos y el personal de administración y servicios de la Universidad de Extremadura representáis hoy a todos los de las Universidades españolas,  a quienes van dirigidas estas palabras de afecto y estímulo al empezar el nuevo año académico.

Las transformaciones sufridas en el milenio que acaba con el año 2000 han sido espectaculares, y el ritmo del progreso se ha ido acelerando de forma inimaginable al comienzo de la actual centuria.

Los últimos años han contemplado incluso la evolución multiplicadora del poder de la inteligencia y sabiduría humana. Los avances del saber se han manifestado en ritmos de desarrollo tecnológico que hacen que nuestro mundo sea muy distinto al que tenían ante sus ojos anteriores generaciones.

En nuestro ámbito mas próximo, vivimos un periodo en el que la construcción política y social de Europa se está haciendo paso a paso. Es esta etapa la que tenemos que aprovechar para edificar la Europa de la ciencia y de la educación.

¿Por qué una Europa de la ciencia y de la educación? Porque gracias al aprendizaje de Europa y de su ciudadanía, nuestros estudiantes podrán apoyarse en valores compartidos y en la pertenencia a un espacio social y cultural común.

Porque al adquirir una verdadera cultura europea, los que en breve plazo serán llamados a pensar, dirigir o llevar a cabo el reto de un futuro mejor, dispondrán de los medios para hacer frente a los desafíos del próximo milenio. 

Y porque borrando fronteras, sin suprimir por ello las particularidades distintivas de cada país, esta Europa del conocimiento contribuirá al fortalecimiento de la paz y de la democracia en nuestro continente.

Tenemos, por tanto, que preocuparnos de construir un espacio renovado, fundado en el fortalecimiento de las dimensiones intelectuales, culturales, sociales, científicas y tecnológicas.

Rico en su diversidad, que no trata, en modo alguno, de uniformar, sino de respetar y poner en valor la identidad de cada uno, esforzándose en construir canales de comunicación e intercambio entre nuestros estudiantes, profesores e investigadores, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Consciente de su significado como fermento del desarrollo de nuestra sociedad durante los próximos decenios.

Primero, con la transmisión de aquellos conocimientos que mejor lo alimenten y estimulen,  tanto en las nuevas generaciones, como en el conjunto de la sociedad, y con su constante actualización a través de la formación permanente.

También con una pedagogía de valores y actitudes como la convivencia y el diálogo, el empeño por el trabajo bien hecho y la búsqueda de soluciones, y la responsabilidad social respecto a los medios e instrumentos que se manejan y a los resultados que se consiguen.

Y, finalmente, con una cada vez más estrecha vinculación a la evolución de las necesidades y demandas de la sociedad y al progreso científico y técnico.

Pues las universidades deben ser también, hoy día, instituciones que contribuyan a la creación de riqueza y al dinamismo económico, mediante un esfuerzo de innovación y una especial dedicación a facilitar las transferencias del mundo de la investigación al de la realidad empresarial.

Esta debe ser la vocación de vuestra Universidad, porque es joven y porque vive en una Comunidad dinámica, de la que tiene que ser ejemplo y estímulo.

Os animo, pues, a formular un proyecto universitario ambicioso y solidario, a hacerlo atractivo para vosotros y vuestros conciudadanos, y a llevarlo a cabo con dedicación y entusiasmo.

España, en los albores de un nuevo siglo, os lo agradecerá, pues en vosotros está su porvenir y su futuro.

Con este deseo, declaro inaugurado el Curso Académico universitario 2000-2001.

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