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omo todos los años, volvemos al Aula Magna de la Universidad de Alcalá de Henares, para celebrar el Aniversario de Miguel de Cervantes, nuestro autor más universal.
Celebramos a Cervantes y con él la lengua que nos une, que nos hermana en la cercanía y en la distancia. Y también en el tiempo, desde la poesía de Berceo hasta el milagro de un idioma que hablan hoy más de cuatrocientos millones de personas y cuyo crecimiento y desarrollo es una realidad evidente y con futuro.
Recordaba Unamuno que el castellano hizo Castilla. Y por tanto, el español hace y hará España y América, extendiendo también fuera de ellas, cada día, sus ramificaciones. La lengua que diseñara Nebrija, y que Cervantes expresó en el Discurso de las Armas y de las Letras, es nuestro mejor patrimonio común.
Nos alegramos de que nuestras mejores armas sean hoy las de la razón que organiza, las del sentimiento que crea y da calor, las de la solidaridad que aproxima y comparte. Esa lengua nos visita esta mañana a través de Jorge Edwards, ganador del Premio Cervantes 1999, gracias a su obra esencialmente narrativa, aunque incluye rasgos de poesía y formas de ensayo que también contribuyen a enriquecer su trayectoria como escritor cabal y consecuente.
Edwards proviene de Chile, uno de los países de más larga y convencida tradición democrática de América. La originalidad de esta tierra viene dada, incluso, por un dato exclusivo: al decir de Andrés Bello, es el único país del mundo moderno que nace con una epopeya, como sucedía en la antigüedad y en la Edad Media: La Araucana, del español y poeta en tierras americanas Alonso de Ercilla.
En literatura, la tradición chilena es amplia y bien matizada, de manera especial en este siglo. Las generaciones de buenos escritores se suceden de manera natural y consecuente, de modo que su literatura armoniza sabiamente los valores particulares con los universales. En ese cuadro se inserta la figura y la obra de Jorge Edwards, los grandes méritos y la vocación de creatividad que caracterizan al autor de Temas y variaciones.
Al correr del tiempo y los aconteceres, es oportuno recordar dos nombres particularmente ligados a la biografía y la escritura de Edwards: el narrador José Donoso y el poeta Pablo Neruda, que no tuvieron ocasión de recibir el Premio Cervantes, aunque bien lo merecían.
Con el primero compartió los trabajos y los días chilenos y españoles, porque ambos tenían su refugio en nuestra tierra, su casa y su mesa de trabajo. El autor de Casa de campo nos dejó hace pocos años, si bien sus libros, tan americanos como universales, permanecen para su atenta y reconfortante lectura. YJorge Edwards mantiene aún su enclave entre nosotros, de modo que alterna sus estancias chilenas con otras españolas, sin mayores dificultades, porque, al cabo, lo que nos diferencia es precisamente lo que nos complementa y enriquece.
Sabemos, también, que con Neruda su relación fue profunda y dilatada, de profesión, de amigos, de colaboradores y en cierto grado de maestro y discípulo, situación y circunstancias que Edwards plasmó de manera magistral en el libro Adiós, poeta, compendio de lo mejor de la relación humana, bien escrito, bien dilucidado y con la distancia crítica que marca la inteligencia sensible y discursiva.
Con tan reconocida estirpe y acompañamiento de escritores enlaza e incardina su obra el autor de Persona non grata. Escritor-diplomático, de dilatada tradición en las letras universales, o a la inversa, que también sería significativo. Con ambiciones de ciudadano del mundo, embajador y viajero, ese talante forma parte de su vida y se refleja en muchas de sus páginas.
Desde El peso de la noche hasta El whisky de los poetas, pasando por Los convidados de piedra, El museo de cera, El Patio, Gente de ciudad, Fantasmas de carne y hueso y El origen del mundo, toda una galería de libros y personajes entrañables han ido marcando la carrera literaria de este autor.
Un hombre que es paradigma del Chile moderno, americano pero también europeo de adopción, civilizado y pulcro, de amplios horizontes intelectuales, de humor cervantino y pleno de curiosidad por el hombre y por el mundo.
Conocidas sus circunstancias vitales y políticas, importa destacar su lucha y compromiso con la libertad y con las libertades individuales y colectivas. Ha vivido la historia de su país durante los últimos cuarenta años con plenitud y coherencia, respondiendo al postulado de aquel Premio Nobel que dijo: "En América Latina escribimos siempre de nosotros mismos y de nuestros problemas, para proyectarlos a lo universal. Y en la tarea, resulta necesario un escribir bien y un escribir consecuente".
Los cuentos, las novelas, los ensayos y las memorias de Jorge Edwards, así como su reciente obra El sueño de la Historia, son inequívocas pruebas de este compromiso, que definió otro Premio Cervantes hispanoamericano al recordarnos que "la literatura es un instrumento para crear hombres libres".
Felicidades a Jorge Edwards por este Premio tan merecido, y por invitarnos a seguir la senda, cada vez más ancha, de nuestro pensar, sentir y obrar común, a la sombra de Cervantes y actualizando sin demora y sin cansancio su ejemplo, que a todos nos ilumina y nos congrega en esta fiesta.