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eñor Presidente,Señora de Ford,
Tanto la Reina como yo queremos manifestaros nuestro profundo agradecimiento por tantas atenciones como hemos recibido en nuestra breve estancia en vuestra capital. Han sido unas horas fascinantes las que hemos vivido en esta ciudad en la que se siente latir el pulso del mundo. Cuando ayer mañana me dirigía al Congreso en una memorable sesión conjunta y veía ante mí a los distinguidos miembros del Senado y de la Cámara de Representantes, pensaba en el considerable tesoro histórico que representa nuestro pasado común. Porque, en efecto, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Alabama, Misisipí, Luisiana, Misuri, Iowa, Minnesota, Arizona, Colorado, Utah, Nuevo México, California, Oregón y Texas, es decir, 16 de los cincuenta Estados de la Unión, fueron tierras descubiertas, recorridas, ocupadas o civilizadas en mayor o menor medida por España y pertenecieron en alguna época a la Corona de España. Perdonadme, señor Presidente, esa enumeración pero la hago para enorgullecerme de ella.
En la toponimia de miles de ciudades, montañas, valles y ríos de la "beautiful" América está todavía presente el rastro de nuestros antepasados, conquistadores o misioneros que aquí dejaron sus palabras, su nombre, sus iglesias, sus misiones, y casi siempre sus huesos, para que se fundiesen en el destino futuro de vuestra gran patria antes de que ésta naciera. ¡ Cómo no había de estar yo, como Rey de España, emocionado y satisfecho de haberos visitado en mi primer viaje oficial al extranjero.
Señor Presidente: esta visita mía es obligadamente breve, bien contra mi deseo.
Otra vez, gracias. Os esperamos algún día no lejano en nuestra tierra que ya conocéis. Allí se recibe a los norteamericanos como a amigos sinceros y abiertos que saben darnos, en cuanto llegan a España, con su fresca espontaneidad, una ráfaga de pensamiento independiente y un ramillete de amistad de corazón.