Muchas gracias por la invitación para sumarme a este acto con el que celebramos el XV aniversario de la Fundación Euroamérica, y que nos invita a poner de relieve y a insistir en el peso y la importancia que tiene la relación estratégica entre Europa e Iberoamérica, —América Latina—; no solo para estas dos grandes regiones del mundo, sino, también, para la Comunidad Internacional en su conjunto; no solo ahora, sino, sobre todo de cara al futuro.
Felicito a la Fundación por esta iniciativa y por este cumpleaños pero, sobre todo, por su intensa actividad durante quince años fomentando esa relación interregional en los campos empresarial, universitario e institucional. Enhorabuena y gracias de corazón.
Durante los tres lustros de vida de esta Fundación, Iberoamérica y Europa, precisamente, han experimentado cambios profundos. Europa y la zona euro han vivido una de las mayores crisis de su historia, mientras que América Latina ha conocido un periodo de relevante bonanza económica. En este contexto internacional caracterizado por los cambios continuos y acelerados, por la incertidumbre que conllevan, y por la creciente interdependencia, estas dos regiones se encuentran en una situación más que idónea –dirá yo que incluso privilegiada− para aprovecharse mutuamente de una relación asentada en principios y valores compartidos.
Efectivamente, con frecuencia subrayamos esta coincidencia de valores y de rasgos culturales entre Europa y América. Esto es bien cierto; como también lo es el hecho de que ambos continentes son extraordinariamente heterogéneos, y de que cada uno de ellos puede ser perfectamente reconocido en el escenario mundial por sus características propias. Sin embargo, no cabe duda de que, en ese marco global, la afinidad de identidades entre Iberoamérica y Europa contribuye a que estos dos grandes espacios multinacionales puedan identificar con mayor facilidad sus intereses comunes.
Esta es la realidad de fondo que da fuerza y razón de ser a las múltiples dimensiones de nuestra relación intercontinental que son fomentadas en todos los ámbitos: político, cultural, económico y social.
Al mismo tiempo, como he querido adelantar, la asociación euro-latinoamericana —en su sentido más amplio— representa un valor objetivo para la Comunidad Internacional. Dos grandes regiones del planeta compartiendo visiones, preocupaciones y anhelos para conseguir, en suma, un mundo más justo, estable y próspero. El fortalecimiento de los lazos entre la Unión Europea y los distintos procesos de integración iberoamericanos busca ese alto objetivo desde la base de la legítima satisfacción de los intereses propios y compartidos.
A partir de estas consideraciones, resulta imprescindible subrayar la relevancia y la funcionalidad del eje iberoamericano, del espacio multinacional conformado por los países de lenguas española y portuguesa de los continentes americano y europeo —América Latina y la Península Ibérica.
La Comunidad Iberoamericana de Naciones, institucionalizada en diferentes sectores desde hace más de 60 años y que tiene en las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno y en la SEGIB sus instancias más visibles, es, en sí misma, una Comunidad euro-latinoamericana construida sobre los sólidos cimientos de la identidad común. Se puede afirmar que todos los ámbitos susceptibles de cooperación y de concertación han sido explorados durante decenios en el espacio iberoamericano, tanto en el ámbito público como en el privado, tanto en el intergubernamental, como en el no gubernamental.
Por ello, estoy seguro de que el acervo de conocimiento y experiencia que acumula la Comunidad Iberoamericana representa un gran valor para la relación euro-latinoamericana que puede y debe ser convenientemente aprovechado.
Señoras y señores,
"...somos una nación europea con una fuerte identidad americana y una clara vocación universal. Una identidad y una vocación que no pueden dejar de plasmarse en nuestra política exterior y en nuestras relaciones con los demás países del mundo. ..."
No es una circunstancia casual que nuestra capital, Madrid, nos ofrezca hoy este espacio en el que nos acoge generosamente la Fundación Telefónica.
España es y ha sido siempre un país comprometido con Iberoamérica −de la que forma parte− y con el fortalecimiento de la asociación euro-latinoamericana. No solo por una cuestión de identidad, sino también de intereses. De intereses en su sentido más elevado: interés por contribuir al desarrollo y el progreso de los pueblos americanos; por fomentar la economía de todas nuestras naciones; interés por impulsar un gran espacio de paz y de prosperidad entre nuestros continentes.
Pero no quiero dejar de apuntar hoy, de un modo más concreto, algunas aportaciones específicas que, para el logro de esos objetivos, puede realizar nuestro país, tanto en su condición de nación europea, como en su calidad de Estado de la Comunidad Iberoamericana.
Como país y socio europeo, España tiene muy presente la próxima cita birregional, la II Cumbre Unión Europea-CELAC, que se celebrará en Bruselas en 2015. La última Cumbre que albergó Europa tuvo lugar bajo presidencia española en Madrid, en 2010, y todos recordamos bien que imprimió un nuevo dinamismo a la asociación entre ambas regiones con el primer acuerdo de “región a región” de la UE —UE-Centroamérica—, con el Acuerdo Multipartes con Perú y Colombia, o con el lanzamiento de la Facilidad de Inversiones para América Latina.
La agenda pactada entonces ha guiado nuestra relación durante los últimos años, y hoy contamos con un entramado de acuerdos suscritos o en negociación que configuran una tupida red de relaciones comerciales, de diálogos políticos y de programas de cooperación a nivel birregional, subregional y nacional. Ahora, se trata de profundizar nuestra asociación en los muchos ámbitos, como el de las inversiones, en los que se aporte valor añadido y en los que nuestra relación es, cada vez, más simétrica.
Por otro lado, como país iberoamericano, España ha impulsado la reformulación del sistema de Cumbres con el fin de adecuarlas a los nuevos desafíos y a los cambios experimentados en los últimos años. Se han articulado medidas para favorecer la conexión de los espacios iberoamericano y euro-latinoamericano: como la próxima bienalidad de las Cumbres Iberoamericanas que, de este modo, se alternarán con las Cumbres UE-CELAC.
Igualmente, la Conferencia Iberoamericana profundizará en materias como el conocimiento, la cultura, la cohesión social, la economía y la innovación, abriendo claras oportunidades de cooperación con el proceso UE-CELAC que tiene también en el conocimiento un área de alta prioridad. No en vano, en la Cumbre euro-latinoamericana celebrada en Santiago de Chile el año pasado se decidió explorar la posibilidad de que ambas regiones trabajasen juntas en cuestiones de movilidad y de creación de un espacio común del conocimiento. Es un hecho, además, que Iberoamérica es depositaria de un capital de experiencia en esta materia muy notable que facilitará, sin duda, valiosas sinergias entre ambos procesos.
Pero, en este contexto de colaboración, debemos señalar que la relación es, de algún modo, “circular”. Durante décadas, miles de ciudadanos iberoamericanos han venido a España buscando oportunidades; han aportado riqueza y diversidad dando un excelente ejemplo de integración. Ahora sus países demandan mano de obra cualificada para sostener su pujante crecimiento y la presencia allí de un número creciente de profesionales españoles es buena muestra del beneficio que puede ofrecer la movilidad de capital humano para nuestros países.
Señoras y señores,
La contribución que España realiza, y puede seguir realizando, a la relación entre Europa y Latinoamérica es expresión, en definitiva, de que somos una nación europea con una fuerte identidad americana y una clara vocación universal. Una identidad y una vocación que no pueden dejar de plasmarse en nuestra política exterior y en nuestras relaciones con los demás países del mundo.
Estoy seguro de que esta realidad se ve y verá igualmente reflejada a lo largo de este coloquio. Pero el encuentro de hoy, que reúne a políticos y empresarios de nuestros dos continentes, es prueba, sobre todo, del compromiso y de la voluntad de americanos y europeos por fortalecer la relación euro-latinoamericana, que es tanto como decir la cooperación para la prosperidad compartida de todos nuestros pueblos.
Muchas gracias.