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ace veinte años -bueno, más exactamente veintiuno- que tuve la satisfacción de presidir el 20º Aniversario de esta Academia Olímpica, la española; una entidad pionera en su género que, como todas después, fue concebida para difundir los valores e ideales del Olimpismo, y para desarrollar la educación olímpica. Esos mismos años son los que llevo como Presidente de Honor de esta institución. Por ello, y por otras razones que ahora señalaré, confieso que me siento especialmente a gusto estando hoy aquí con todos vosotros.
En primer lugar, por lo que en sí mismas significan la defensa y la promoción de los principios olímpicos. La Carta Olímpica nos enseña que "El Olimpismo es una filosofía de vida que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu", y que "Al asociar el deporte con la cultura y la formación, se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto a los principioséticos fundamentales universales".
Es decir, como movimiento cultural y filosófico trasciende con mucho la dimensión deportiva. Nos aporta un códigoético para la vida basado en la no discriminación, la compresión mutua, la amistad, la solidaridad y el juego limpio. No hay actividad humana que posea la capacidad de convocatoria de un mosaico tan variado de razas, lenguas, religiones, sistemas políticos o tendencias culturales como el que el Olimpismo congrega a través de sus Juegos de verano e invierno.
De ahí su enorme importancia como agente dinamizador de las personas y las sociedades. Como he tenido oportunidad de señalar en otras ocasiones, el deporte es una escuela para el día a día, pues nos enseña que sin trabajo individual, sin sacrificios, sin voluntad de superación y deseos de triunfo, y sin honestidad, no habrá verdadero y legítimoéxito en nuestras vidas, cualquiera que sea nuestra profesión u ocupación.
De hecho, un deportista no llega a ser completo ni a tener verdaderoéxito si carece de valores; de igual modo que la victoria sin generosidad de poco o de nada sirve. En definitiva, la fuerza del ejemplo y el deseo de servir a la sociedad han de dar sentido al auténtico deporte. Todo esto es lo que promueven las Academias Olímpicas, verdaderas escuelas de Olimpismo que difunden y defienden el códigoético del deporte y que actúan como guardianas e impulsoras del patrimonio deportivo, en lo espiritual, intelectual y académico.
Otra razón de mi alegría por presidir este acto es mi adhesión personal y la de mi Familia, al afán olímpico, al olimpismo. Como bien saben, varios de nosotros hemos tenido la fortuna de participar en diversos Juegos o de trabajar por el olimpismo. Pero quiero especialmente subrayar con orgullo el granímpetu que toda la sociedad española y sus instituciones, siempre contando con el apoyo de la Corona, han demostrado para favorecer la elección de una ciudad española como sede de unos Juegos Olímpicos. En Copenhague no se consiguió para Madrid 2016, pero mereció la pena luchar por ello con entusiasmo oficial y popular y auténtico espíritu olímpico.
Por otro lado, qué orgullo para los españoles supone que nuestra Academia Olímpica fuera la primera de las nacionales, y por propiciarésta la creación de otras, particularmente en Iberoamérica. En este sentido saludamos el hecho de que hoy, -en virtud de la incansable actividad de esta institución-, todas las Academias de los países de lenguas ibéricas se hayan reunido en la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas.
También quiero felicitar a nuestra Academia por su labor encomiable en la organización de cursos, seminarios y actividades de pedagogía olímpica, -incluyendo la creación de Centros de Estudios Olímpicos en numerosas Universidades españolas. De este modo ha contribuido y lo continúa haciendo de manera muy relevante a imbuir en nuestros jóvenes los necesarios principios de compañerismo, excelencia y sana competencia. Cualidades todas imprescindibles para poder abrirse camino en una sociedad y una economía tan complejas, exigentes y competitivas como las actuales.
Señoras y Señores,
Veinte años después me vuelvo a encontrar con una Academia pujante y dinámica de cuya Presidencia de Honor me siento particularmente orgulloso. Una Academia que bajo el liderazgo de su fundador, D. Conrado Durántez, y con el trabajo de sus directivos y colaboradores, ha multiplicado siempre sus esfuerzos logrando magníficos resultados. Dirijo asimismo mi reconocimiento al Comité Olímpico Español, y a su presidente, D. Alejandro Blanco, que con generosidad y altura de miras han apoyado esta Academia en todo momento.
Con los mejores votos para el mayoréxito de la Academia Olímpica Española reitero mi más afectuosa enhorabuena a todos los que han hecho posible estos primeros cuarenta años de actividad comprometida y eficaz.
Muchas gracias.