Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Actividades y Agenda
  • Escuchar contenido
  • Imprimir la página
  • Enviar a un amigo
  • Suscribirse al RSS de la página
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Linkedin

Palabras de Su Majestad el Rey en la entrega del VII Premio de Derechos Humanos Rey de España

Alcalá de Henares (Madrid)(Universidad de Alcalá), 01.03.2017

Venir a Alcalá de Henares y cruzar los patios que conducen a este paraninfo es siempre para mí, y creo que para todo el que lo haga, algo muy especial y verdaderamente grato. El escenario es imponente en lo visual y sin duda por la emoción que se siente aquí al pensar en toda la historia que reúne, en los recuerdos vividos, en los gestos, las palabras, que dejaron aquí huella indeleble…   Todos sabemos que a esta casa y a este Paraninfo se asocian momentos muy especiales también de nuestro tiempo como el Premio Cervantes, que ensalza cada año la cumbre literaria del idioma español; el Premio Camino Real, que distingue a los españoles que proyectan y potencian la mejor imagen de España en los Estados Unidos; el Premio Quevedos, que pone en valor la aportación del humor a la interpretación de la realidad, así como otras importantes actividades académicas y culturales.

Y hoy, por iniciativa de la institución del Defensor del Pueblo y de esta Universidad, nos reunimos para reconocer la entrega y la dedicación de personas y entidades al servicio de algo tan básico, tan fundamental, como son los Derechos Humanos; que por desgracia, todavía en nuestros días, son frecuentemente ignorados y violados, en muchas partes del mundo.

Y permitidme que, al hablar de ellos con motivo de este Premio ─al cual me honra y compromete tanto estar vinculado─, afirme con toda convicción que la Declaración Universal de 1948 fue entonces, y lo será siempre, un verdadero hito en la historia de la Humanidad.

Es algo que, por supuesto en un acto como el de hoy, debemos recordar y valorar; pero creo que también deberíamos recordárnoslo cada día, y especialmente a los más jóvenes; pues son ellos los que ven más alejado de su tiempo aquel acontecimiento, pero también los que deberán esforzarse por perpetuar su vigencia y su defensa en el futuro. Y es que, en definitiva, los Derechos Humanos son la esencia que permite a cada persona tomar conciencia de su propia dignidad y de la de cada uno de sus semejantes; y su respeto representa un compromiso básico para favorecer la convivencia en libertad.

Y es precisamente este compromiso, particularmente hacia aquellos que aparecen como más vulnerables, el signo de quienes merecen el apelativo de defensores de los derechos humanos. La tarea de preservarlos adoptará en cada caso un acento particular, unos objetivos concretos, pero no dejará por ello de formar parte de ese alto quehacer mediante el cual la Humanidad es capaz de mejorarse a sí misma.

El reconocimiento y la conquista de los derechos humanos no se agotan en sí mismos, pues estos están sometidos a constantes desafíos, de presente y de futuro, que en ningún caso pueden poner en tela de juicio su capacidad para constituir reglas de validez universal. Por ello, precisan de atención, dedicación y protección permanentes.

En este sentido, el compromiso personal y concreto, así como la apuesta individual que se arraiga en la sociedad civil, contribuye a dotar a estos derechos de la mayor fortaleza y permanencia. Y esta idea ─la de reconocer y alentar su vigencia─ es la que nos trae hasta el acto de hoy, porque todos y cada uno de nosotros debemos llevar dentro un firme defensor de los derechos humanos.

"...el reconocimiento y la conquista de los derechos humanos no se agotan en sí mismos, pues estos están sometidos a constantes desafíos, de presente y de futuro, que en ningún caso pueden poner en tela de juicio su capacidad para constituir reglas de validez universal. Por ello, precisan de atención, dedicación y protección permanentes..."

Señoras y señores,
En esta séptima edición del premio DH-RdE, el jurado ─a cuyos miembros agradecemos mucho su dedicación generosa─ ha considerado que la Patrulla Aérea Civil Colombiana es la digna y justa merecedora del preciado galardón.

Esta entidad cumple 50 años de historia al servicio de sus conciudadanos, especialmente de los más desfavorecidos. Y durante este tiempo se ha implicado también en la ayuda a otros países de la región cuando han sufrido catástrofes o terremotos. Con todo ello, pues, destaca como un ejemplo señero de servicio y compromiso, de humanidad.

La gran idea del Capitán Mario Salazar y de sus compañeros y amigos, precursores de esta iniciativa hace medio siglo, y la colaboración con los profesionales de la salud, aprovechando así indudables sinergias, son un ejemplo de colaboración y de perseverancia que honra a la sociedad colombiana y que merece el reconocimiento de todos. Sin duda, el tesón, el esfuerzo compartido y el altruismo caracterizan a la Patrulla Aérea Civil Colombiana. Sus voluntarios, junto a las entidades que hacen posible con su colaboración la pervivencia de esta iniciativa, también merecen la mayor consideración.

Las cifras sobre el número de intervenciones ─consultas médicas, operaciones quirúrgicas, entrega de fármacos─, que anualmente realiza la Patrulla a través de sus brigadas, son, como hemos escuchado, bien expresivas de la fortaleza de su compromiso. Y el presupuesto con el que logran hacer todo eso es un ejemplo de eficiencia y del alto grado de generosidad de quienes están comprometidos en esta iniciativa: profesionales de la sanidad, pilotos, personal de vuelo… Pero, en realidad, la flota de avionetas de esta Patrulla lleva mucho más que profesionales y equipos cada vez que despega: lleva esperanza y la certeza, para muchos, de su dignidad y sus derechos como personas, como seres humanos.

Para quienes han recibido instrucción aeronáutica no es difícil valorar la eficacia y el extraordinario esfuerzo necesarios para poder efectuar 19.000 horas de vuelo al año al servicio de la solidaridad. El derecho a protección de la salud, que de otra forma podría quedar en mera retórica para muchas personas, ha logrado de esta manera abrirse paso y reclamar su actualidad y vigencia por encima de las dificultades. La Patrulla ha tomado esta idea a modo de divisa: «Salvar vidas dando esperanza».

La Patrulla Aérea Civil Colombiana mantiene, pues, un compromiso con la población en riesgo de pobreza extrema, con aquellos en riesgo de exclusión territorial o que no cuentan en su entorno con servicios de salud de calidad suficiente. Y en su larga trayectoria ha debido también atender a las víctimas de un conflicto armado que tantos desplazamientos y desvertebración ha causado en la sociedad colombiana –además, por supuesto de tantas muertes y destrozos en familias y comunidades.

Nuestro mayor deseo es que Colombia pueda dejar atrás de manera definitiva esa triste etapa para avanzar en el camino de la construcción de una comunidad en paz cada vez más próspera y unida.

En este día quiero hacer llegar también a todos los voluntarios que se han comprometido con la Patrulla Aérea Civil Colombiana en sus 50 años de existencia nuestra gratitud, nuestro reconocimiento y el deseo de que tengan siempre buenos vuelos. Y desde aquí en Alcalá, desde España saludamos con enorme afecto a todos los colombianos. Gracias Colombia, por ofrecernos ejemplos de solidaridad y compromiso tan inspiradores como este.

Muchas gracias a todos.  

Volver a Discursos
  • Escuchar contenido
  • Imprimir la página
  • Enviar a un amigo
  • Suscribirse al RSS de la página
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Linkedin

Actividades