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ueridos compatriotas,
Que mis primeras palabras en esta noche, en que nos reunimos para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, sean para desearos de todo corazón, junto con toda mi Familia, una Navidad feliz, alegre y en paz.
Hace poco más de un mes se han cumplido veinticinco años desde que fui proclamado Rey de España. Con ese motivo, tuve ocasión de trasladaros, a través de las Cortes y de los medios de comunicación, algunas reflexiones personales sobre este período de nuestra historia reciente.
Os hablé, desde luego, de mi profundo agradecimiento por el apoyo constante y las innumerables muestras de afecto que tanto mi Familia como yo hemos recibido de vosotros, auténticos protagonistas de estos años. Permitidme que os reitere esta noche, con emoción, mi reconocimiento agradecido.
Os hablé también de mi vocación de ser valedor fiel de los derechos y libertades de todos los españoles, y su primer servidor. Esta vocación, os lo aseguro, sigue hoy intacta y más robustecida si cabe que hace veinticinco años.
También evoqué en mi intervención ante las Cortes el 22 de noviembre pasado mi satisfacción, que creo compartir con la inmensa mayoría de vosotros, por lo que hemos logrado hacer en estos años con el esfuerzo de todos. Creo sinceramente que hemos dejado atrás muchas de las cosas que tanto nos han dividido y que explican tantos males del pasado.
España es hoy un país económicamente fuerte, con una dinámica de progreso que abre horizontes alentadores a capas cada vez más amplias de la población.
España es hoy un país socialmente más justo, en el que la riqueza está más distribuída y en el que la protección social forma parte de sus valores reconocidos.
Como dije recientemente, entender la unidad nacional en la diversidad solidaria y justa ha sido el gran hallazgo de este último cuarto de siglo, que ha hecho a España más compleja pero, por eso mismo, más auténtica, más vital y más creativa.
Hoy vivimos en una democracia que podemos considerar plena y madura. La libertad de la que disfrutamos es el resultado de haber sido capaces de entender nuestra nación desde su pluralidad y a sus individuos como personas con derechos fundamentales que han de ser reconocidos y protegidos por las leyes. La firme determinación de asentar los valores democráticos, unida a la actitud constructiva, al respeto mutuo y a la voluntad de concordia de la sociedad española y de sus representantes, nos ha permitido resolver muchos problemas que han afectado en el pasado a nuestra convivencia.
Hoy, desgraciadamente, pervive el fenómeno inhumano del terrorismo, expresión del fanatismo más cruel y negación de los derechos humanos y de los valores de libertad y convivencia. Pervive, pero no sobrevivirá, os lo aseguro. Veremos su fin y para ello sigue siendo imprescindible el compromiso y la unidad de todas las fuerzas democráticas y la firmeza de todos en la defensa sin fisuras de nuestro Estado de Derecho y de los valores en los que se asienta.
Tenemos una buena posición como nación y, desde las experiencias del pasado, un futuro que construir lleno de oportunidades y perspectivas positivas. Estos son momentos de ilusión y esperanza. Todavía quedan muchos objetivos que alcanzar y el proyecto de una nación no termina, sino que continúa animado por el esfuerzo y la energía colectiva de los que la componen.
En estos días navideños, el espíritu de fraternidad debe acercarnos a los que han tenido menos oportunidades de progreso, a aquellos que sufren la enfermedad o la marginación social, a los débiles y desprotegidos. Es el momento de reforzar nuestra convicción de que hay que seguir luchando por corregir y resolver muchas de las causas que producen males sociales, que no podemos aceptar como problemas sin solución. Son estos días de Navidad fechas en las que la familia se reúne y los lazos familiares se refuerzan.
Es por ello que, en esta noche de manera muy especial, tengo un recuerdo cargado de cariño hacia las víctimas del terrorismo y sus familias. No puedo nunca, y menos hoy, olvidar su sufrimiento ni dejar de compartir la ausencia que están sintiendo. Su sacrificio es para todos nosotros una deuda de gratitud que debemos honrar con nuestro afecto y nuestra solidaridad permanentes.
Deseo a los compatriotas que viven y trabajan fuera de nuestras fronteras, a los pueblos hermanos de Iberoamérica y a todos los pueblos amigos, paz y prosperidad para el año que entra. Y a todos vosotros, españoles, inmigrantes que compartís con nosotros vuestro trabajo, esfuerzo e ilusiones, y extranjeros que habéis elegido vivir entre nosotros, os deseo todo lo mejor y que este año nuevo os depare bienestar y felicidad.
Buenas noches.