P
az y felicidad, esperanza e ilusión son los deseos que quisiera, junto con mi familia, transmitiros en este tradicional mensaje de la noche de Navidad.
Y quisiera también hablaros de nosotros, los españoles, y de lo que nos afecta, de las cosas de España.
Llevamos prácticamente una generación viviendo en una democracia social y representativa que organiza nuestra convivencia en armonía y libertad.
Basta una mirada hacia atrás, hacia nuestro pasado, para que comprendamos hasta qué punto debemos valorar el camino recorrido y las metas alcanzadas.
La sociedad española hoy es una sociedad que estimula la creación y expresión libre de las ideas, en un marco político que permite escuchar todas las voces, con una economía en progreso que nos proporciona mayor bienestar y unas instituciones capaces de articular todas las tendencias.
De común acuerdo, de una manera responsable y generosa, los españoles de hoy hemos construido una España habitable para todos.
Deberíamos estar orgullosos de ello y no reprocharnos de manera sistemática nuestras insuficiencias, sino hacer de ellas un estímulo para superarnos.
Hemos levantado esta España moderna con el diálogo y el respeto mutuo. Los supimos practicar cuando más difíciles eran las circunstancias y más incierto el futuro que se abría ante nosotros.
Hoy, desde la estabilidad que hemos alcanzado con nuestro esfuerzo, debemos seguir ejercitando más que nunca las virtudes que impulsaron con éxito nuestro proyecto nacional de convivencia en democracia.
En este año, la alternativa de poder producida tras las elecciones de marzo ha ratificado la solidez de nuestro proceso democrático y ha puesto de manifiesto el normal funcionamiento de nuestras instituciones.
La alternancia política es una muestra esencial de salud democrática y expresión de la vitalidad y la madurez de un pueblo, que otorga y retira su confianza en virtud de sus juicios libres sobre quienes, en su nombre, ejercitan el poder.
Es deseable que continúe normalizándose el clima político y, al tiempo, es necesario proseguir en la tarea de reforzar el prestigio de las instituciones políticas, mediante la ejemplaridad de los comportamientos y el diálogo con la sociedad. La Corona, de acuerdo con su función constitucional, alienta el enriquecimiento de ese diálogo entre gobernantes y gobernados, que constituye un pilar fundamental de la democracia moderna.
Una cuestión seria que no quiero dejar de mencionar es la de la administración de la justicia. Su independencia y buen funcionamiento son esenciales, porque en ella está la garantía última de nuestros derechos y libertades. La justicia debe inspirar confianza y seguridad a todos y recibir de todos apoyo y respeto.
Vivimos momentos importantes de nuestro proyecto como nación. Os decía antes que tenemos motivos para la satisfacción. Pero tenemos también, es cierto, problemas que nos producen preocupación en nuestra vida diaria y este mensaje de aliento que esta noche trato de transmitiros no debe rehuirlos.
El desempleo es, con toda seguridad, la causa de mayor desasosiego y reconociéndola como tal, debemos emplear todos los medios y ejercitar toda nuestra creatividad para corregir muy sensiblemente este factor negativo de nuestra vida social.
Este esfuerzo, que a todos implica, debe también abrir. un horizonte de mayor seguridad personal y familiar a aquéllos que han accedido a las modalidades de empleo más inestables.
Persisten en España desigualdades que hay que combatir y sectores de la población que viven en condiciones de marginalidad, que se hace aún más escandalosa e inaceptable a medida que el país progresa y se desarrolla.
También hay personas agobiadas por problemas de salud que, además de ser fuente de honda preocupación moral, muchas veces tienen efectos adversos en la economía y el bienestar de sus familias. La aparición y desarrollo de nuevas enfermedades obliga a la sociedad a redoblar sus esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de las personas que las sufren.
Nuestros jóvenes viven tiempos difíciles, porque el horizonte profesional que tienen ante sí nunca ha sido tan exigente como ahora. Muchas familias conviven con adolescentes insatisfechos, a veces prisioneros de la marginación o de la droga, que buscan a tientas su destino.Dediquemos especial cuidado a nuestros jóvenes y contemos siempre con ellos, porque es con ellos con quienes estamos construyendo el futuro de nuestro país.
El envejecimiento paulatino de nuestra población, gracias a la mejor calidad de vida actual, es una situación nueva ante la que debemos actuar con generosidad y con responsabilidad. Nuestros mayores, que nos aportan su experiencia y conocimiento, tienen derecho a recibir de nosotros todo el respeto y la atención que merecen.
Muchos de estos problemas pueden explicarse y tienen su solución en razones y medios de carácter económico y social. Pero no conviene ignorar que también sus raíces se encuentran en los valores que hoy están imperando en nuestras sociedades, que no son ni los mejores ni los más sólidos y fiables para la felicidad y el progreso humanos.
La educación es el mejor medio para inculcar los principios básicos que deben sustentar nuestra sociedad y es en el seno de la familia y en los centros de enseñanza donde debe desarrollarse prioritariamente esta importante labor.
En estas fechas, no podemos olvidarnos de aquellos que están injusta y brutalmente privados de libertad por la acción del terrorismo, que continúa amenazando nuestra convivencia, produciendo víctimas inocentes y sufrimientos crueles e innecesarios. A ellos y a sus familias quisiera transmitir mi aliento y mi consuelo en estos momentos difíciles, en los que se anhela aún más el contacto con nuestros seres queridos.
En el combate al terrorismo, debemos felicitarnos del creciente redorzamiento de la cooperación internacional, que está dando resultados muy positivos.
Del mismo modo, resulta particularmente alentadora la decisión, cada vez más firme, que se percibe en la inmensa mayoría de la sociedad y en los responsables políticos de no ceder a las amenazas, de reforzar la unidad de los demócratas en su rechazo, y de propiciar aquellos elementos que faciliten su erradicación profunda de nuestra vida nacional.
España dedica grandes esfuerzos a renovar y ampliar su sistema de libertades, lograr un mejor entendimiento entre las comunidades que la conforman y conseguir mejores niveles de bienestar en todos los órdenes.
Estas aspiraciones profundas de nuestro pueblo animan nuestra vida política, económica y social. A veces la confrontan en un difícil diálogo, pero también la hacen avanzar en la progresiva solución de los problemas de nuestra convivencia colectiva como nación.
Comparto plenamente estos anhelos y os pido la mayor responsabilidad, generosidad y tolerancia para alcanzarlos.
La construcción europea sigue avanzando y España participa activamente en este proceso. La Unión Europea nos ofrece unas oportunidades y nos presenta unos desafíos que, como es natural en una sociedad dinámica y plural, están siendo objeto de debate y que llevan implícitas preocupaciones y esperanzas.
Estamos en este camino desde hace ya más de una década y como sociedad madura y democrática, tenemos que plantearnos adaptaciones y cambios que nos aseguren un mejor futuro y un mayor bienestar, asumiendo nuestra vocación europea y los compromisos que conlleva.
Tanto en nuestra sociedad como en el campo internacional, cultivar y practicar la solidaridad es hoy no sólo una exigencia ética individual sino también una necesidad colectiva.
España participa con un esfuerzo considerable en las operaciones humanitarias que, bajo los auspicios de Naciones Unidas, llevan ayuda y alivio a la dramática situacion a la que numerosísimas personas se estan enfrentando en distintos paises del mundo.
Debemos felicitarnos de que en Europa haya cesado el conflicto abierto en la antigua Yugoslavia, donde el contingente civil y militar español trabaja ahora para ayudar a recuperar la normalidad en Bosnia. Sin embargo, en otras zonas del mundo, la violencia y la tragedia que afectan a amplios sectores de la población civil se han recrudecido.
Es particularmente penosa la situación que atraviesa actualmente la región africana de los Grandes Lagos. De nuevo, en esta ocasión, hemos comprobado que el pueblo español es y sabe mostrarse generoso con los que sufren.
En estas fechas, nos debe satisfacer a todos recordar y tener presentes los testimonios de desprendimiento y entrega de tantos españoles, laicos y religiosos, al darnos un ejemplo extraordinario que nos reconforta y anima.
Deseo en nombre de todos trasladar mi apoyo y gratitud a quienes han sensibilizado y movilizado a la opinión pública y están colaborando en estas nobles tareas humanitarias.
Quiero felicitar a Iberoamérica en esta Navidad, en particular por la consecución del acuerdo de paz de Guatemala, al que España ha contribuido activamente, que pone fin al doloroso conflicto civil que ha afectado a esa nación hermana durante largas décadas.
También a los pueblos árabes y a Israel me gustaría hacerles llegar mi ánimo, para que venzan con tolerancia y espíritu abierto los obstáculos que se interponen en el frágil camino de la paz, que con tanto coraje han emprendido.
A todos los españoles, en especial a los que os encontráis fuera de España, así como a los extranjeros que trabajáis o vivís con nosotros, os deseo, junto con toda mi familia, en esta Navidad, la mayor felicidad. La misma felicidad que pido a Dios os conceda en el año que pronto vamos a iniciar.
Buenas noches.