Quiero expresaros a todos mi cordial felicitación en esta Navidad, desearos un venturoso Año Nuevo y compartir con vosotros mis reflexiones sobre el que estamos acabando y mis convicciones sobre nuestro futuro en común.
España continúa sufriendo los efectos de una crisis económica y financiera de una duración y magnitud desconocidas en la historia reciente de la Unión Europea, con efectos muy negativos sobre las personas, las familias y las empresas.
Quiero, por eso, empezar mis palabras con un saludo especialmente afectuoso a aquellos a quienes con más dureza está golpeando esta crisis: a los que no habéis podido encontrar trabajo o lo habéis perdido durante el año que va a terminar; a los que por circunstancias diversas no podéis disponer de una vivienda; a los jóvenes que no habéis podido encauzar todavía vuestra vida profesional; a todos los que habéis soportado tan duros sacrificios con coraje, y a quienes lucháis con vuestros mejores esfuerzos por hacer realidad vuestras legítimas aspiraciones.
Saludo también a quienes estáis aportando lo mejor de vuestra creatividad y de vuestro talento para superar las dificultades. Pienso en particular en todos los emprendedores; en la pequeña y mediana empresa que sostiene el tejido productivo de la Nación; en los trabajadores autónomos; en los inmigrantes, cuya aportación hay que agradecer sin reservas; en los servidores públicos; en quienes estáis trabajando fuera de España.
Y pienso en vosotros, las personas mayores, los pensionistas, que estáis siendo el soporte de muchas economías familiares. Gracias por vuestra ayuda. Es extraordinaria la fuerza de la familia en España, y fundamental el papel que está jugando en esta grave crisis. Gracias también a la sociedad civil que ha demostrado una solidaridad verdaderamente ejemplar para atender a millones de personas en graves dificultades. Gracias, en definitiva, al conjunto de los ciudadanos por vuestro ejemplo de responsabilidad y de civismo en tiempos ciertamente difíciles.
Permitidme dedicar un recuerdo muy especial y emocionado a las víctimas del terrorismo, con las que la sociedad sigue teniendo una permanente deuda de gratitud. Unas personas y unas familias que durante décadas han sufrido cruelmente la violencia y el terror de unos criminales totalitarios. Sé que estáis pasando momentos especialmente difíciles.
Hoy, como antes y como siempre, quiero compartir vuestro dolor con renovada solidaridad y expresaros todo mi apoyo.
Es indiscutible que la crisis económica que sufre España ha provocado desaliento en los ciudadanos, y que la dificultad para alcanzar soluciones rápidas, así como los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública, han afectado al prestigio de la política y de las instituciones.
Sé que la sociedad española reclama hoy un profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social que satisfaga las exigencias imprescindibles en una democracia. Es verdad que hay voces en nuestra sociedad que quieren una actualización de los acuerdos de convivencia.
Estoy convencido de que todas estas cuestiones se podrán resolver con realismo, con esfuerzo, con un funcionamiento correcto del Estado de Derecho y con la generosidad de las fuerzas políticas y sociales representativas.
Realismo para reconocer que la salud moral de una sociedad se define por el nivel del comportamiento ético de cada uno de sus ciudadanos, empezando por sus dirigentes, ya que todos somos corresponsables del devenir colectivo.
Esfuerzo para que la economía confirme los indicios de recuperación que se están empezando a ver y que tienen que ser todavía más sólidos, porque no podemos aceptar como normal la angustia de los millones de españoles que no pueden trabajar. Para mí, la crisis empezará a resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar.
Funcionamiento del Estado de Derecho para que la ejemplaridad presida las instituciones, para que se cumplan y hagan cumplir la Constitución y las leyes, y para que las diferencias y las controversias se resuelvan con arreglo a las reglas de juego democráticas aprobadas por todos. El respeto de esas reglas es la garantía de nuestra convivencia y la fortaleza de nuestra democracia. Esta es una verdad incuestionable que debemos tener muy en cuenta.
Y, como siempre, generosidad para saber ceder cuando es preciso, para comprender las razones del otro y para hacer del diálogo el método prioritario y más eficaz de solución de los problemas colectivos.
Mi posición me ha permitido vivir las múltiples vicisitudes por las que ha atravesado España, a la que he dedicado mi vida. He visto momentos malos y buenos y siempre hemos sabido los españoles salir juntos de los malos y construir juntos los buenos.
Con esa experiencia, puedo decir que el sistema político que nació con la Constitución de 1978 nos ha proporcionado el período más dilatado de libertad, convivencia y prosperidad de toda nuestra historia y de reconocimiento efectivo de la diversidad que compone nuestra realidad. Conviene que lo tengamos bien presente, pues a menudo se pretende que lo ignoremos o lo olvidemos cuando se proclama una supuesta decadencia de nuestra sociedad y de nuestras instituciones.
Reivindicar ese logro histórico no es incompatible con reconocer, como acabo de señalar, la necesidad de mejorar en muchos aspectos la calidad de nuestra democracia.
Esa crucial tarea de modernización y regeneración no es competencia exclusiva de los responsables políticos. También lo es de los agentes económicos y sociales y de la sociedad en su conjunto a través de sus estructuras organizativas.
Durante muchos años, juntos hemos caminado en la construcción de nuestra democracia, juntos hemos resuelto problemas no más fáciles que los que hoy afrontamos, y siempre con la ambición de llegar a un objetivo común.
Pues bien, juntos debemos seguir construyendo nuestro futuro porque nos unen y nos deben seguir uniendo muchísimas cosas:
Nos une el afán de asegurar un porvenir sólido, justo y lleno de oportunidades.
Nos unen la intensidad de los afectos y lazos históricos, las culturas que compartimos, la convivencia de nuestras lenguas, la aceptación del diferente.
Nos une la extraordinaria riqueza de un país diverso, de culturas y sensibilidades distintas.
Nos une la solidaridad que siempre demostramos ante las grandes adversidades, ante las desigualdades sociales y territoriales, ante las necesidades de nuestros vecinos.
Y nos une y nos debe seguir uniendo el sentimiento de comunidad que recientemente expresaba el Príncipe de Asturias: España es una gran Nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar.
La Corona promueve y alienta ese modelo de nación. Cree en un país libre, justo y unido dentro de su diversidad. Cree en esa España abierta en la que cabemos todos. Y cree que esa España es la que entre todos debemos seguir construyendo.
Por ello, invito a las fuerzas políticas a que, sin renunciar a sus ideas, superen sus diferencias para llegar a acuerdos que a todos beneficien y que hagan posibles las reformas necesarias para afrontar un futuro marcado por la prosperidad, la justicia y la igualdad de oportunidades para todos.
Invito a los líderes políticos y a los agentes sociales a que ejerzan su liderazgo y combatan el conformismo, el desaliento y el victimismo.
Invito a la comunidad intelectual a ser intérprete de los cambios que se están produciendo y a ser guía del nuevo mundo que está emergiendo en el orden geopolítico, económico, social y cultural.
Invito a las instituciones públicas, los empresarios e inversores a que apuesten decididamente por la investigación y la innovación, para mejorar la competitividad y contribuir así a la creación de empleo.
Y os invito a todos a recuperar la confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades para hacer realidad nuestros mejores anhelos como españoles.
Esta noche, al dirigiros este mensaje, quiero transmitiros como Rey de España:
En primer lugar, mi determinación de continuar estimulando la convivencia cívica, en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional, de acuerdo con los principios y valores que han impulsado nuestro progreso como sociedad.
Y, en segundo lugar, la seguridad de que asumo las exigencias de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad.
Finalmente, al despedirme, quiero agradecer los generosos testimonios de aliento que he recibido a lo largo de este año, desearos que esta Nochebuena sea una oportunidad para el reencuentro familiar y que en 2014 se cumplan las mejores esperanzas de todos.
De nuevo, Feliz Navidad y buenas noches.