Queridos nuevos miembros de la Carrera Diplomática: enhorabuena. Es este un tiempo de celebración después de un gran esfuerzo y de un gran éxito. Habéis superado una prueba selectiva dura y competitiva, y tras realizar el curso en esta Escuela Diplomática, en breve ocuparéis vuestros primeros destinos.
Estáis en uno de esos momentos de la vida que siempre recordaréis, entre un gran logro cumplido y toda una vida de hitos y esperemos que éxitos profesionales por llegar, donde ─seguramente─ al vértigo del arranque se suman la ilusión, las ganas y la energía por comenzar. Disfrutad de este momento: es el vuestro; junto con los amigos y los familiares, profesores y preparadores, que tanto os han apoyado en estos años y que habrán padecido lo suyo (por y con vosotros) esos comprensibles nervios e incertidumbre en cada paso, en cada prueba.
“Somos embajadores de la patria, de tal forma que la patria os habla a través de nosotros”. Es el lema que, en latín, figura el repostero justo detrás de esta tribuna desde la que os hablo; es el lema de la Carrera Diplomática. Y es la frase que, a partir de hoy, va a marcar de manera indeleble vuestra vida profesional, vuestro compromiso con la Nación, con el Estado.
Como Rey y Jefe del Estado, y tantos años como Príncipe de Asturias, he compartido innumerables vivencias con quienes, a partir de hoy, son vuestros compañeros, que puedo decir ─sin temor a exagerar─ que tengo una noción muy clara y muy sentida del importantísimo trabajo que realizan nuestras embajadas y consulados, aún en la era de lo digital y la híper-conectividad en tiempo real. Pueden cambiar los modos, el cómo y con qué, pero perdurará la esencia y necesidad de vuestra misión. También he aprendido con y de ellos…; y espero seguir haciéndolo y disfrutándolo mucho tiempo.
Pues desde esa experiencia personal me gustaría desarrollar, con brevedad, qué significa el lema de la profesión que habéis elegido:
Habéis elegido una vida de servicio a vuestra nación en un ámbito esencial: la política exterior. De vuestra labor dependerá nuestra imagen y nuestra palabra, nuestra presencia en el mundo, y el vínculo con España de tantos españoles en el exterior. Vuestra tarea no termina con el final de la jornada, del mismo modo que el prestigio de nuestro país no sabe de horarios o de jornadas de trabajo. Diplomáticos es lo que sois, no la profesión que ejercéis.
Habéis elegido vivir en muchos países, y eso os llevará a un viaje constante. Procurad considerar cada casa como la vuestra, vivir y convivir en los países de acogida, hacer amigos, atesorar recuerdos y emociones, aprovechar lo que cada latitud pueda ofreceros. Poned todo vuestro empeño en comprender los códigos culturales, sociales y políticos: una comprensión que está en los libros, en la palabra escrita, pero sobre todo en las vivencias, en los viajes, en las amistades. Y sabed transmitir o explicar los nuestros.
Habéis elegido poneros al servicio de las comunidades de españoles en el exterior. Esa parte de vuestro oficio es la mejor prueba de que el país que representáis no es solo un concepto y un ideal, no es solo un himno y una bandera: nuestro país es cada uno de los españoles, sus proyectos, sus ilusiones, sus ambiciones, sus preocupaciones. Somos, como país y nación, mucho más que la suma de todos nosotros; y lo somos precisamente porque entendemos el valor que reside en cada territorio, en cada ciudadano: en su dignidad, en la importancia de su presente y en el enorme potencial de su futuro; sin olvidar nunca la Historia que nos une.
"...de vuestra labor dependerá nuestra imagen y nuestra palabra, nuestra presencia en el mundo, y el vínculo con España de tantos españoles en el exterior..."
Habéis elegido una vida representando a España en el exterior. Es un reto ingente que os llevará lejos y, en ocasiones, por largos periodos de tiempo. Debéis tratar, con todas vuestras fuerzas, de no perder nunca el pulso de cuanto acontezca en España, y eso –tal vez ahora no lo veáis del todo claro- requerirá un constante esfuerzo por vuestra parte. Vuestro éxito profesional y personal dependerá, en gran medida, de que esa sensación de desarraigo que todos en ocasiones podemos tener cuando estamos fuera de España, no os invada nunca, ni a vosotros ni a los vuestros, cuando estéis de regreso en nuestro país.
Habéis elegido una vida llena de cambios, de traslados y también de despedidas. Esa vida es la vuestra, como diplomáticos que sois, pero también será la de quienes os acompañen… Ello conlleva a menudo un enorme sacrificio en el plano personal y emotivo, para vuestras parejas y vuestros hijos. Trabajad para que esa vida nómada sea una fuente de enriquecimiento humano, de comprensión del mundo y de apertura mental. Que los encuentros que tengáis en el camino, pese a la fugacidad y la distancia, sean plenos por vuestro afecto, vuestra cercanía y vuestra inteligencia emocional.
Habéis elegido trabajar en un ámbito como la política exterior y en un tiempo en que todo, hasta el propio orden mundial basado en normas, parece estar en tránsito hacia nuevas realidades geopolíticas. En esta “mar confusa” las balizas y los faros son más necesarios que nunca. Las hallaréis en nuestra Constitución y nuestro Ordenamiento Jurídico, en las instituciones en que se funda nuestra convivencia democrática. Las hallaréis también en la Decl.Univ. de los DDHH, en la Carta de las NNUU y en los tratados y convenios suscritos por España; así como en el Tratado de la UE, ese espacio de libertades y de cohesión social que los europeos hemos construido y es el más sofisticado fruto de la concordia en el ámbito internacional.
Pero, en último extremo, las balizas éticas las hallaréis en vosotros mismos, en los valores y la formación que habéis acumulado y que espero continuéis incorporando en el camino. Así, en vuestra capacidad de discernir con ellos lo justo, lo bueno, lo que nos fortalece y nos hace crecer como sociedad. Vuestro país ─el Estado─ os ha dado su confianza: devolvédsela encontrando en vosotros mismos, en vuestra labor diaria, esa dimensión que conmovía a Kant cuando decía que “dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”.
Queridos Secretarios de Embajada,
Este día de entrega de despachos pasará a formar parte, como es natural, de vuestros recuerdos más preciados; y estará, a partir de ahora, ligado a muchas conversaciones, personales y familiares, y a ese anecdotario promocional que será siempre vuestro patrimonio de compañeros de fatigas.
El recuerdo de este día estará también presente cuando, al cabo de innumerables vueltas por el mundo, de muchas aventuras ─y, tal vez, de algún que otro desengaño que os traigan la edad y la experiencia─ deis paso a nuevas generaciones de diplomáticos. Serán los hombres y mujeres que entonces ocupen los asientos que hoy ocupáis vosotros. Con la misma ilusión. Con las mismas ganas de servir y de mejorar el mundo; y en él, el papel y prestigio de España.
Cuando ese día ─hoy tan lejano─ llegue, estoy convencido de que sabréis pasar el testigo con la certeza y la satisfacción del deber cumplido. Habréis trabajado por España y por los españoles. Habréis sido… embajadores de la patria, y la patria habrá hablado a través de vosotros.
Será el tiempo de mirar atrás, sin nostalgia, sino con gratitud por lo hecho y lo vivido. Y podréis, entonces, hacer vuestras las palabras, sencillas pero hermosas, del poema de Gabriel Celaya: “Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra barca/ en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada”.
Muchas gracias.