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Palabras de S.M. el Rey en el World Law Congress Colombia 2021

Barranquilla (Colombia), 03.12.2021

Quiero, en primer lugar, expresarles mi alegría ─como ayer le transmití al Presidente Duque─ al estar de regreso en tierras de la querida Colombia, y muy especialmente ─por primera vez─ visitando esta ciudad de Barranquilla, cruce de culturas y cuna de grandes artesanos de la palabra y la escritura, que refleja, como pocas, el vigor y el dinamismo del pueblo colombiano.

Es esta una ciudad que proyecta prosperidad, hacia el interior y el exterior, y que vuelve a recuperar su protagonismo como puerta de acceso a la Colombia contemporánea, moderna y pujante de nuestros días.

Traslado por ello a todos los barranquilleros mi reconocimiento por su esfuerzo colectivo para avanzar y seguir progresando, y mi gratitud profunda por su hospitalidad con los españoles que les visitan ─como nosotros hoy─ y con aquellos que siguen apostando por esta parte del Caribe para emprender, trabajar y establecerse.
Y en un día como hoy, agradezco sinceramente la amable invitación para participar en este Congreso Mundial de Juristas y, con mayor motivo, cuando se celebra en un país tan querido para España como Colombia, con la que nos unen unos lazos históricos y actuales de fraternidad y estrecha colaboración.

Fue para mí un honor clausurar el último encuentro celebrado en Madrid hace solo unos meses en reconocimiento a Ruth Bader Ginsburg; y en esta ocasión tengo la oportunidad de intervenir en la sesión final antes de la clausura por parte del Su Excelencia el Presidente de la Rep. de Colombia,Iván Duque, al que, por amabilidad suya y de la World Jurist Association, acompaño en este importante acto. En este sentido también recuerdo con mucho agrado la presencia de mi buen amigo el Presidente de la Rep. Portuguesa en el Congreso de Madrid celebrado en febrero de 2019.

Dicho todo ello, quiero expresar mi felicitación más sincera a la democracia colombiana por la distinción que, con toda justicia, se le acaba de conceder: el “World Peace & Liberty Award”, que es el máximo reconocimiento que la World Jurist Association otorga a las personas o entidades que se han destacado por su compromiso con los valores democráticos y el Estado de Derecho.

Figuras históricas de renombre universal como Winston Churchill, Nelson Mandela o René Cassin recibieron este reconocimiento en el pasado. En el mandatario británico se distinguió, sobre todo, su coraje, su determinación y su defensa histórica de la democracia ante la barbarie totalitaria durante la IIª Guerra Mundial. En el presidente sudafricano, su lucha por la igualdad de todos los seres humanos y contra la discriminación racial; y en el gran jurista francés, su participación fundamental en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Más recientemente, esta distinción ha sido otorgada a Ruth Bader Ginsburg —Juez del Tribunal Supremo de los EEUU de N. América— y a Angela Merkel —Canciller de la República Federal de Alemania. En la 1ª se puso de relieve, como señalamos en el acto de Madrid, su valiente y constante defensa de los derechos humanos y de la erradicación de toda desigualdad, y en particular la desigualdad entre hombres y mujeres. En la 2ª, su compromiso con la unidad, la cohesión y el progreso de la UE y con el reforzamiento de sus ideas fundacionales y sus valores democráticos.

Por todo ello, comprenderán el honor que para mí supuso recibirlo, en 2019, como una distinción que, aunque referida a mi persona y a la Monarquía Parlamentaria que represento, fue, por encima de todo, un reconocimiento a la democracia constitucional española; a todas aquellas personas que hicieron posible la aprobación de nuestra Constitución y que han velado y velan por su vigencia, integridad y continuidad, durante las décadas que lleva rigiendo la vida de España en libertad.

En esta ocasión, este alto galardón ha recaído también en una realidad colectiva e institucional —la Democracia Colombiana— y lo recoge en este acto, en su nombre y representación, el presidente Don Iván Duque. La democracia colombiana, que se ha mantenido con firmeza pese a los muchos riesgos a los que ha tenido que hacer frente durante tantos años, va a sentirse reconocida, confortada y alentada, estoy seguro, por esta importante distinción.

La World Jurist Association ha tenido además el acierto de celebrar este Congreso en Colombia haciéndolo coincidir con el XXX Aniversario de su actual Constitución, como una muestra de su apoyo a la Norma Fundamental de este querido país. Ahora que el Estado democrático de Derecho está sufriendo en algunos países del mundo embates muy preocupantes, hay que destacar los esfuerzos del pueblo colombiano y de sus instituciones por dotar de desarrollo, estabilidad y vigor a su Constitución.

Una Constitución que regula un sistema político democrático basado en la concordia, la libertad y la igualdad, y cuyas líneas fundamentales son el reconocimiento del pluralismo político, el respeto al imperio de la ley, la garantía de los derechos fundamentales y la independencia judicial.

Señoras y señores,
Esta es, sin duda, una buena ocasión para recordar, como pude afirmar en este mismo Congreso hace dos años, “Que no hay libertad sin leyes (…) como también que sin leyes no puede haber democracia”. Y que, “Por ello, ley, libertad y democracia se encuentran unidos en el mejor pensamiento que ha producido la cultura universal”.

"...la World Jurist Association ha tenido además el acierto de celebrar este Congreso en Colombia haciéndolo coincidir con el XXX Aniversario de su actual Constitución, como una muestra de su apoyo a la Norma Fundamental de este querido país. Ahora que el Estado democrático de Derecho está sufriendo en algunos países del mundo embates muy preocupantes, hay que destacar los esfuerzos del pueblo colombiano y de sus instituciones por dotar de desarrollo, estabilidad y vigor a su Constitución..."

Son términos y realidades que, en efecto, no pueden disociarse cuando se tiene como objetivo lograr una convivencia ciudadana basada en la concordia, el respeto de los DDHH, la confianza en las instituciones y un progreso social coherente con la dignidad de la persona. La democracia precisa de un Estado de Derecho que la garantice, ampare y proteja; del mismo modo que este requiere de los principios democráticos como fuente de legitimidad.

Por otra parte, fomentar la igualdad y desterrar toda discriminación basada en motivos de sexo, raza, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social es uno de los fines principales del Estado constitucional. Como también lo es organizar sus instituciones de manera que el pueblo esté y se sienta auténticamente representado en ellas y, al mismo tiempo, sean capaces de satisfacer eficazmente las legítimas demandas y necesidades de los ciudadanos.

Sin olvidar que todas las instituciones han de estar sometidas a un sistema de controles políticos, sociales y jurisdiccionales que garanticen los derechos y libertades de los ciudadanos e impidan el abuso de poder o la arbitrariedad.

De entre esos controles, debemos destacar el que deriva de un poder judicial independiente de los demás poderes del Estado. La independencia judicial es, por ello, una exigencia esencial de nuestras sociedades democráticas. Cuando en junio pasado rendimos homenaje a la juez Ginsburg, lo pusimos especialmente de relieve pues, como entonces recordé, el Poder Judicial independiente “dota de eficacia a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, protege las libertades ciudadanas y asegura, en fin, que el sistema normativo conserve su vigencia”.

De ahí que el Estado de Derecho no sea solo garantía de la libertad, soporte de la igualdad, protección frente a los abusos de poder y medio pacífico para resolver las disputas entre los ciudadanos. Es también un requisito esencial para lograr, con estabilidad y justicia, el necesario desarrollo económico y social. Por ello, resulta tan adecuado el lema elegido para este Congreso Mundial de Barranquilla: “El Estado de Derecho: desarrollo para las naciones”.
Porque el desarrollo, como irrenunciable objetivo de las sociedades, debe construirse buscando la convivencia, garantizando la seguridad y favoreciendo el bienestar de todos los ciudadanos. Y hoy sabemos que un progreso social y económico equilibrado, sostenible, pacífico y duradero solo puede alcanzarse a través del respeto al Estado de Derecho.

Esta es una de las grandes lecciones que cabe extraer de este Congreso que ha reunido durante dos intensos días a gran número de destacados juristas y responsables institucionales de diversas partes del mundo.

Ha quedado muy claro en este alto foro que la defensa de todos estos principios fundamentales afecta y atañe a toda la Comunidad Internacional, a la Humanidad en su conjunto.

Una dimensión internacional que hace aún más visible la naturaleza global de muchos de los problemas que acucian a países y ciudadanos en todas las latitudes. Por eso, solo desde esa misma perspectiva global pueden ser correctamente analizados y abordados.

Ha sido, en suma, un Congreso fructífero en los debates y crucial por los temas tratados y por sus importantes conclusiones, integradas en la Declaración de Barranquilla, que acabamos de escuchar.

Por todo ello, agradezco nuevamente la invitación para participar en este Congreso. Y felicito a sus organizadores, pues creo que su celebración, además de haber servido para debatir jurídicamente sobre problemas comunes de índole política, social y económica que afectan a la Comunidad Internacional, ha contribuido también a la necesaria defensa de los valores democráticos y del Estado de Derecho en todo el mundo.

Como Colombia y España, el mundo ha avanzado mucho en materia de derechos y libertades. Hay motivos para la satisfacción y la confianza, pero quedan aún muchos retos por afrontar, y hemos de permanecer muy alerta: durante los últimos años, la sucesión de crisis económicas globales y la pandemia de COVID han puesto de manifiesto que hay que redoblar esfuerzos, reforzar la cooperación y ejercitar la solidaridad internacional. No hemos de dar nada por sentado, lo que tenemos debe ser defendido y protegido, cada día, por todos. En ese camino hacia la libertad, real y efectiva, de las personas, debemos seguir apostando por la fuerza del Derecho.

Termino ya reiterando el firme compromiso de España con Colombia, con su visión de progreso y reconciliación, con su papel como socio estratégico iberoamericano y de la UE, como actor central en materia de seguridad y en la agenda multilateral global. Nuestro Gobierno, nuestras instituciones, nuestra cooperación, nuestros empresarios y, estoy seguro, la comunidad jurídica española, representada en este Congreso al más alto nivel, seguirán apostando por este país y por sus ciudadanos.

Porque compartimos con Colombia una identidad y una parte importante de nuestra historia, por supuesto, pero también porque queremos contribuir, con la fraterna nación colombiana, a un mundo más justo, seguro, sostenible y próspero. Ese mundo que emerge ya, entre incertidumbres y esperanzas, de la larga noche de la pandemia y del sufrimiento que ha traído.

A la democracia colombiana le deseamos lo mejor para un futuro que transcurra siempre por el camino de la paz y la libertad, como expresa el título del premio mundial que hoy, tan merecidamente, ha recibido.

Muchas gracias.

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Palabras de S. M. el Rey en el Congreso de la WJA en Barranquilla (Colombia) en el acto de clausura

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