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Palabras de S.M. el Rey en la clausura de la primera jornada del encuentro internacional de juristas organizado por la World Jurist Association

Casa de América. Madrid, 05.07.2021

Es un auténtico honor clausurar los actos que se han celebrado a lo largo del día de hoy en homenaje a la memoria de la juez del Trib.Sup. de los EEUU de América, Ruth Bader Ginsburg; una mujer que, en los 27 años de desempeño de su cargo, fue un destacado ejemplo de servicio al Estado de Derecho y a los valores de libertad e igualdad que le son consustanciales.

Su firme defensa de la Constitución como norma suprema, su constante preocupación por interpretarla de manera adecuada —para que despliegue su doble condición jurídica de límite al ejercicio del poder y garantía de los derechos de los ciudadanos— siempre estuvo unida a su convicción de que la Constitución también desempeña una función política fundamental: ser un verdadero instrumento de integración social, un marco inclusivo en el que la sociedad se refleje, en el que el pluralismo político se garantice, y en el que la esperanza en un futuro mejor se preserve.

Creo, como ella, que solo atendiendo a esos dos significados fundamentales —jurídico y político— de la Constitución, pueden conseguirse los fines últimos que ésta persigue: la convivencia ciudadana en paz, justicia, igualdad y libertad, y donde los Derechos Humanos sean respetados con la máxima dignidad y eficacia.

Por ello, es realmente muy acertado que la WJA haya organizado este gran homenaje internacional a una mujer ejemplar, cuyo fallecimiento, en septiembre del año pasado, produjo tanta tristeza en su nación y también en todos aquellos juristas y ciudadanos del mundo que sentimos como propios los valores que, con tanta tenacidad y brillantez, siempre defendió.

Precisamente, por ese gran testimonio que dio, como mujer, como juez y como jurista, la WJA le concedió en febrero de 2020 su máxima distinción: la Medalla por la Paz y la Libertad.

Una distinción que tuve el inmenso honor de recoger en 2019, también como un reconocimiento a la Democracia constitucional española y, como señalé entonces, a todos los que hicieron posible la aprobación de nuestra Constitución de 1978 y han velado y velan por su vigencia, integridad y continuidad. Me siento verdaderamente honrado de que en la concesión de esa alta distinción me haya sucedido esta juez admirable.

Señoras y señores,
Hoy en Madrid se han reunido altos representantes de tribunales internacionales de justicia y de tribunales supremos y constitucionales de varios países; también importantes profesores de Derecho y abogados ilustres, españoles, americanos y de otras nacionalidades, así como diversas personas que estuvieron directamente vinculadas a la juez Ginsburg para tributar un merecido homenaje a su memoria.

Éste se ha desarrollado a través de varias mesas redondas y de la concesión de las Medallas de Honor “Ruth Bader Ginsburg” a unas mujeres muy destacadas en el ámbito internacional por su dedicación al Derecho y al desarrollo institucional. Felicito a la WJA por esta iniciativa y, especialmente, a quienes, por sus grandes méritos, han recibido esas Medallas. Ha sido un placer y un privilegio poder entregarlas, así como presentarle a Jane Ginsburg la placa homenaje en recuerdo a su madre.

Estos actos que ahora se clausuran, y que son igualmente presentación del Congreso Mundial del Derecho que se celebrará en Colombia el próximo diciembre, no solo han glosado la admirable trayectoria de la juez Ginsburg, sino que también han puesto de relieve las ideas que ella siempre fomentó y defendió, que no son otras que las del valor del Estado de Derecho y, por tanto, de la democracia constitucional.

El Estado social y democrático de Derecho es, sin duda, la forma política más adecuada que la civilización ha conseguido, frente al autoritarismo y la arbitrariedad, para organizar pacíficamente la convivencia entre los ciudadanos y entre los países, y para establecer los equilibrios, las reglas previsibles y estables, entre los ciudadanos y sus representantes, y entre las instituciones. Es el camino que, en democracia y libertad, más nos ha permitido avanzar y mejorar. De ahí su valor, tanto en el plano nacional como en el internacional.

La historia nos enseña esta gran lección y es obligación de los juristas del mundo reivindicarla como un auténtico patrimonio de la Humanidad que hay que fomentar y defender para no defraudar la esperanza legítima de hombres y mujeres −mayores o jóvenes− en un futuro de convivencia y progreso para ellos y para la sociedad en su conjunto.

Nuestra Constitución, en su artículo-1, dice que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”. Tres dimensiones esenciales para nuestra convivencia en la definición constitucional de nuestra nación que la sitúa a la vanguardia de los sistemas democráticos contemporáneos:

  • Como Estado Social, porque se fundamenta en la igualdad de las personas, promoviendo las condiciones para que esta sea real y efectiva.
  • Como Estado Democrático, porque se basa en la soberanía nacional del pueblo español y en el reconocimiento de los derechos y libertades de los ciudadanos.
  • Y como Estado de Derecho, porque es la garantía de que los poderes públicos están sometidos a la Constitución y al resto del Ordenamiento jurídico.

"...para que la Constitución y las leyes sean obedecidas y desplieguen su eficacia es preciso que haya jueces que así lo aseguren. Por ello, además de los controles políticos, electorales y parlamentarios, y del mismo control social por los propios ciudadanos, controles que son consustanciales al Estado democrático, ha de existir el control jurisdiccional que exige un Estado de Derecho..."

Señoras y señores,
Este merecido homenaje internacional a la memoria de la juez Ginsburg me permite subrayar una de las consideraciones que acabo de formular y que está íntimamente ligado a la trayectoria personal y profesional de la homenajeada: la constatación de que el Estado de Derecho requiere también la existencia de un Poder Judicial independiente.

Por ello, cabría entenderlo también como un homenaje a todos los jueces y a la función jurisdiccional que desarrollan y, en particular, a la gran institución de la que ella formó parte: el Trib.Sup. de los EEUU de América, cuya labor ha sido fundamental para mantener allí, durante más de dos siglos, la permanencia y el vigor de la Constitución.

Es cierto que no hay Est.de Dcho. sin Constitución y leyes que limiten a los gobernantes y garanticen la libertad e igualdad de los ciudadanos. Y por eso, como tantas veces se ha dicho, el Est.de Derecho es “el gobierno de las leyes y no de los hombres”.

Pero también es cierto que para que la Constitución y las leyes sean obedecidas y desplieguen su eficacia es preciso que haya jueces que así lo aseguren. Por ello, además de los controles políticos, electorales y parlamentarios, y del mismo control social por los propios ciudadanos, controles que son consustanciales al Estado democrático, ha de existir el control jurisdiccional que exige un Estado de Derecho.

De ahí el papel fundamental que el Poder Judicial independiente desempeña: dota de eficacia a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, protege las libertades ciudadanas, y asegura, en fin, que el sistema normativo conserve su vigencia.

Señoras y señores,
Ruht Bader Ginsburg, en su ejercicio como juez del más alto tribunal de su nación, dio cabal testimonio de esa función del Poder Judicial, preservando en los EEUU una admirable Constitución ya bicentenaria, basada en un sistema de equilibrios, de frenos y contrapesos, que hacen posible el control del poder y la garantía de los derechos de los ciudadanos.

En este marco se encuadra la decisiva aportación de la juez Ginsburg a la interpretación de la Constitución estadounidense, con su valiente y constante defensa del fortalecimiento de los derechos y de la erradicación de toda desigualdad por razón de raza, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
En este afán por combatir la desigualdad, la juez Ginsburg insistió muy especialmente en la necesidad de erradicar la desigualdad de las mujeres respecto de los hombres. A la lucha a favor de la igualdad, independientemente del sexo u orientación sexual de las personas, dedicó la juez Ginsburg gran parte de su actividad profesional.

Y todo ello lo hizo sin abandonar el ámbito de poder que debe caracterizar a los jueces; un poder de extraordinaria intensidad, pero cuya legitimidad únicamente puede basarse en su independencia y en el razonamiento jurídico de sus decisiones, esto es en las razones del Derecho y, en primer lugar, de su norma suprema: la Constitución.

Y a esas razones se atuvo Ginsburg en el ejercicio de su función jurisdiccional. Con su decidida apuesta por un entendimiento progresivo de la Constitución, respetando siempre las prescripciones constitucionales, contribuyó a la adopción de importantes decisiones del Tribunal Supremo. Ese es el legado que nos ha dejado y que la ha convertido en un auténtico referente atemporal en su país y fuera de él.

Ha sido, pues, un gran acierto de la World Jurist organizar este merecido homenaje internacional, que tanto se corresponde con la finalidad de esta asociación: la defensa del Estado de Derecho como instrumento al servicio de la paz y de la libertad. Y hacerlo, además, en esta reunión de Madrid que sirve a su vez de acto de presentación del Congreso Mundial del Derecho que se realizará dentro de cinco meses en Colombia.

Efectivamente, no hay mejor presentación de ese Congreso que recordar el ejemplo de una gran juez que destacó por su constante defensa de los mismos valores que se promueven en todas las actividades de la World Jurist.

Señoras y señores,
Hace dos años celebramos en Madrid el anterior Congreso Mundial. Estoy seguro de que el éxito alcanzado entonces se repetirá en el de la ciudad colombiana de Barranquilla, Colombia, al que tengo el propósito de asistir atendiendo a la invitación que me han formulado, y tanto agradezco, el presidente de esa querida nación hermana, Iván Duque, y el presidente de la WJA, Javier Cremades.

Colombia merece, sin duda, que el próximo Congreso Mundial del Derecho se celebre allí, cuando se conmemoran, además, los 30 primeros años de su Constitución de 1991. En el mensaje que acaba de enviarnos el presidente de Colombia, ha ponderado, en efecto, la importancia, para su nación y para todo el mundo de ese próximo Congreso.

Termino ya. Hoy hemos rendido un homenaje merecido y justo a la memoria y a la obra de la figura ejemplar de Ruth Bader Ginsburg; una gran mujer, una gran juez y una gran jurista, cuya trayectoria honra a los EEUU de América, y es un referente para todos los ciudadanos y juristas del mundo comprometidos con la defensa del Estado de Derecho.

Se levanta la sesión.

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