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Palabras de Su Majestad el Rey en el Ayuntamiento de Ciudad de México

México D.F., 29.06.2015

Quiero comenzar mis palabras expresando la emoción tan especial que la Reina y yo sentimos por el honor que supone ser recibidos por el Gobierno de la Ciudad de México con nuestro nombramiento como Huéspedes Distinguidos y por recibir de usted las llaves de esta gran metrópoli, tan rica en historia y vitalidad humana, tan inmensa y pasional, y que camina con fuerza proyectándose hacia el futuro.

Esta distinción es para nosotros una invitación a convertirnos en “chilangos” y a formar parte de la apasionante aventura cotidiana que es sentirse ciudadanos de una de las ciudades más bellas y fascinantes del mundo.

La Ciudad de México está íntimamente ligada a la historia de España, como se puede constatar en ese magnífico Salón de Virreyes, antesala de esta espléndida asamblea. Sobre la majestuosa y mítica Tenochtitlán, de islas y canales, el Virreinato edificó la capital de la Nueva España cuyo gran Zócalo fue ‒y sigue siendo‒ plaza central, ágora y corazón de esta ciudad; y yo añadiría que también de este gran país.

Este Ayuntamiento ha sido tradicionalmente, junto con el Palacio Nacional y la Catedral, eje central articulador de la vida de la ciudad y sus gentes; una institución que ha sabido conservar a través de los siglos la orgullosa autonomía municipal inherente a nuestras tradiciones comunes.

Desde el principio de nuestra historia compartida hispano-mexicana ha habido españoles en la Ciudad de México y hoy sus habitantes, como los del resto de esta gran nación, comparten lazos de sangre y de cultura con España. De esa continuada presencia quiero destacar la emigración española del exilio entre los años 30 y 40 del pasado siglo, una emigración de marcado carácter intelectual que dio origen a instituciones de tanto prestigio como la Casa de España en México, años más tarde convertido en el Colegio de México. Su aporte contribuyó también a enriquecer la universidad más grande de América —la UNAM—, el Fondo de Cultura Económica y otras instituciones de gran rigor científico. Llegaron artistas, poetas, escritores, filósofos, compositores, arquitectos. También hoy México sigue recibiendo a artistas plásticos, a cineastas, en busca de apoyo e inspiración para su trabajo.

Ciudad de México, por tanto, urbe hospitalaria y magnánima que recibe con los brazos abiertos a los españoles que han encontrado su hogar en este inmenso y hermoso Valle de Anáhuac. Nuestra gratitud es por ello también inmensa.

"...desde el principio de nuestra historia compartida hispano-mexicana ha habido españoles en la Ciudad de México y hoy sus habitantes, como los del resto de esta gran nación, comparten lazos de sangre y de cultura con España. De esa continuada presencia quiero destacar la emigración española del exilio entre los años 30 y 40 del pasado siglo, una emigración de marcado carácter intelectual que dio origen a instituciones de tanto prestigio como la Casa de España en México, años más tarde convertido en el Colegio de México. Su aporte contribuyó también a enriquecer la universidad más grande de América —la UNAM—, el Fondo de Cultura Económica y otras instituciones de gran rigor científico. Llegaron artistas, poetas, escritores, filósofos, compositores, arquitectos..."

Ciudad de México, tolerante y diversa, una de las ciudades más innovadoras en el mundo, ejemplo de políticas antidiscriminatorias, de igualdad y de desarrollo e integración social.

Esta es también la filosofía que inspira la actuación de una de las instituciones ‒mestiza e integradora‒ que mejor ha sabido compaginar lo español y lo mexicano. Me refiero al Centro Cultural de España en México situado apenas al otro lado del Zócalo, detrás de la Catedral, punto de encuentro, como lo pueden atestiguar sus 400mil visitantes tan solo el año pasado, y cordón umbilical entre nuestras culturas. Desde el Calmecac, en el museo, en su subsuelo hasta las cúpulas virreinales que se contemplan desde sus azoteas, el Centro es uno de los resultados más exitosos de lo que México ‒en este caso la Ciudad de México‒ y España pueden construir juntos.

A través de diversas colaboraciones con instituciones públicas como la Secretaría de Cultura de la Ciudad, y privadas como la Fundación Telefónica México, se está facilitando el acceso a las nuevas tecnologías a niños y adolescentes de zonas menos favorecidas de la Ciudad; se ha introducido la enseñanza en línea de lenguas nativas mexicanas, iniciativa que ya cuenta con gran seguimiento, y se han puesto en marcha programas de equidad de género y de prevención de la violencia familiar.

Ciudad de México, mestiza y llena de contrastes, en la vanguardia, encrucijada de mundos, lugar de encuentro excepcional y de oportunidades.

Estoy seguro de que existe un amplio espacio para que ciudades españolas e iberoamericanas y la Ciudad de México trabajen juntas para abordar e intentar encontrar respuestas a los constantes retos que plantean nuestras metrópolis del siglo XXI; retos como la movilidad, la vivienda y el urbanismo, la preservación del medio ambiente, la salud y la educación de sus ciudadanos, su seguridad, la gestión del agua y de los deshechos urbanos y su reciclaje.

Los españoles que aquí viven quieren participar en la búsqueda y en el disfrute de las soluciones a esos desafíos de la ciudad, siendo no solo ciudadanos ejemplares sino contribuyendo, con su trabajo y aportación personal, a su desarrollo y el de su sociedad.

Junto a cada individuo, las empresas españolas están participando en las oportunidades que ofrece la ciudad y están dispuestas a seguir invirtiendo porque creen en este país, en el dinamismo de esta capital y en la capacidad de sus gentes.

Muchas gracias, Señor Jefe de Gobierno, por su generosa distinción y por su invitación a seguir estrechando los lazos entre nuestros pueblos.

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