A
l iniciar estas palabras que, como es ya tradición, os dirijo en esta noche de Navidad, quisiera transmitiros en mi nombre y en el de toda mi Familia un saludo muy afectuoso, junto con nuestros deseos más sinceros de paz, felicidad y bienestar.
Un año más se acerca a su fin. Para muchos habrá sido un año propicio y positivo. Otros, seguramente, habrán pasado a lo largo de estos meses por circunstancias y situaciones difíciles o dolorosas. Cada ser humano tiene su mundo propio de alegrías que debemos celebrar y agradecer, y de tristezas que debemos respetar y ayudar a superar.
El balance de este año, visto en términos generales y en el conjunto de la sociedad española, creo que continua reflejando una línea de progreso y desarrollo que debe animarnos a seguir trabajando en esa dirección con optimismo.
Un optimismo fundado en la realidad de la España de hoy que, sin embargo, vuelve a sufrir la amenaza de esa forma de violencia extrema y alevosa que es el terrorismo.
Los españoles hemos sabido fortalecer nuestra voluntad colectiva y nuestra unidad frente al largo desafío que la violencia terrorista ha lanzado contra el marco de convivencia democrático y plural que nos hemos dado. Esa voluntad colectiva y esa unidad son las que han hecho posible el reconocimiento unánime de la sociedad hacia todas las víctimas del terrorismo y sus familias. Para ellas se han habilitado ayudas que contribuyan en alguna medida a paliar sus sufrimientos.
Como ciudadanos que reconocemos en la paz y la libertad los bienes supremos e irrenunciables de toda sociedad civilizada, debemos reafirmar ese compromiso común.
La sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española no van a permitir que el dictado del terrorismo impida nuevamente cerrar el largo capítulo de dolor que ha provocado. Este es el objetivo que debe unirnos a todos en torno a los valores éticos y de convivencia que asumimos y defendemos.
El respeto y la defensa incondicional de estos valores es, precisamente, lo que legitima el debate, lo que alienta el diálogo constructivo, lo que impulsa esa tarea constante de las instituciones democráticas que consiste en integrar discrepancias, buscar espacios de consenso y articular intereses enfrentados.
La Constitución es nuestro marco de referencia. Los valores que la inspiran e iluminan son la mejor guía para nuestra conducta colectiva. El cultivo del pluralismo, la tolerancia como talante, el recurso permanente al diálogo para acercar los puntos de vista divergentes, el debate de ideas presidido por el respeto y la moderación, el amor a la verdad y el anhelo de justicia, son todos ellos elementos esenciales de una sociedad que desea perfeccionarse en libertad y en democracia.
La democracia, basada en el imperio de la ley, es un sistema sometido al control permanente de los ciudadanos y de la opinión pública y que exige, además, en su ejercicio, formas y maneras que respeten las reglas y principios sobre los que se inspira.
Es mucho, muchísimo, lo que hemos conseguido en la tarea de hacer de España un país moderno y abierto. Pero, en ese empeño, no debemos conformarnos con lo conseguido, pues ningún esfuerzo es bastante cuando de lo que se trata es del bien de España y de los españoles. En el terreno económico, tenemos que seguir esforzándonos por que nuestro crecimiento evolucione de una manera equilibrada y duradera, tanto a nivel social como regional. La prosperidad de España exige que, con espíritu de solidaridad, atendamos a la reducción de las diferencias que separan a unas personas de otras y a unas regiones de otras, creando nuevas oportunidades para todos.
Ese es el enfoque que confiere toda su grandeza a la actividad económica asentada en sólidos valores éticos: la búsqueda del bien común, la elevación de las condiciones de vida de todos.
En nuestra Constitución se recogen también libertades y derechos de carácter social que debemos proteger y desarrollar.
Hay que perseverar en el camino de la creación de empleo, especialmente de empleo estable, pues ninguna sociedad puede considerar que su desarrollo es completo si una parte significativa de su población permanece contra su voluntad al margen de la actividad productiva.
España aspira a construir una sociedad económica y socialmente avanzada. Para alcanzar este objetivo, sigue siendo prioritaria la atención a la educación, así como la mejora constante de la calidad de la enseñanza en todos sus niveles y el fomento de la investigación, el desarrollo tecnológico y la formación profesional.
En el proceso de renovación que estamos viviendo, la mujer tiene un papel relevante que desarrollar. A ella se deberán en gran medida los cambios sociales más intensos que nos esperan en el futuro.
En ese sentido, debemos responder a la evolución tan positiva que se ha producido en los últimos años en el terreno de sus derechos, fomentarlos sin ninguna reserva y facilitar por todos los medios que su dignidad e igualdad queden plenamente garantizadas en su vida familiar, laboral y social.
Por solidaridad y justicia tengo que recordar en este momento a nuestros mayores, a quienes debemos, en el ámbito de nuestras familias y de nuestra sociedad, prestar el respeto, el afecto y la asistencia que merecen. A ellos les debemos mucho y de ellos tenemos mucho que aprender.
España, como el resto de los países de la comunidad internacional, está cada vez más abierta a intercambios e influencias externas. Tres grandes zonas siguen concentrando nuestra atención prioritaria en el exterior: Europa, Iberoamérica y el Mediterráneo. La participación de España en la construcción europea en los ámbitos políticos y de seguridad, busca contribuir a hacer de la Unión Europea un factor de estabilidad y bienestar para nuestro continente y de seguridad para la paz mundial.
A este respecto, quiero expresar nuevamente mi testimonio de gratitud a los compatriotas, civiles y militares, que están contribuyendo con su esfuerzo y sacrificio en varios países a la estabilidad y a la paz.
La reciente crisis de Kosovo pone de manifiesto la fragilidad política, económica e institucional de algunas regiones de nuestro continente.
El proceso de integración europea sigue consolidándose hoy y se abre a un número importante de nuevos países. Este proceso, asentado desde su origen en los principios de la democracia y el respeto de los derechos humanos, es la mejor garantía para superar potenciales focos de inestabilidad en Europa.
Las Cumbres Iberoamericanas han recibido en su novena reunión, en La Habana, un importante impulso para el desarrollo de la Comunidad Iberoamericana, por la que España apuesta decididamente.
Nuestros lazos de cooperación y la actividad económica que estamos desplegando en todos los países americanos confirman y fortalecen la vocación iberoamericana de nuestro país. Es importante que esta presencia económica vaya acompañada de nuevas responsabilidades y compromisos con el desarrollo social y cultural de esas naciones, como corresponde a los vínculos históricos y de familia que tenemos con ellas.
Estos lazos fraternales hacen que sintamos como propio, en estos días, el dolor del pueblo venezolano ante la tragedia natural que le asola.
En los países del Mediterráneo tenemos mucho que hacer e intereses comunes que promover. Allí se están produciendo cambios prometedores que España ha de alentar y apoyar. La estabilidad y el progreso de esta región son un bien común que debemos perseguir, buscando el apoyo europeo para ampliar la cooperación y las relaciones en todos los órdenes con nuestros vecinos. Permitidme ahora que haga referencia a algo que me afecta de manera más personal. El próximo año se cumplirá el 25 aniversario de mi reinado. En sus vísperas, deseo reiteraros mi voluntad de servicio y mi profundo orgullo por haber podido contribuir al esfuerzo de España, del que os siento protagonistas y actores principales, por alcanzar este largo período de paz y progreso.
Como en años precedentes, quiero concluir dedicando un recuerdo muy especial a todos los compatriotas que se encuentran fuera de España, y desearos a todos de nuevo muy Feliz Navidad y todo lo mejor en el año 2.000.
Buenas noches.