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Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey

Madrid(Palacio de La Zarzuela), 24.12.1984

A

lo largo del año que pronto va a terminar, he tenido ocasión de compartir con los españoles muchos momentos, en las ciudades y en los pueblos, así como en mi relación con personas e instituciones, que me han puesto de manifiesto la identidad de nuestra profunda vinculación ante los problemas y el propio ser de España.

El pueblo y la Corona estamos estrechamente unidos por la tradición; por los años de construcción de nuestra democracia y por el futuro hacia el que, con grandes y meritorios esfuerzos colectivos, avanzamos cada día.

De nuestros contactos a lo largo del año, estos minutos que me concedéis en vuestros hogares son posiblemente los que encierran en mí mayor carga de afecto y gratitud hacia vosotros y vuestras familias.

Por eso aguardo siempre con ansiedad esta ocasión de dirigirme, a través de la radio y la televisión, a España entera, con palabras y deseos que se concentran en pedir felicidad para todos, tranquilidad social, paz en familia, respeto mutuo como españoles y voluntad de futuro.

Y quisiera que esta palabra, futuro, sirviera para cerrar estos doce meses cargados de vicisitudes, y fuera también la primera con que abriéramos esperanzados el nuevo año.

De esas experiencias nacionales que hemos vivido todos y que nos afectan en conjunto, porque constituimos una gran familia en un solar patrio indivisible, quiero destacar hoy, desde la especial responsabilidad que me concierne, una realidad objetivamente cierta y confortadora.

Esa realidad es que España, nuestra España, cierra filas en sus proclamados objetivos de asentar el progreso en libertad; de ser una nación moderna, identificada con las otras naciones que, aún sintiendo profundamente, como nosotros, los efectos de una crisis mundial aguda, saben que el único camino digno de recorrer en esta etapa final del siglo xx, es la superación diaria, consciente y libremente asumida.

Los problemas acuciantes que vivo con tensa proximidad y para cuya solución estoy siempre dispuesto a aportar todas mis energías, nos han preocupado y herido en ocasiones.

Pero ni uno solo de ellos, ni todos en conjunto, han podido impedir que las instituciones democráticas hayan funcionado, que nuestra libertad sea efectiva y responsable, y que, con arreglo a ella, nos podamos exigir a nosostros mismos mayor esfuerzo y acierto para solucionarlos.

No rindamos al desánimo ninguna de nuestras posibilidades para conquistar una sociedad mejor. El valor, la unidad, la solidaridad y la ilusión han de seguir vigentes. Son nuestras armas ante el porvenir.Rompamos con ellas, cada mañana, las inquietudes que nos cercan.

Hace unos días celebramos una fecha de específico interés institucional común: el sexto aniversario de la Constitución.

Esa conmemoración tiene dos dimensiones generales: Por un lado, la consolidación de principios, derechos y deberes en cuyo acatamiento estamos de acuerdo la gran mayoría de los españoles.

Y por otro, la seguridad de que nuestro camino es irreversible y que en él hemos de encontrar, con la entrega generosa y los sacrificios que sean necesarios, la recompensa de orden y entendimiento que son imprescindibles para la vida de un pueblo.

Reconocemos ya como nuestras, en toda su función y vitalidad, las instituciones de nuestro Estado. En ellas y con ellas se abren las posibilidades de convivencia pública y política que deseamos. Hemos de apoyarlas y sostenerlas con nuestra decidida colaboración ciudadana.

Son de todos porque a todos nos relacionan y vinculan y en la voluntad del pueblo descansan.

Y a estas instituciones corresponde cumplir sus fines con puntualidad y sin descanso. Por eso debemos pedirles un esfuerzo mayor en cada momento, una dedicación sin tregua para vencer, con el apoyo de todos, las dificultades que están vivas y presentes, desafiando nuestros propósitos nacionales.

Me duelo como Rey y como español con los que estáis esperando una oportunidad para desarrollar vuestra personal capacidad, sin encontrar un puesto de trabajo. No estaremos en condiciones de avanzar hacia la modernidad, mientras esto no ocurra. Los jóvenes se impacientan con razón. Y debemos contestarles despertando nuestra capacidad para acogerles en lo más valioso del hombre, en su dignidad de trabajador.

Hemos de proseguir también la lucha contra el terrorismo.

Los sacrificios de los españoles de toda condición que han sufrido sus consecuencias, deben servirnos de lección como sociedad.

Me uno al dolor de sus familiares y rindo tributo a todos ellos.

Las Fuerzas Armadas, cumpliendo con su obligación, han dado ejemplo de entereza y disciplina, que hemos de agradecer profundamente.

Ellas son, con las Fuerzas de Seguridad y con cuantos españoles están animados por deseos de orden y concordia, el baluarte definitivo contra quienes no aceptan una España en paz.

Veamos el futuro, que nos une más que nunca, en nuestra condición de españoles que aman a su patria.

Apretémonos con ella. Defendamos su unidad en cualquier circunstancia.

Porque esa unidad no es tan sólo física e histórica, sino también moral, y en ella se funda nuestra permanencia.

Unidos en el amor a España, en el amor a la familia, en la responsabilidad de cada comunidad, podremos afrontar todos los problemas y, desde luego, esos que por nuestro carácter vehemente, apasionado y a veces derrotista, nos parecen sin solución.

Yo os pido, en la confianza de estos momentos, prudencia en la polémica, cordialidad en el planteamiento y resolución de las discrepancias con amplitud de miras en el análisis de la realidad nacional.

Yo os pido, sobre todo, ilusión colectiva. Confianza en nuestra propia obra.

La superación constante de cuanto nos pueda desunir, bien vale el esfuerzo de todos los días, porque así afirmaremos para siempre el futuro de España.

Veamos, al filo de este año que se va, con responsabilidad y sin triunfalismo, el camino recorrido y contemplemos con esperanzada ilusión el que se abre ante nosotros.

En los próximos años nos acercaremos a la fecha luminosa que conmemora el descubrimiento de América.Ojalá que el ánimo de aquellos españoles presentes en el tiempo, que señalaron con su temple una frontera nueva en la civilización, nos estimule a nosotros, españoles de hoy, a descubrir las energías necesarias para colocar a España en el lugar que le corresponde en el mundo.

Con esta reflexión os deseo a todos los españoles, a los que estáis aquí y a los que vivís fuera de España, unas felices fiestas.

Y os convoco, en un abrazo, a amar a España y a luchar por el futuro común que hemos de entregar, próspero y brillante, a nuestros hijos.

Españoles: Buenas noches.

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