S
r. Presidente del Gobierno de Aragón, autoridades, señoras y señores:
Valderrobres y sus monumentales edificios son un paisaje impresionante y muy adecuado para recapitular sobre la visita que durante dos días hemos realizado por tierras turolenses. Aquí todo nos recuerda el magnífico pasado de Aragón, plasmado en extraordinarios monumentos y en un paisaje urbano y natural sobresaliente.
Pero no son sólo arte ni vestigio pasado: en su tiempo fueron trabajo, mejora, adelanto, pruebas fehacientes de la voluntad de un pueblo.
Tras estas jornadas de trabajo y de intensa atención a todos nuestros interlocutores, de comunicación viva y veraz, el balance es positivo. Conocer los problemas con voluntad de entendernos exige escucharlos de quienes los sufren y de quienes los estudian para superarlos. Me llevo una imagen fiel de las cosas que os inquietan y de aquéllas que os infunden esperanza. Y una idea cabal de la elevada capacidad de iniciativa y esfuerzo de la sociedad turolense.
No faltan problemas ni a la ciudad de Teruel ni a las comarcas de su provincia. Pero hay aquí un caudal humano, de voluntades y energías, que confieso me ha impresionado.
Todos sabéis que un reciente estudio de la OCDE sobre Teruel señalaba dos grandes vectores de desarrollo posible, con preferencia sobre otros: el turismo y la industria agroalimentaria de excelencia. Está claro que los turolenses no habéis perdido el tiempo y que ya habéis echado a andar con decisión en ambas direcciones, y no sólo en ellas.
Pero una y otra cosa exigen actuaciones en ámbitos muy diversos, pues todos los sectores de actividad económica y productiva se entrecruzan y ninguno es ajeno a los demás. Los hermosos parajes, la eficiencia hostelera, la riqueza histórica y cultural, lo mismo que la actividad industrial y de servicios, necesitan población y comunicaciones.
Pero, al mismo tiempo, esas iniciativas vuestras pueden atraer a personas e infraestructuras. Por ello no debemos encerrarnos en un círculo vicioso y discutir qué debe ser primero: todo ha de emprenderse a un tiempo, con inteligencia, dando pasos seguros y con confianza en las propias fuerzas. Como se hicieron estos magníficos monumentos de Valderrobres y de Teruel: piedra a piedra y ladrillo a ladrillo, colocados con la vista puesta en el objetivo final. Fueron los turolenses de antaño, con espíritu emprendedor y deseo de excelencia, quienes dejaron ante nuestros ojos este admirable ejemplo, que hoy debemos emular.
Cada uno de vosotros es importante en la tarea común. Y quienes, desde un puesto u otro, tenéis la responsabilidad más directa de la vida económica de Teruel, debéis tener siempre presente que el edificio que cada día contribuís a levantar es el de nuestro futuro, el de nuestros hijos. Y ése es un empeño que, al igual que vosotros, la Corona persigue sin desmayo.
En estos dos días de visita he visto ilusión en los rostros de las gentes de estas comarcas y esperanza en un futuro próspero y prometedor. Un futuro que no obligue a los jóvenes turolenses a emigrar a otras tierras, porque deseamos vivamente construir una España equilibrada y que no discrimine a sus hijos en razón de su lugar de nacimiento.
Estad seguros de que esta visita me ha ayudado mucho a comprender los verdaderos problemas de esta tierra, para cuya solución me consta que tanto la Administración central como la autonómica están dedicando muchos esfuerzos e importantes recursos.
Os exhorto a no desmayar y os prometo mi voluntad de acompañaros en la hermosa tarea de hacer un Teruel vigoroso, en un Aragón fuerte, para una España mejor en una Europa más justa.
En nombre de la Reina y en el mío, a todos vosotros, muchas gracias.