M
e dirijo a todos vosotros en este tradicional mensaje de Nochebuena para compartir, brevemente, algunas reflexiones y expresaros de corazón, junto a la Reina y a toda mi familia, nuestro mayor afecto y mejores deseos de felicidad en estas fechas navideñas. Dedicamos nuestros sentimientos de especial cercanía y cariño a cuantos padecen cualquier tipo de sufrimiento o grave dificultad. Esta noche no quiero ni puedo olvidar a quienes este año han fallecido en su entrega a los demás; les dedicamos nuestro más emocionado recuerdo, al tiempo que abrazamos a sus familias en el dolor; que el ejemplo de solidaridad que nos han dado, y que tanto valoramos, nos sirva a todos de guía para seguir construyendo una España siempre mejor. España es una gran Nación. Las últimas décadas de nuestra historia no tienen precedentes en términos de paz, progreso y libertad. Nuestro modelo de convivencia se ha convertido en referencia para otros. Nuestra economía presenta una buena salud. Seguimos generando empleo, creciendo por encima de la media europea; y, aunque quede mucho por hacer, nuestro nivel de bienestar, sistema asistencial, equipamientos, transportes o infraestructuras se aproximan a los más avanzados. No ha sido fácil llegar hasta aquí. Lo conseguido es fruto de los sacrificios de todos los españoles, que supieron superar rencores y divisiones, mirar al futuro y trabajar día a día para hacer de España el país moderno, justo y solidario del que podemos sentirnos orgullosos. Es ampliamente mayoritario el convencimiento de que lo que hemos logrado se lo debemos a la reconciliación, a la concordia y al amplio consenso que permitieron alumbrar nuestra Constitución. Sin ella, sin el respeto y la lealtad a sus reglas, valores y principios y sin el esfuerzo de todos, no podría explicarse ni la modernización vivida por España, ni la envidiable estabilidad política, económica y social que hemos venido disfrutando. Vemos que nuestro país es hoy una realidad de libertad y progreso, organizado territorialmente en el respeto a su rica pluralidad y diversidad. Tenemos motivos para sentirnos particularmente orgullosos del rico patrimonio histórico, cultural y lingüístico de España. Cierto es que vivimos avances y también algunas dificultades. Y debemos esforzarnos por resolverlas de común acuerdo. Para ello, debemos recurrir al diálogo responsable y sincero, dentro del respeto a nuestro marco constitucional, utilizando los cauces institucionales y democráticos, favoreciendo siempre el predominio de lo que nos une, nunca de lo que nos pueda separar, fomentando la concordia, el consenso y el respeto mutuo que han hecho posible nuestra estabilidad y progreso. Mi mensaje de esta noche es bien sencillo. Frente a las tensiones y las divisiones, debe prevalecer -por parte de todos- la firme determinación de intentar superarlas desde la moderación y el sosiego, mediante la búsqueda del más amplio consenso en el marco de las reglas, principios, y valores de nuestra Constitución. Todo lo que se ajuste a estas pautas será siempre más sólido, más seguro y, sobre todo, más integrador. Confío plenamente en que las instituciones y los partidos del arco constitucional sabrán siempre servir fielmente al interés general, y al deseo mayoritario del pueblo español de preservar y ensanchar nuestra armónica convivencia. En su esfuerzo cotidiano, la Corona no olvida lo mucho que siempre queda por hacer para superar carencias o resolver problemas, promoviendo la solución de las necesidades de los más humildes, de quienes por ser los más desfavorecidos y vulnerables, más necesitan ser escuchados y atendidos. A todos nos duelen las cifras de ciudadanos que viven en España por debajo del umbral de la pobreza, en contraste con las que avalan nuestro sostenido crecimiento económico. Una sociedad solidaria y de progreso, como la española, debe comprometerse con todo empeño en la lucha contra la pobreza, la marginación o la exclusión social. Debe mantenerse vigilante para corregir desigualdades, extender las oportunidades de empleo, mejorar la cobertura sanitaria y la protección social, atender a discapacitados, a personas dependientes, o facilitar el acceso a la vivienda. Terminar con el terrorismo sigue siendo un objetivo prioritario e inaplazable. Sus instigadores, encubridores y autores materiales no han cejado en sus objetivos, amenazas y extorsiones. Su profunda crueldad está presente en las cicatrices de tantas familias de víctimas, a las que nos debemos y cuyo dolor nunca podremos compensar. Para acabar con esa lacra debemos incrementar nuestros esfuerzos, sabiendo que contamos con los instrumentos del Estado de Derecho, la acción de la Justicia y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, y con una creciente cooperación internacional. También nos preocupa el drama de la inmigración ilegal.No podemos tolerar que prospere el tráfico de seres humanos. Tampoco debemos permitir que inmigración sea sinónimo de muerte, explotación, o discriminación. Como nueva realidad social de grandes dimensiones, la inmigración debe ser abordada por todos con profundo sentido de la responsabilidad. Nuestro propio éxito nos ha hecho, lógicamente, más dependientes del exterior. Evitemos encerrarnos en nosotros mismos. No olvidemos que muchos retos y oportunidades se sitúan más allá de nuestras fronteras, en áreas cada vez más lejanas y competitivas. En este nuevo siglo, más que nunca, la defensa de los intereses de España y de los españoles exige del Estado actuar en el exterior con la máxima cohesión de todos: instituciones, fuerzas políticas, y agentes económicos y sociales. Si no somos capaces de sumar fuerzas, si no concentramos adecuadamente nuestros esfuerzos, debilitaremos nuestra capacidad de acción y de negociación exterior; y serán otros quienes se beneficien de esa debilidad. Pienso a menudo en los jóvenes. Os necesitamos. Vosotros sois capaces de contagiar ilusión, dinamismo, frescura de ideas y solidaridad. Sabemos de vuestra identificación con nuestro sistema de vida en democracia que hace de España un país libre, dinámico y moderno. De ahí la importancia que, para el futuro, tiene vuestro compromiso con el modelo de convivencia de nuestra Constitución. Un compromiso al que debemos corresponder con el apoyo y estímulo a vuestros anhelos de mayor participación y mejor formación. Llevo años insistiendo en que la mejora de la educación y el fomento de la innovación tecnológica son tareas prioritarias. No estamos solos en el mundo. La competencia exterior resulta implacable. De la calidad educativa y del progreso tecnológico depende en gran medida que España pueda mantener y acrecentar sus niveles de progreso y bienestar. Para ello, sólo hay una receta: más y mejor educación, más y mejor innovación. Con motivo del Treinta Aniversario de mi proclamación como Rey, han dominado en mí sentimientos de satisfacción por lo mucho que ha cambiado España, de admiración y gratitud a los españoles por su continuado esfuerzo, por su generosidad y solidaridad; también sentimientos de fe en el futuro, de rotunda convicción de que, si juntos hemos llegado hasta aquí, es todavía mucho más lo que unidos podremos seguir alcanzando. A lo largo de estos años he tenido la grata ocasión de hablar con españoles de todas partes, de muy distintas edades, ideas y ocupaciones, lo que me ha permitido conocer de cerca las alegrías, anhelos y preocupaciones de muchísimas personas, trabajadoras y honestas, fieles a sí mismas, a quienes agradezco su labor. Tengo plena confianza en España y en los españoles. Siempre podréis contar con mi entrega ilusionada y mi permanente voluntad de servicio, con mi empeño por sumar esfuerzos para afrontar nuevos retos y objetivos, y con mi más firme compromiso y el del Príncipe de Asturias con el futuro de España. Para la Corona, el año concluye con el muy feliz nacimiento de la Infanta Leonor, que amplía y garantiza la continuidad en la sucesión. Para terminar, quiero reiterar la permanente necesidad de actuar con grandeza de miras para seguir haciendo de España un país cada vez más moderno, unido, justo y solidario, preparado para alcanzar nuevos éxitos. Os animo a trabajar con ese espíritu y con ese horizonte, contribuyendo, día a día, al desarrollo de vuestros pueblos y ciudades, de vuestras Comunidades Autónomas y, en suma, del conjunto de España. Eso y mucho más es lo que merece España, y merecéis todos y cada uno de los españoles. A todos dirijo un abrazo cargado de profundo afecto, con mis mejores deseos de paz, felicidad y prosperidad para estas Fiestas y el Nuevo Año 2006. Unos deseos que hago extensivos a cuantos españoles viven, trabajan o prestan servicio fuera de nuestras fronteras, así como a los numerosos extranjeros que han escogido a España como hogar y contribuyen a nuestro desarrollo. Buenas noches.