E
n el núcleo de la cultura universitaria se hallan dos fenómenos que la definen: el aprendizaje por medio de la investigación, y la transmisión de conocimientos a través de la enseñanza. Es decir, de un lado, una actitud, un comportamiento, por el que la universidad se constituye como una comunidad de personas preocupadas por el saber, por la profundización en el conocimiento de las cosas. De otro, una tarea, la búsqueda de una utopía, que consiste en extender ese conocimiento, en hacerlo útil a la humanidad contribuyendo a la consecución de una mayor libertad y un mayor bienestar a todos los hombres.
En el marco de la sociedad occidental, España se mueve con pautas aceleradas en muchas de sus manifestaciones. La medicina, la comunicación, la ingeniería, las artes alcanzan hoy en nuestro país un gran desarrollo.
Sin embargo, persisten en la comunidad internacional retos, como el desajuste entre el conocimiento científico y los valores éticos, la desorientación de los jóvenes ante la difícil integración en el mundo del trabajo, las profundas diferencias sociales y económicas entre los pueblos del mundo, a los que la actitud y la tarea universitaria no pueden permanecer ajenas.
En este acto de hoy, tengo la privilegiada oportunidad de dirigirme a los más altos gestores de la enseñanza superior en la administración central y en las autonomías, a los Rectores de las Universidades españolas y a aquellas personalidades que las Cortes y el Gobierno han elegido para, entre todos, ordenar, coordinar y planificar el funcionamiento de las instituciones universitarias desde el Consejo de Universidades. Deseo enviaros a todos un mensaje de aliento en vuestra noble tarea.
Poned lo mejor de vuestro empeño en conseguir que la actitud universitaria cale en nuestros jóvenes, infundid en ellos la amplitud de criterios para analizar con objetividad y justicia los fenómenos contradictorios de este mundo cambiante, la generosidad y la tolerancia para aceptar opiniones dispares, la convivencia como vehículo de la paz entre los pueblos, el deseo de aprender, no como herramienta de poder y autocomplacencia, sino para el mejor servicio de la comunidad.
En la medida en que lo logréis, estaréis contribuyendo a que se sigan haciendo realidad los frutos que la universidad ha dado, a lo largo de los siglos, a nuestra sociedad: contribuiréis a la formación de buenos profesionales que harán posible el desarrollo económico y social, no de forma ciega, sino con el criterio certero del que sabe qué tipo de sociedad desea ayudar a conformar.
Seréis también promotores de la riqueza cultural y científica, de forma que los hombres y mujeres de mañana disfrutarán de una sociedad más avanzada en la libertad, la dignidad y el bienestar. Contribuiréis, en fin, a que España sea respetada en el concierto de las naciones, como lo es todo aquel que con esfuerzo y humildad aumenta su sabiduría, y la pone al servicio de sus semejantes.
En el entorno concreto de la España de hoy, la universidad plantea retos que es necesario abordar con valentía y esperanza.
Por un lado, es preciso trabajar con tenacidad y con imaginación para dotar a los jóvenes universitarios de la mayor formación que les permita integrarse con éxito en el mundo laboral, teniendo siempre presente que el desempleo es una amenaza que no puede ser ignorada.
Por otro, es necesaria la adecuación de las titulaciones a las exigencias múltiples y cambiantes del mundo tecnológico de hoy. Conscientes, además, de la importancia del cambio de perspectiva que supone para el estudiante la integración de España en la Unión Europea, y el papel primordial que a nuestro país corresponde en la comunidad de naciones iberoamericanas.
También la universidad debe asumir el desafío de aportar a todos sus estudiantes la visión integradora del hombre, pues es la formación integral del individuo, y no sólo su formación para la producción, el objetivo que se persigue.
Ante la creciente complejidad de la oferta universitaria y el importante número de estudiantes que acceden a las aulas, es necesario un esfuerzo de ordenación, coordinación, planificación, propuesta y asesoramiento, funciones que la ley asigna al Consejo de Universidades.
Este importante órgano universitario, que todos vosotros constituís, está siendo desde su creación, y ha de seguir siéndolo en el futuro, el verdadero germen y núcleo de la actitud y la actividad universitaria española. En él se han de contrastar y validar las ideas y los planes, en él se ha de lograr el necesario equilibrio de todas las aspiraciones lícitas, de todas las demandas justas. Y todo ello sin perjuicio del derecho de cada Comunidad Autónoma, de cada universidad, de cada profesor y de cada alumno al ejercicio de las libertades y las competencias que la Constitución y las leyes les otorgan.
Para poder realizar eficazmente su labor, el Consejo de Universidades ha de ser lugar de encuentro, de noble debate y de serena reflexión. El trabajo bien planificado y realizado, el cuidado por el detalle, la flexibilidad en el diálogo y la firmeza en la defensa de las propias convicciones han de ser los elementos presentes en cada acto de vuestra vida diaria, sin perder nunca de vista que, como dice la ley, la universidad no es patrimonio de los actuales miembros de la comunidad universitaria, sino que constituye un auténtico servicio público referido a los intereses generales de toda la comunidad nacional.