M
uchas gracias por la grata oportunidad de poder compartir con todos vosotros este primer Centenario de nuestro Sistema de Seguridad Social y de presidir este Consejo Extraordinario de su Instituto Nacional.
Este Centenario representa una efeméride de especial relevancia para España y para todos los españoles.
Un acto precedido por la inauguración de un monolito, que recuerda que el 1 de noviembre de 1906, en el reinado del Rey Alfonso XIII, se remitió a las Cortes el Proyecto de Ley de creación del Instituto Nacional de Previsión. Una inauguración que me ha llenado de particular emoción y por la que deseo expresaros mi gratitud.
Hoy todos los españoles sabemos que hablar de Seguridad Social es hablar de protección y bienestar social.
Un anhelo largamente perseguido que, como se ha dicho, hunde sus raíces en los orígenes de nuestra Historia moderna.
Desde entonces, ha superado las circunstancias más adversas y hoy establece la conexión con la sociedad que deseamos para el futuro.
Los españoles sabemos, felizmente, que el sistema de Seguridad Social garantiza nuestro porvenir y permite afrontar, sin grave quebranto económico, situaciones felices, como el nacimiento de los hijos, o difíciles, como la enfermedad, los accidentes e incluso la pérdida de seres queridos.
Por ello, cuando los españoles hablamos de Seguridad Social nos estamos refiriendo a la protección y a la solidaridad.
Solidaridad entre generaciones, colaboración entre empresarios y trabajadores, consenso político, generador de estabilidad social y política, que hacen de la Seguridad Social uno de los mejores instrumentos para luchar contra la pobreza y la desigualdad.
La celebración de este Centenario reviste un especial significado para todos, porque nos estamos refiriendo a los fundamentos del Estado de bienestar.
Esa forma de convivencia, que ha transformado radicalmente las condiciones de vida de los países desarrollados, no es otra cosa que la garantía del desarrollo de los derechos humanos y de los derechos sociales, sin los que la democracia sería inimaginable.
Una España en democracia, moderna, justa y solidaria, como la actual, no hubiera sido posible sin un conjunto de seguridades colectivas, capaces de garantizar el bienestar de los ciudadanos, combatiendo la exclusión social y promoviendo sus capacidades.
Nuestra Nación ha sabido encontrar en este sistema de protección social, que goza de la confianza de todos los españoles, una de las grandes expresiones de los valores que defiende.
La confianza de la que hoy dispone el sistema público de pensiones, es fruto del pacto, del acuerdo con que la Seguridad Social ha afrontado las reformas necesarias para garantizar su solvencia financiera y asegurar su futuro.
Me refiero a la decisión de gobernantes y legisladores, que, poniendo a un lado sus percepciones particulares, pudieron reflejar la voluntad de todos los españoles en un acuerdo de la importancia del Pacto de Toledo.
Un acuerdo que goza del mayor reconocimiento nacional e internacional.
Un Pacto que es el mejor estímulo para adaptar el sistema a los cambios sociales y a las circunstancias económicas que puedan incidir en la sostenibilidad de las cuentas de la Seguridad Social.
El mejor ejemplo de los beneficios del Pacto de Toledo es que los españoles sienten como suyo el sistema de pensiones y ven en las cotizaciones sociales el mejor salvoconducto para asegurar su porvenir, el de sus familias y un instrumento clave en la estabilidad de nuestra democracia.
Como fruto de ese acuerdo, desde 1999 y por primera vez en sus cien años de historia, la Seguridad Social registra superávit en sus cuentas.
Sobre esa estabilidad financiera, la Seguridad Social aborda una reforma, fruto del acuerdo, alcanzado el pasado 13 de julio, entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos.
El objetivo es prolongar la bonanza financiera del sistema, y asegurar a los españoles unas pensiones que se asemejen cada vez más a los ingresos que percibían cuando estaban en activo.
Esa cultura del pacto, sostenida por el interés común en el mantenimiento del Estado de bienestar, que satisface las demandas de los ciudadanos y que se mantiene con el esfuerzo de todos, nos debe permitir encarar el futuro con optimismo.
Contribuye, sobre todo, a articular medidas que, como señalaba hace un momento, permitan afrontar los desafíos que el envejecimiento de la población planteará a España.
Hoy España pertenece a los Estados miembros de la Unión Europea que pueden abordar los problemas derivados del envejecimiento demográfico desde una mejor situación de partida.
Practiquemos, desde ahora, la solidaridad con las generaciones futuras y dotemos al sistema del ahorro, la flexibilidad y las condiciones necesarias, para acometer sin riesgos los retos y cambios sociales y económicos que puedan presentarse.
Deseo alentar a los miembros de este Consejo del Instituto Nacional de la Seguridad Social, en su trabajo esforzado al servicio del mantenimiento del sistema público de pensiones y de la consolidación de sus fundamentos.
Con la confianza puesta en que la Seguridad Social española siga reforzándose, en el mismo clima de bienestar y confianza en el futuro de que hoy disfrutamos.
Os agradezco de nuevo que me hayáis brindado esta grata ocasión de compartir con todos vosotros la celebración de los éxitos de nuestra Seguridad Social, una de las grandes realizaciones de las que España y los españoles, podemos sentirnos legítimamente orgullosos, como Nación europea, moderna, justa y solidaria.
Muchas gracias.