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onforme a una muy grata tradición, la Corona acude una vez más a inaugurar el Curso Escolar. En esta ocasión me corresponde a mí el honor de representarla, y la satisfacción de reunirme con vosotros, renovando con este acto entrañable los vínculos que mantengo con el mundo de la educación.
Es un placer visitar otra vez estas hermosas tierras de Burgos, cuajadas de memorias y hazañas que nos atraen por su nobleza y su fuerza, y con las que se han escrito páginas imborrables de nuestra Historia.
A vosotros os toca ahora escribir la vuestra. Os animo a hacerlo en el espléndido escenario de este Instituto Cardenal López de Mendoza, uno de los más antiguos de España, que gracias al afán de sus diferentes equipos directivos y, de sus claustros de profesores ha conservado la belleza de su arquitectura renacentista. Al compaginar esta con los adelantos de las nuevas tecnologías, lo han convertido en un centro de enseñanza modélico.
En este momento, representáis a todos los profesores y alumnos de los Colegios e Institutos de España. A todos ellos dirijo estas palabras de apoyo y estímulo al comenzar el nuevo curso.
Todos sois miembros de la Comunidad Educativa, y a cada uno os corresponde realizar el esfuerzo necesario para que funcione con eficacia en todos sus aspectos: como espacio de convivencia, escuela de aprendizaje y centro de formación.
Conseguirlo supone una responsabilidad que afecta en primer lugar a vosotros, los alumnos. Responsabilidad hacia la sociedad española, que os proporciona los medios necesarios para avanzar en vuestros conocimientos como estudiantes, y en los principios que van a forjar vuestro carácter como personas.
Vais a enfrentaros, os enfrentáis ya ahora, a un mundo nuevo y distinto, que os brinda posibilidades casi infinitas, pero también fuertes exigencias. Sobre todo, la de poseer una formación científica, tecnológica y humanística acorde con sus demandas.
Todo esto exige estudio y dedicación. Sé que os dais cuenta de que, sin la capacidad de desplegar el esfuerzo necesario, y la constancia para mantenerlo, no pueden alcanzarse las metas que dan de verdad sentido a la vida. La sociedad del siglo XXI va a exigiros unos niveles altos de preparación, que os capaciten para trabajar en un mundo complejo e inevitablemente competitivo.
Los años escolares son también el lugar más adecuado para aprender y practicar una educación cívica, adecuada a los avances muy importantes que los españoles hemos conseguido, tanto en el orden político como en el económico, social y cultural. A vosotros os corresponde continuar y perfeccionar este logro.
En esta tarea corresponde un papel fundamental a los profesores, cuya entrega y espíritu generoso merecen especial reconocimiento.
Inculcar en sus alumnos el deseo de aprender, y transmitirles los hábitos de trabajo y estudio, es la parte más noble de su tarea y el mejor camino para mantener y desarrollar en nuestra sociedad los valores de libertad, justicia y progreso.
Una realidad tan rica y plural como la española tiene en su sistema de enseñanza el factor más activo de su modernización, y en su profesorado la piedra angular que lo hace posible en la práctica.
La educación es una de las obligaciones fundamentales de los padres, una responsabilidad que no pueden delegar. La Familia y la Escuela deben caminar acordes para alcanzar el éxito del proceso educativo. Por eso quisiera pedir a los padres de todos los alumnos que asuman esta tarea con la dedicación y constancia que merecen sus hijos. El esfuerzo siempre merecerá la pena.
Al comienzo de este nuevo año académico, animo a todos los miembros de la Comunidad Educativa a seguir trabajando con ilusión, para superar las dificultades que se presenten a lo largo del curso que empezamos.
Y les deseo que alcancen el éxito en sus tareas respectivas, que, sumadas, forman la trama de un proyecto compartido de conocimiento, libertad, paz y prosperidad.
Declaro inaugurado el Curso Escolar 2002-2003.