L
a corbata de la Medalla Aérea que acabo de imponer a la bandera del Cuartel General en representación de todas las de las unidades del Ejército del Aire, premia los setenta y cinco años de la aviación militar española.
En este momento resulta oportuno hacer un breve repaso a la historia, para rendir tributo a aquellos que con su esfuerzo y entrega hicieron posible que hoy festejemos este aniversario.
Por Real Decreto de 28 de febrero de 1913, se creó con dependencia a la Sección de Ingenieros del Ministerio de la Guerra, el Servicio de Aeronáutica Militar, el coronel Vives fue nombrado Director, teniendo a sus órdenes dos ramas: aerostación en Guadalajara y aviación en Cuatro Vientos, mandadas respectivamente por el comandante don Antonio Cué Blanco y el capitán don Alfredo Kindelán Dunny.
El reglamento del nuevo servicio apareció el 16 de abril y en otoño del mismo año estaba realizando acciones de guerra en Marruecos la primera escuadrilla y, antes de finalizar el año, el teniente Ríos y el observador capitán Barreiro se hicieron acreedores a las primeras cruces Laureadas de San Fernando concedidas por conductas heroicas de aviadores.
Al estallar la I Guerra Mundial, los proveedores de aviones interrumpieron sus ventas de aviones y motores a España y es cuando comienza la fabricación nacional, destacándose el motor Hispano-Suiza de ciento cuarenta caballos de vapor, que desempeñó un papel importante en la guerra a favor de los aliados, por los muchos construidos en Barcelona y en la sucursal de Hispano-Suiza francesa en Bois-Colombes.
La primera mitad de la década de los veinte fue de gran expansión para las Fuerzas Aéreas españolas, como consecuencia de su activa participación en la guerra de Marruecos. De ellas salió un conjunto de pilotos y mecánicos con un alto nivel de preparación y entrenamiento que permitió la realización, a partir de 1926, de importantes raids.
Los vuelos del Plus Ultra a Buenos Aires, de la escuadrilla Elcano a Filipinas, del Jesús del Gran Poder a Brasil y del Cuatro Vientos a Cuba, entre otros, forman parte de la historia de la aeronáutica, y además sirvieron para mantener y fortalecer nuestros lazos de unión con los pueblos hermanos de habla hispana.
Posteriormente, a través de su experiencia en el combate y de su creciente importancia nacional e internacional, la Fuerza Aérea fue adquiriendo personalidad propia e independencia de las otras armas combatientes y, como consecuencia de ello, nació el Ejército del Aire, que se estructuró como tal por la ley de 7 de octubre de 1939.
A partir de entonces ha sufrido constantes y profundas innovaciones, imprescindibles para adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas circunstancias y necesidades y a la rápida evolución de la técnica y los materiales aéreos.
Si ese ha sido el pasado de nuestra aviación, hay que contemplar su porvenir con esperanza y optimismo, ya que, desde su aparición, la Fuerza Aérea ha pasado a constituir una parte importante de las Fuerzas Armadas que todos los países, y en la actualidad no se concibe ningún tipo de estrategia que no incluya la acción aérea, como componente insoslayable del Plan de Defensa Militar.
España por principio tiene fijada una política de no agresión y por ello debe contar dentro de nuestras posibilidades con unas Fuerzas Armadas modernas y eficaces, que disuadan a cualquier posible enemigo, que nos amenace, de emprender acciones contra nuestro territorio, o que llegado el caso puedan defenderlo de los correspondientes ataques.
La Fuerza Aérea es por tanto, como hemos apuntado, un componente importante de la disuasión, como elemento básico para la defensa aérea.
La defensa aérea compuesta por aviones, red de alerta y control y sistemas de misiles y artillería antiaérea navales y terrestres tiene que ser como una sombrilla protectora para la industria, infraestructura, servicios y hogares españoles.
Dentro de los esfuerzos coordinados de los tres Ejércitos y actuando en el marco de la acción unificada es como el Ejército del Aire alcanzará el éxito en la misión que tiene encomendada.
Que esta Medalla Aérea, concedida por el quehacer pasado sirva al Ejército del Aire como estímulo para perseverar en su conducta y que sus miembros sigan como hasta el presente consagrados al servicio de la patria como herederos y depositarios de los ideales que impulsaron a aquellos que iniciaron la andadura de la aviación en España.