V
uelvo a Navarra, con gran alegría. Vuelvo a este bello lugar en el que San Salvador de Leire nos inspira con la fuerza y devoción de los siglos. Como Príncipe de Viana y Heredero de la Corona siempre me agrada participar en esta ceremonia con la que al tiempo que rendimos homenaje a los Reyes de Navarra, premiamos y damos realce todos los años a insignes representantes de la cultura de esta Comunidad Foral con el máximo galardón que en ella se otorga. Y lo hago plenamente consciente del profundo sentido histórico que encierra, de su significado en el acervo cultural de Navarra y del honor que supone presidirlo y poder entregar personalmente este premio, que lo es de todos los navarros.
Pero permítanme que al sentirme tan cerca de Navarra no silencie mi deseo de expresar hoy mi rotunda condena y rechazo al atentado terrorista que en Sangüesa arrebató la vida a los policías nacionales don Bonifacio Martín y don Julián Embid, causando también graves heridas a otras personas, hace ya diez días.
Y lo hago queriendo sumarme tanto al dolor y la conmoción que causó en Navarra y en toda España como a la reacción unánime, ejemplar y decidida de los ciudadanos navarros que, acompañando a las familias en búsqueda de su consuelo, proclamaron firmemente su repulsa al terrorismo y su deseo de vivir libre y democráticamente en paz.
Son precisamente la paz y la libertad los pilares fundamentales en los que se basa y desarrolla la cultura, como conjunto de valores y actitudes, acrisolados por la aceptación social y el paso del tiempo. Y es en este contexto, desde cada país, y su forma de interpretar la cultura, donde los creadores aportan a nuestra civilización universal el estímulo de su obra, su estilo característico, fruto singular del trabajo, la sensibilidad y la vitalidad de cada artista.
Subrayo la importancia de la creación de un estilo propio, porque el virtuoso refinamiento pictórico de Juan José Aquerreta es el signo distintivo de su obra, de su gran categoría estética, y el motivo principal de esta distinción que he tenido la satisfacción de entregarle.
Tiene además Juan José Aquerreta la edad precisa para seguir transmitiéndonos mensajes importantes con su arte. Pues es uno de esos artistas independientes, que en el largo camino que ha recorrido se nos muestra seguro y sostenido en sus fines y propósitos teóricos y estéticos, con un rico mundo interior?a veces ligeramente sonriente, a veces dolorosamente abatido- que se exterioriza en sus cuadros cada vez que se dispone a plasmar emociones, sentimientos, recuerdos o sueños.
Posee Aquerreta una formación indagadora y, por ello, su obra pictórica refleja su interés teórico y su estudio personal de la historia del arte universal. Esta búsqueda le ha llevado al análisis pormenorizado de artistas como Piero della Francesca, Marc Chagall o Rousseau, el Aduanero, entre muchos otros.
De ellos ha tomado aspectos que corroboran su interpretación de un mundo, en el que es posible desmaterializar las formas sensibles e imaginar las formas inteligibles, es decir, proponer más allá de la sensación y de la mera abstracción una nueva visión del ser y de la realidad.
Su capacidad imaginativa, la sutileza refinada y apasionante de sus composiciones, podría prevalecer sobre el dibujo del artista, si éste no fuera el soporte fundamental de sus realizaciones. De ahí que para entender su pintura sea imprescindible detenerse en sus dibujos, esenciales, fugaces y recónditos, a la vez que permanentes en su entidad y discreción.
La crítica especializada es unánime al considerar a Juan José Aquerreta como uno de los más grandes artistas plásticos de su generación. Porque es precisamente eso, un pintor, un artista que tiene un sentido casi ritual y mágico, de la posibilidad de la pintura traducida a su potencia cromática.
Su figura es la de un luchador silencioso, un solitario radical, que ha sabido seguir su estrella, que ha sido fiel a sus sueños. Su coraje y su empeño, su capacidad de trabajo y su lucha son las de las personas de raza que, muy de tarde en tarde, tenemos la suerte de encontrar, admirar y conocer.
Por todos sus méritos, tan bien ganados, y lo mucho que de él aún esperamos, doy a Juan José Aquerreta mi enhorabuena muy cordial, al entrar en el elenco ilustre de quienes han recibido este Premio. Y también le deseo que en el futuro siga obteniendo nuevos éxitos, y ofreciéndonos el ejemplo su buen hacer y de su coherencia artística y personal.
Muchas gracias.