E
n primer lugar, gracias. Gracias al Presidente y a la Junta Directiva del Ateneo de Madrid -en representación de todos los ateneístas- por invitarnos a la Princesa y a mi para presidir el Comité de Honor del Bicentenario de aquel gran español que fue Mariano José de Larra, cuyo acto inaugural estamos celebrando. Como saben, los dos somos socios y admiradores de esta docta casa y, por tanto, estamos encantados de participar en este esfuerzo encomiable puesto en marcha para recordar y valorar, como se merece, la figura de una de las mentes literarias más lúcidas de nuestra Historia.
El talento profundo de Larra se expresa particularmente a través de un ejercicio incisivo de la pluma, de una portentosa capacidad de observación y análisis, y de ese dominio ágil del idioma, con los que hace rebosar en su obra entera aquel hondo amor suyo por España.
Al mismo tiempo, entre todas las instituciones que podrían haber albergado con dignidad este interesante encuentro, pocas tan idóneas como el Ateneo de Madrid. De esta institución él fue el primer socio que pagó una cuota, además de asiduo y activo visitante, a pesar de su pronta muerte; en una época de atmósfera tolerante que extendió la Regencia de la Reina Doña María Cristina de Borbón y que permitió recuperar el espíritu del viejo Ateneo Español, proyecto frustrado de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Y, como se ha mencionado, las visitas de la Familia Real, desde entonces, han sido frecuentes; un vínculo que nos honramos en mantener.
Larra, por su parte, siempre mantuvo un cálido afecto por la Reina Gobernadora y por esta Casa. Es indudable, por tanto, que las Secciones, Cátedras, Agrupaciones, y Tertulias ateneístas, así como la joya de la cultura española que conforma su Biblioteca, configuran un ámbito y dan vida a un espíritu, en los que la obra y la influencia de una firma tan familiar como la de El Pobrecito Hablador, se desenvuelven sin esfuerzo.
Larra quiso ser un acicate para el progreso de España en la primera mitad del siglo XIX. Una España entonces en declive: devastada por la Guerra de la Independencia, desgarrada por las guerras civiles desde 1833, limitada en su nivel de instrucción y cuya proyección exterior se desvanecía, al tiempo que crecía la de las demás grandes Naciones europeas.
Acaso el distintivo más característico del quehacer de Fígaro se encuentre en su resuelta decisión de inspirar cambios de fondo en la España de su tiempo, que llevaran a solucionar problemas internos evidentes y permitieran al país contribuir a la construcción de la sociedad internacional del momento.
En esa búsqueda de un futuro más esperanzador y más fecundo para la Nación, se encuentra junto a Larra la constelación de creadores que, desde el Barroco a la generación del 27 -pasando por no pocos de nuestros románticos y miembros del 98-, supieron defender la?libertad esclarecida? a la que ya se refirió Don Francisco de Quevedo.
Fígaro, por su parte, ejerció su capacidad de crítica, su preocupación social renovadora y su anhelo de europeización con el sano y noble objetivo de asentar las libertades públicas y darles mayor alcance. Alcance al que apuntaba en 1834, cuando escribía que?un pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas?.
Su pensamiento, cuyo romanticismo sobrevoló límites de espacio y tiempo, se atuvo también a la realidad más precisa, como evidencian, por un lado, la expresividad de sus observaciones, y, por otro, la firmeza con que subrayó la laboriosidad, el tesón y el talento que requerían empresas políticas de tanto calado como la renovación que el país necesitaba. De ahí que en 1836 anotara:?no es en los cafés donde se forman los hombres que pueden renovar el país, es en el estudio, es con los libros abiertos?.
Abanderado de la libertad, hoy Larra constataría con satisfacción, desde su afán de progreso, todo lo que a lo largo de los tres últimos decenios las libertades y los derechos fundamentales que garantiza nuestra Constitución han aportado al avance individual y colectivo de los españoles.
Dicho de otro modo, si la vida y obra de Mariano José de Larra estuvieron marcadas por su desgarramiento ante el profundo atraso que vivía España, el Bicentenario de su nacimiento coincide con la etapa más larga de estabilidad, modernización y progreso que los españoles llevamos recorriendo juntos en democracia y libertad.
Una libertad cuya importancia José Hierro supo sintetizar con maestría al recibir el Premio Príncipe de Asturias en 1981, cuando comparó -en sus propias palabras-,"la libertad preciosa de nuestro clásico" con "el aire que tenemos que respirar cuando creamos".
Pero, el genio exigente de Larra y su intensa ambición de mejora colectiva no han perdido valor. Representan una apelación permanente a aplicar los mejores esfuerzos individuales y colectivos para construir una España cada vez mejor. Más aún, en tiempos de crisis nos estimulan a esforzarnos más aún y a ser más solidarios, para demostrar, en un empeño común, el enorme potencial de superación y la capacidad de avance -ya demostrada- que caracterizan a la España y a los españoles de hoy.
Aquella libertad, que Larra avistó a lo lejos, es la clave de nuestro progreso y de nuestra concordia. Tres conceptos "libertad, concordia y progreso" que forman parte inseparable de la historia del Ateneo de Madrid, en el que abrimos el año de homenaje a la figura de aquel insigne pensador, literato y periodista moderno, que fue Mariano José de Larra.
Junto a la Princesa estoy convencido, como Heredero de la Corona, de que esta ilustre Casa seguirá inspirándose en su propia historia y vocación modernizadora, para continuar convocando valiosos Foros y Actividades Culturales capaces de integrar ideas, conocimientos y reflexiones que beneficien el mejor desarrollo de nuestra sociedad. Todo ello alentado por el espíritu avanzado que Larra os dejó en magnífica herencia.
En el Ateneo sabéis bien que contáis con todo nuestro reconocimiento, apoyo y afecto. Gracias de nuevo por vuestra invitación para compartir con vosotros este momento de excelencia cultural y literaria. Y enhorabuena a todos los que han colaborado en la organización del Bicentenario de Mariano José de Larra.
Muchas gracias.