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ara mí supone una especial satisfacción poder encontrarme de nuevo en esta casa, para inaugurar este Congreso dedicado a la reforma del Estado y la modernización de sus estructuras administrativas.
Es éste un tema crucial para el desarrollo de la Comunidad Iberoamericana de cara al nuevo milenio. Así lo han entendido la mayoría de sus Gobiernos, que en los últimos años han emprendido políticas encaminadas a lograr este objetivo.
Quiero en primer lugar darles la bienvenida a nuestro país, que saben es también el suyo, y espero que se sientan en él como en casa, como nos sentimos nosotros cuando viajamos a cualquiera de sus tierras.
Saludo también a los Organismos Internacionales y a las instituciones españolas que patrocinan esta reunión, y que al hacerlo dan testimonio de la atención que les merecen los temas que van a tratar.
Compartimos su interés por la transformación del Estado y sus repercusiones tanto en la gestión administrativa como en su calidad y productividad. Y también su preocupación por la importancia de una ética de la función pública y de una adecuada relación de la administración con la sociedad civil.
En un mundo en que el ciudadano tiene un papel cada vez más destacado, como protagonista y destinatario de la acción estatal, las Administraciones Públicas tienen el deber y la responsabilidad de lograr una mayor eficacia en la prestación de sus servicios.
A lo largo de estos días van a tener ocasión de exponer sus planteamientos y comparar sus experiencias en torno a estas cuestiones.
Dos son, a mi juicio, los puntos básicos que, en el ámbito que específicamente les concierne, centran este debate.
El primero es la de las nuevas estrategias de participación ciudadana en los asuntos públicos, presupuesto imprescindible para articular en el marco de una sociedad plural proyectos de desarrollo equilibrado y compartido por todos.
El segundo se refiere a las perspectivas que hoy se abren a una formación especializada de los funcionarios públicos, con un planteamiento fundamentalmente gerencial, que se impone cada vez más como el modelo de una actividad administrativa moderna. Les animo a plantear estos temas con valentía y generosidad, y a proponerse metas cada vez más ambiciosas en el ejercicio de sus profesiones, asumiendo su responsabilidad como agentes de una dinámica de cambio, con la que deben sentirse comprometidos.
La capacidad y preparación que les distinguen harán, sin duda, que el resultado de sus trabajos suponga un significativo avance científico en las áreas que van a desarrollar aquí.
Sólo me resta expresar mi satisfacción por la importante contribución española a los trabajos de este Congreso, y reiterarles el apoyo de la Corona a su tarea, tan significativa para el progreso de nuestra Comunidad Iberoamericana.
Declaro inaugurado el Tercer Congreso Internacional del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo.