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eñor Presidente:La breve, pero intensa, jornada que la Reina y yo vamos a vivir en El Salvador, colmada por vuestras atenciones, nos demuestra no sólo la hospitalidad de que es capaz todo pueblo de nuestra tradición común, sino también el afecto que la nación salvadoreña profesa a España y que, puedo asegurar, es recíproca.
Vivimos, alejados por la distancia física -hoy prometedoramente acortada por los adelantos técnicos-, pero a la vez estrechamente unidos por un entendimiento jamás interrumpido. Pese a ser la primera visita de un Rey de España, pienso que no hay nada más normal y lógico que nuestra presencia aquí, como lo sería la de un Presidente de esta República hermana en el solar español.
Los lazos que establecen una sangre común, varios siglos de historia compartida, el diálogo en el mismo idioma y una misma tradición cultural, son marcas imborrables de fraternidad. Nuestra diversidad, como la que existe entre las diferentes regiones dentro de nuestros propios países, nos hace más ricos en matices y esta pluralidad acrecienta las posibilidades cara al futuro, pues formamos un solo haz de energía ecuménica.
Señor Presidente:En vísperas de la fiesta patria de El Salvador, en aniversario tan trascendental, reciba nuestra más cordial felicitación. Con la conocida laboriosidad del pueblo salvadoreño, aventuro un porvenir de prosperidad y progreso para el país, que brindará a sus ciudadanos la felicidad que los españoles les deseamos.
Permitidme que levante mi copa por esa realidad futura, que es pero muy próxima, por su ventura personal, señor Presidente, y la de su distinguida esposa.
Al hacerlo, le reitero nuestra gratitud por el cordial recibimiento que nos ha dispensado y le invito a visitar oficialmente España, a fin de que podamos continuar el fructífero diálogo que hemos mantenido.