E
l inicio, cada año, del curso académico en las Reales Academias que integran el Instituto de España, es una ocasión especialmente adecuada para expresar nuestro apoyo y respaldo a todos los que constituyen estas Corporaciones: Académicos de Número, Correspondientes y Honorarios. A todos ellos van dirigidas estas palabras.
Hoy, en esta Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, que tan buenos frutos ha dado a lo largo de su dilatada e intensa historia, vemos representados a los demás miembros de esta comunidad que constituye el Instituto de España. Una comunidad que en su labor cotidiana siempre ha dado lo mejor de sí.
A ellos, a través de vosotros, queremos hacer llegar un mensaje de apoyo a su labor, de modo que crezca, si es que fuera posible, la ilusión y el empeño en el trabajo incansable que cada Academia realiza.
España, ha necesitado, y necesita, de las Reales Academias. No se trata de una cuestión más o menos teórica, o de un simple deseo, sino de una necesidad muy concreta y real. Nuestra presencia aquí, quiere ser testimonio de la merecida relevancia que la Corona otorga a estas instituciones.
Las necesita porque son el ámbito más idóneo para una reflexión sobre la ciencia y la cultura que estimule su progreso a través de la creatividad y el diálogo, con una actitud abierta a lo universal y a la vez atenta a las necesidades de lo próximo.
Confiamos plenamente en la validez y relevancia de las instituciones centenarias en las que desarrolláis vuestros esfuerzos. Instituciones que, por su independencia y autonomía, por su vocación como lugares de creación, constituyen una pieza clave para afrontar los desafíos del Tercer Milenio.
Cada área de conocimiento se ve reflejada en la correspondiente actividad de una Real Academia. Quisiera no obstante, en este día, destacar la razón de ser de esta Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, en la cual nos hallamos.
Hoy, acaso más que nunca, necesitamos que el respeto a la ley y a los derechos humanos sea la constante que defina la actuación de nuestra sociedad. Nadie mejor que esta Real Academia de Jurisprudencia y Legislación puede ser un foro de reflexión en torno a la necesidad de que las ideas y los valores democráticos se injerten en el día a día de nuestras sociedades como base de su convivencia, en un momento en el que estamos asistiendo a su evolución hacia un nuevo sistema de relaciones y prioridades, que deseamos hagan más humano y comprensible el mundo al que nos encaminemos.
El reto es grande, pero el objetivo a alcanzar merece la pena. Se trata nada menos que de enseñar a ejercitarnos en la concertación y el respeto a los demás, de la libertad que es de todos y que nadie puede secuestrar en beneficio propio, de la eficacia del derecho en cualquier situación y, por tanto, de su vigencia social plena.
Con estas ideas, y la seguridad del apoyo de la Corona en vuestra tarea, declaro inaugurado el curso académico 2001-2002 de las Reales Academias.