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Palabras de Su Majestad el Rey en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2015

Teatro Campoamor. Oviedo, 23.10.2015

Volvemos un año más, y con la emoción de siempre, a esta querida capital asturiana para celebrar la gran fiesta de la cultura que son nuestros Premios. Volvemos para reconocer y distinguir a quienes contribuyen de manera muy relevante al progreso y al entendimiento de la Humanidad; a quienes con su trabajo, su excelencia, su genio y su compromiso son portadores de los profundos valores a los que, en última instancia, aspiramos a que nos definan como personas.

Una y otra vez lo hemos escuchado en este teatro Campoamor de Oviedo: la Humanidad vive enfrentada a graves desafíos para los que no es fácil encontrar soluciones. Y, sin embargo, los seres humanos seguimos teniendo esperanza en el futuro. Intentamos avanzar día a día en el camino de la cooperación y del diálogo porque creemos que la concordia, la justicia y la paz pueden —y deben— triunfar.

Somos inmensa mayoría los que queremos un mundo en el que la vida digna, para todos, y la solidaridad sean la norma; y seguimos el ejemplo de quienes, como nuestros galardonados, alzan su voz con valentía y responsabilidad para proteger a los más débiles, a los desfavorecidos, a los más vulnerables. Y somos cada día más quienes aspiramos a que el afán de saber y entender, la pasión por descubrir, crear o imaginar, y el impulso a superarnos sean auténticos motores de progreso y civilización; siempre bajo un espíritu de concordia entre culturas y de armonía con nuestro planeta.

Damos, por ello, las gracias a todos los que se sienten comprometidos con nuestros objetivos y a quienes nos apoyan; muy especialmente a nuestros patronos y protectores, así como a los jurados, que contribuyen al éxito de cada edición con su labor independiente y responsable.

Expresamos igualmente nuestro agradecimiento ─y rendimos un homenaje muy especial─ a esta querida tierra asturiana, que nunca ha fallado al conjunto de la Nación española. Aquí ofrece su solar, su nombre y su empuje a este faro de cultura y de concordia que son los Premios Princesa de Asturias. Por eso, gracias a todos los asturianos por compartir con el resto de los españoles, en éste y en todo momento, lo mejor que os caracteriza. Gracias de corazón a toda Asturias.

Y felicitamos muy sinceramente a los galardonados, protagonistas principales de esta jornada, a los que dedicaré ahora mis palabras:

El cineasta Francis Ford Coppola, Premio de las Artes, es el director de El padrino y de Apocalipse Now. Al citar tan solo estos dos títulos, de entre su vasta y magnífica producción cinematográfica, todos identificamos de inmediato al artista genial e inconfundible en su talento. ¿Quién no ha sentido una intensa emoción viendo sus películas? ¿Quién no ha quedado conmovido por ellas?  La obra de Coppola poetiza la grandeza y el fracaso de los seres humanos; y, como solo ocurre en las obras de los creadores únicos y universales, tiende a  horizontes —a menudo inalcanzables y escurridizos— de la dignidad y la belleza.

Ha afirmado que no debe tenerse miedo a copiar a los más grandes, a aquellos a los que se admira sin reservas. Coppola sigue efectivamente la estela de los grandes directores como Kurosawa o Fellini, pero hace de la imitación un credo estético que, en realidad, busca metas nunca antes alcanzadas. Sus modelos le sirven como atalayas desde las que reinterpretar y renovar, cada vez con más sabiduría y eficacia, la muestra de las pasiones humanas.

Así, la corrupción, el poder, la envidia, la crueldad, la hipocresía, el miedo, la cobardía, pero también el amor, la amistad, la ternura o la lealtad, se transforman ante los ojos del espectador en delicados y complejísimos tapices, —a menudo más grandes que la vida— que no solo impactan estéticamente, sino que también son capaces de purificar las emociones.

La economista francesa Esther Duflo ha recibido el Premio de Ciencias Sociales. Duflo lleva años empeñada en la noble tarea de encontrar métodos eficaces para luchar contra la pobreza extrema, y también en la de explicar por qué fracasan muchas de las iniciativas que se adoptan en este terreno.

Duflo, que lidera un equipo de más de 100 investigadores desde el Laboratorio de Acción contra la Pobreza del MIT, no cree que existan fórmulas mágicas, rápidas y radicales para la superación definitiva de la pobreza en el Mundo. Cree, antes bien —con prudencia y sin ideas preconcebidas—, que cada cultura, cada pueblo, tiene que encontrar su camino en función de sus circunstancias y su idiosincrasia. Esta forma de encarar el problema es claramente más innovadora, original y eficaz.

El título de su libro más exitoso, Repensar la pobreza, nos da las claves del camino seguido por Duflo: es preciso transformar las políticas con las que lograr ese cambio; sin tópicos, sin apriorismos. Si escuchamos ─afirma─ a las personas pobres, si sometemos cada idea a un ensayo empírico riguroso, entenderemos mejor la complejidad de sus circunstancias.

Y nos ha dicho también que existe un impulso natural en los seres humanos para aliviar el sufrimiento de los demás; y que tenemos, por tanto, la obligación moral de seguir creyendo que sí es posible esa transformación.

3- El ilustre filósofo español Emilio Lledó ha sido galardonado con el Premio de Comunicación y Humanidades, dos conceptos medulares en su fructífera obra.

Hoy, en estos tiempos de incertidumbre e inquietudes, le pedimos que nos aconseje, que nos guíe con su magisterio y con la autoridad que le confieren sus muchos años de estudio, de reflexión y trabajo. Tenemos la feliz oportunidad de pedirle que no ceje en su empeño de enseñarnos cuál es, para él, el camino hacia la felicidad, que ya los ilustrados sustentaban en el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos.

Quiero citar esta tarde a uno de ellos, Jovellanos, para poner el acento en todo aquello que Emilio Lledó nos sugiere como necesario en el camino hacia la vida ética, trascendente y digna: «Lo que importa –escribió Jovellanos− es perfeccionar la educación y mejorar la instrucción pública (…) una nación nada necesita sino el derecho de juntarse y hablar. Si es instruida, su libertad puede ganar siempre; perder, nunca».

Estoy convencido de que Emilio Lledó suscribe estas palabras, pues todo lo que ha escrito y enseñado a lo largo de los años insiste tanto en la necesidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos y de completarnos a través de la palabra, como en nuestra obligación de perfeccionar y proteger la educación; pues una instrucción sólida y profunda es esencial para consolidar una sociedad libre, segura de sí misma, justa, confiada y, en definitiva, feliz.

Para Emilio Lledó España no solo necesita sino que merece que quienes tienen la responsabilidad de velar por la educación, se entreguen con la mayor plenitud a esa tarea. Por todo ello, insistimos esta tarde, Profesor Lledó: necesitamos su lucidez y su sabiduría; sobre todo las generaciones más jóvenes, para que caminen hacia un porvenir más sólido, y más luminoso.

Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, galardonadas con el Premio de Investigación Científica y Técnica, son dos científicas reconocidas internacionalmente por haber desarrollado una tecnología revolucionaria que permite modificar genes con gran precisión. Han logrado transformar el sistema inmunológico, desarrollado por las bacterias durante cientos de millones de años de evolución, en una herramienta poderosísima para estudiar y modificar genes de cualquier especie, animal o vegetal.

El impacto de su trabajo en todas las áreas de la biología, tanto básica como aplicada, ha sido inmenso. Al tratarse de una herramienta muy efectiva para reemplazar o corregir genes en células humanas, cuenta con un gran potencial de curar enfermedades genéticas; y aumenta así las esperanzas en una terapia génica efectiva. Charpentier y Doudna unieron sus esfuerzos para desarrollar sus investigaciones y proporcionar a la ciencia nuevas formas de trabajar en un campo realmente apasionante, lleno de emoción y de expectativas. 

Es éste, además, un ámbito de investigación científica ―el de la edición del genoma― en el que es fundamental la colaboración, el trabajo coordinado de los diferentes equipos y también la firme voluntad de utilizar los descubrimientos e inventos en beneficio de la sociedad. 

Y ambas, Charpentier y Doudna, son muy conscientes de la importancia de salvaguardar esta dimensión ética de la investigación.

Las dos han pedido, igualmente, más apoyo a la ciencia y, sobre todo, más ayuda para los jóvenes científicos. Deseos que comparto, y que he mencionado antes con frecuencia: es necesario mejorar siempre los mecanismos de apoyo y financiación a la ciencia, y promover un respaldo comprometido de la sociedad a todos los que dedican su vida a la creatividad y la innovación científica, pues su tarea es garantía de futuro para nuestro desarrollo y nuestra prosperidad.

Los hermanos Pau y Marc Gasol, dos de los grandes en el baloncesto mundial, han sido galardonados con el Premio de los Deportes en reconocimiento al talento, el compromiso y el sacrificio con los que han alcanzado sus altos méritos deportivos.

Todavía tenemos muy vivos los recuerdos y emociones del reciente oro europeo ganado por nuestra selección, a la que reiteramos desde aquí nuestra enhorabuena. Pau y Marc son dos jugadores que se muestran orgullosos y emocionados con los triunfos y que juegan convencidos de que tan importante es formarse como deportistas totales como hacerlo trabajando en equipo y demostrando continuamente las muchas virtudes que hacen brillar y destacar a un deportista.

Les damos la más afectuosa enhorabuena y saludamos a los familiares que, en su representación, han acudido a esta ceremonia.

El escritor cubano Leonardo Padura, Premio de las Letras, trae de nuevo a este acto la literatura en español con una obra en la que La Habana, sus barrios, sus gentes, su historia se reúnen de manera sugerente.

"...cuando se levantan muros emocionales —o se promueven divisiones— algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones. Que nadie construya muros con los sentimientos. Las divisiones nunca hacen grande a un pueblo; solo lo empobrecen y lo aíslan. Evitemos las fracturas sociales que tanto daño hacen a las conciencias de las personas, a los afectos, a la amistad y a las familias, a las relaciones entre los ciudadanos..."

Como él mismo ha dicho, pertenece a una generación que ha vivido y sufrido con intensidad y que tiene un gran sentido de pertenencia a su ambiente, hacia la literatura, la historia y la realidad contemporánea de Cuba. Por ello, su tierra y su vida en ella son inseparables en su obra, siempre envuelta en un aire melancólico y certero que la hace tan atractiva y cercana, especialmente para quienes, como los españoles, llevamos a Cuba en el corazón.

Padura es uno de los escritores más destacados de su generación y autor de una saga de novelas policíacas protagonizadas por el detective Conde, de una novela que ha tenido un gran éxito, El hombre que amaba a los perros, también de guiones cinematográficos, cuentos y ensayos, además de ediciones de sus entrevistas y reportajes.

Todas sus obras le sirven para hablarnos de la desilusión, del fracaso, del desencanto, de la corrupción y, al mismo tiempo, de la belleza y la serenidad de los días felices en los que flotaban en el ambiente la alegría y la ilusión. Con ritmo pausado, con una suave cadencia contagiada por la luz, los sonidos, las calles y los colores de La Habana, Leonardo Padura construye un mundo hecho de contrastes en el que triunfan la palabra, la literatura y la verdad.

La enciclopedia digital Wikipedia, Premio de Cooperación Internacional, es una de las herramientas que la tecnología ha puesto a nuestro alcance en los últimos años y que ha transformado nuestra forma de acercarnos al conocimiento y de buscar datos e información sobre cualquier tema. También ha cambiado las posibilidades que tenemos de informar y aportar datos a los demás, pues todos pueden convertirse en sus editores. Wikipedia quiere así poner la cultura al alcance del mayor número posible de personas con una clara voluntad de extender el conocimiento, de generalizar y hacer accesible el saber.

Millones de voluntarios del mundo entero acrecientan y completan cada día el contenido de Wikipedia, en una labor que, desde 2001, es un ejemplo innovador de cooperación internacional.

Premiamos una idea brillante y generosa, una forma de trabajar que es símbolo universal de trabajo en equipo; premiamos una enciclopedia que va mucho más allá de la mera acumulación de datos, pues se rige por principios que buscan hacerla fiable, útil y cómoda.

Wikipedia quiere ser neutral, de contenido libre. Quiere evitar estériles enfrentamientos dialécticos y ser, al contrario, abierta, inclusiva y acogedora. Wikipedia es —según su fundador, Jimmy Wales— bella, porque es un instrumento lleno de múltiples referencias que permiten al usuario profundizar en los temas y adentrarse en las fuentes y en la bibliografía. Wikipedia es, en definitiva, un elemento civilizador, un regalo para la cultura universal.

El Premio de la Concordia concedido a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios me recuerda las palabras que dediqué el año pasado en este escenario a todas las personas que, sobre todo en África, luchan con entrega, generosidad y profesionalidad contra la pobreza y las enfermedades, como el ébola. En particular, a tantos cooperantes, voluntarios y religiosos españoles que trabajan —que se entregan— por todo el mundo, para aliviar el sufrimiento de los más desfavorecidos. Unas palabras que quiero repetir ahora: todos ellos son, todos vosotros sois, un verdadero orgullo para España.

En esa tarea, la Orden Hospitalaria es ejemplar. Los Hospitalarios, que conocen muy de cerca el dolor humano, desempeñan una labor abnegada, pero inherente a su razón de ser, a su fe, a su sentido del deber. Por eso, además, su ejemplo, su ejemplo sublime de compasión y caridad, de generosidad y alegría, es una llamada de alerta constante para todos nosotros.

Cuando con su obra dan testimonio de vida verdadera, sabemos que sin su entrega, sin su misericordia, todos estaríamos un poco más solos, un poco más desprotegidos. Les damos las gracias desde el fondo de nuestros corazones por esa labor humilde y grande al mismo tiempo; se las damos por su amor, que nos permite oír —incluso en medio del griterío ensordecedor o de ese silencio, a menudo, por desgracia, cómplice y culpable— las voces de la gratitud y del consuelo.

Señoras y señores,
Queridos premiados,

«Todo lo que hacemos (…) se sostiene, entiende y justifica sobre el fondo irrenunciable de lo que hemos sido. Ser es, esencialmente, ser memoria». Son palabras de nuestro premiado Emilio Lledó que nos permiten valorar y apreciar en su justa medida la memoria de los 35 años de historia, que cumplen los Premios Príncipe de Asturias, ahora Premios Princesa de Asturias.

Pero si ser es, esencialmente, “ser memoria”, yo quiero afirmar aquí que ser es también “ser futuro”; ser es también querer construir el mejor futuro para todos desde los cimientos sólidos de la obra que, juntos, hemos edificado. Los Premios se disponen ahora, con el nombre de la Princesa de Asturias, nuestra hija Leonor, a apoyar con su impulso la nueva etapa que ya hemos iniciado.

La historia de la Fundación es compendio de lo que a lo largo de estos años hemos ido imaginando y construyendo, siempre con enorme ilusión. Los Premios son, además, un modelo que ejemplifica cómo queremos que se fortalezca España, con qué ideales y anhelos, con qué valores.

Porque sin la pintura, la escultura, la música o la arquitectura, ─sin las Artes─, nuestra vida sería incompleta; seríamos menos humanos, viviríamos sin su luz y su alegría, más pobres espiritualmente. Porque las Letras ─las palabras, los versos, los personajes inmortales salidos de la imaginación y la fantasía de los escritores─, nos sirven para comprender sentimientos y vivir vidas y mundos que, de otro modo, no conoceríamos nunca.

Porque la Investigación Científica y Técnica es clave para inventar, descubrir y crear, siempre con el objetivo de hacer nuestra vida más humana y con la ambición de entender el mundo y de explicarlo.

Porque las Ciencias Sociales y la Comunicación y las Humanidades nos invitan a profundizar en la naturaleza humana, en el ser humano en sociedad y su devenir histórico; y nuestros Premiados en esta categoría dibujan, como afirmó Octavio Paz al recoger el premio concedido a la revista Vuelta, «una suerte de mapa moral e intelectual de nuestra cultura», de lo mejor de nuestra cultura, podríamos añadir.

El Deporte pone de relieve los valores del esfuerzo, la disciplina, el compromiso con el equipo y, en suma, la grandeza de espíritu en la búsqueda de la victoria y en la aceptación de la derrota. Y por último, los Premios de Cooperación Internacional y de la Concordia, que traen a este Teatro la emoción y el afecto, son síntesis de las mejores virtudes, porque premiar a quienes defienden la paz y la libertad, el patrimonio universal, los derechos humanos o el medio ambiente, es realmente un acto de justicia.

Señoras y señores,
Queridos Premiados,

George Steiner, nuestro premiado de Comunicación y Humanidades del 2001, nos sugería que en este planeta somos tan solo invitados de la vida y, como tales, debemos mostrar nuestro respeto, por encima de todo, a los seres humanos, a sus derechos y a su dignidad.

Reflexionemos, y valoremos con sinceridad y honestidad lo que los españoles hemos construido juntos, que nos une y nos fortalece; alejemos lo que nos separa y nos debilita; y apartémonos, especialmente, de todo lo que pretenda señalar, diferenciar o rechazar al otro.

Por eso, cuando se levantan muros emocionales —o se promueven divisiones— algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones. Que nadie construya muros con los sentimientos. Las divisiones nunca hacen grande a un pueblo; solo lo empobrecen y lo aíslan. Evitemos las fracturas sociales que tanto daño hacen a las conciencias de las personas, a los afectos, a la amistad y a las familias, a las relaciones entre los ciudadanos.

En toda sociedad democrática como la nuestra, la defensa de la legalidad y de los principios constitucionales es la garantía de los derechos y libertades de todos los ciudadanos. Por tanto, los españoles debemos preservar esa convivencia que fortalece y enriquece nuestra vida colectiva.

Sigamos construyendo España, convencidos y muy conscientes de que una Nación europea con raíces milenarias y vocación universal, como la nuestra, seguirá unida en su camino hacia un futuro de mayor concordia y progreso, con la dignidad, el respeto y el orgullo que merece su historia y su memoria.

A ello os animo en esta tarde de gratitud y alegría; y os animo también a que todos intentemos merecer ser algún día, con el ejemplo de nuestros premiados, —como dijo Steiner— unos dignísimos invitados de la vida.

Muchas gracias.

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