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uiero que mis primeras palabras sean de emocionado recuerdo a las víctimas de los abominables atentados del pasado 11 de marzo, y de saludo entrañable a sus familiares. Aquel acto de terrorismo ciego y fanático, que golpeó y segó brutalmente sus vidas, sumió a España entera en una gran desolación y profundo dolor.
Madrid vivió, el 11 de marzo, una estremecedora historia de sufrimiento, de amor y generosidad sin límites, que tuvo como protagonista principal a toda su ciudadanía. En aquella ocasión, alrededor del dolor se produjo una gigantesca comunión espiritual en la que todos nos consideramos hermanos, y que hizo que de aquella inmensa tragedia se extrajera una gran lección de solidaridad para nuestra sociedad.
Porque sobre toda aquella convulsión colectiva surgió, instintivamente, como un bálsamo, el heroísmo de muchos de sus ciudadanos. Encabezados, precisamente, por los integrantes de aquellos cuerpos y servicios de quienes siempre se espera, en caso de tragedias o catástrofes, sepan estar a la altura de las circunstancias, porque es la propia sociedad la que ha depositado en ellos, por considerarlos los mejores, todo su espíritu y fortaleza moral.
Y aquel ejemplo, grandioso, de los centenares de integrantes de los cuerpos y servicios de emergencia, se contagió en pocos minutos al resto de la ciudadanía. Y así, personal sanitario, bomberos, policías, psicólogos, funcionarios, voluntarios y ciudadanos de a pie se convirtieron en héroes anónimos en lucha frenética contra la adversidad.
Si la mejor prueba de la grandeza de una sociedad radica en la capacidad de entrega sacrificada a sus hijos más necesitados, podemos decir hoy con orgullo que Madrid, en representación de toda España, supo ser fiel a su pasado más brillante al acudir una vez más, puntual, a las grandes citas de la Historia, gracias al espíritu solidario, generoso e indomable de sus ciudadanos.
Por todas estas razones, premiamos hoy al Centro de Emergencias 112 de Madrid, merced a la propuesta del Consejo de Administración de Vocento, que ha concedido su Premio Anual a los Valores Humanos a tan notable organismo como recompensa a sus actuaciones en aquel trágico día.
Para todos los españoles, para el Rey, para mí y mi Familia, que con tanta intensidad vivimos el dolor de aquellas jornadas, constituye un motivo de gran satisfacción comprobar que nuestra sociedad dispone de servicios públicos tan eficaces como ejemplares. Constatar que este servicio se ha convertido en referente mundial de actuación en caso de catástrofes, debe ser un justo motivo de orgullo para nuestra sociedad.
Celebro el acierto y la sensibilidad de Vocento que, con este galardón al 112 Madrid, recompensa la inestimable utilidad de un servicio público ejemplar y, en especial, reconoce el valor humano - ése que va más allá de lo profesionalmente exigible - de los miles de personas que con su extraordinaria entrega personal y una energía humanitaria excepcional, contribuyeron a paliar el sufrimiento de las víctimas de los atentados.
Este Premio pone de relieve cómo los medios de comunicación, que tan exhaustivamente estuvieron en aquellas fechas encima de la noticia, pueden contribuir a que la excelencia y las virtudes cívicas sean socialmente valoradas y celebradas.
Al felicitar de nuevo al 112 Madrid, a sus directivos e integrantes, por tan merecido galardón, deseo asimismo expresarles la mayor gratitud de la Corona y de toda la sociedad española, por el ejemplo de entrega permanente y solidaria a los demás, que día a día nos ofrecen.
No quiero finalizar mis palabras sin recordar que con este acto rendimos homenaje, una vez más, a las víctimas de los atentados terroristas, españoles y extranjeros, que en cumplimiento de sus quehaceres cotidianos se dirigían a sus puestos de trabajo en aquella trágica mañana de marzo.
No les olvidamos. Siempre estarán en nuestros corazones, porque en aquellos trenes, el 11 de marzo, viajábamos todos.
Muchas gracias.