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on profunda satisfacción vengo a presidir la entrega del Premio Vocento a los Valores Humanos.
La Corona prestó su apoyo desde el primer momento a la institución de este Premio, por ser una expresión elocuente de patrocinio a las cualidades y valores que dan sentido a nuestra convivencia. Reitero mi felicitación al Grupo Vocento por su iniciativa, de profunda significación social, así como por la continuidad y creciente prestigio de este galardón.
Los valores humanos ocupan un lugar eminente en nuestra civilización; nos proporcionan los criterios clave para nuestra participación en las tareas de interés común.
De ahí el acierto del Consejo de Administración de Vocento al conceder este año el Premio a los Valores Humanos a una corporación de tanta solera, y al mismo tiempo profundamente innovadora, como la Real Academia Española. Una Corporación que presenta un extraordinario balance de logros e iniciativas en curso, todas ellas de un hondo calado. Valga como ejemplo su realización más reciente, el Diccionario Pan- Hispánico de Dudas, una magna obra presentada hace escasos días, que contribuirá a preservar la unidad de nuestra lengua.
Los anteriores y actuales responsables de la Real Academia han tenido el gran acierto de impulsar dichas iniciativas conjuntamente con las veintidós Academias de las Naciones de la comunidad hispano-hablante.
Como afirmara Octavio Paz, al recibir el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1993, "la cultura hispana reúne a pueblos distintos en una lengua común y un conjunto de valores y costumbres".
La lengua española constituye, en efecto, un factor de identidad de una comunidad de hombres y mujeres asentada en distintas latitudes del mundo. Es un factor de universalidad que rompe fronteras, que aglutina propósitos, que establece fortísimos lazos de fraternidad y solidaridad, y que crea un circuito inmaterial por el que discurren valores y aspiraciones compartidos.
Mi felicitación a la Real Academia Española por este merecido galardón, que deseo referir a la persona de su Director, Don Víctor García de la Concha, y con él a todos los Académicos.
Quiero que mis palabras sean también de aliento para continuar por la senda emprendida de modernización, adaptación y capacidad de innovación de la lengua española.
El propio Don Miguel de Cervantes, en el prólogo de la primera parte de su inmortal obra -cuyo Cuarto Centenario celebramos este año- hacía ya este alegato a favor de la lengua, dirigido a todos nosotros, que somos sus portadores. Afirmaba: "...procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo,...".
El cultivo y la expansión de nuestra lengua en el mundo -objetivo al que también concurren como protagonistas los medios de comunicación- deben seguir centrando nuestros esfuerzos comunes e ilusiones colectivas.
En España, la convivencia de lenguas en algunas de nuestras Comunidades Autónomas constituye una riqueza extraordinaria, no sólo de quienes las utilizan, sino del conjunto de la Nación española.
Señoras y Señores,El acto que hoy celebramos nos invita a todos a perseverar en la defensa de los valores fundamentales de nuestro sistema de libertades, que sustenta una convivencia sólida, constructiva y en paz.
Y también invita a fomentar el respeto mutuo y el diálogo constructivo, capaz de estrechar los lazos que fortalecen la concordia y la cohesión nacional.
La Real Academia Española, premiada hoy en este Acto por Vocento -que con sus muchos medios de comunicación en distintos soportes sirve también al idioma- merece, por su alta misión y por su dilatada trayectoria, el aliento general y nuestro profundo y sincero reconocimiento.
Y, por ello, todos debemos igualmente felicitarnos. Porque servir al idioma es servir al bien común y los más altos valores que dan sentido a nuestra convivencia.
Muchas gracias.