Me alegra mucho poder compartir con todos vosotros este Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
En esta ocasión, agradecemos la generosa y cordial hospitalidad que nos ofrece la querida Mérida, una de las ciudades más históricas de nuestra Nación y desde la que España ha sabido abrir su mirada a los más extensos horizontes.
A la Cruz Roja y la Media Luna Roja, mi cariñosa enhorabuena, una vez más, por esta gran celebración del servicio humanitario a los demás.
Una enhorabuena que se suma a la estima y admiración que merece la labor realizada por millones de voluntarios en todo el mundo, y que con ella contribuyen a proteger la vida y la dignidad de tantas personas.
Como hemos escuchado, el momento económico plantea serias dificultades de distinta naturaleza en la vida de muchas familias de todos los continentes.
En consecuencia, las personas más vulnerables requieren el máximo apoyo para ayudarles a superar las actuales circunstancias.
Desde el conocimiento que le proporciona su larga trayectoria, la Cruz Roja y la Media Luna Roja, nos invitan a reflexionar en este Día Mundial sobre las muchas causas de sufrimiento, que experimenta la Humanidad en tantas zonas de nuestro Planeta.
Nos recuerda también que todos podemos contribuir de un modo u otro a evitar ese dolor, mediante nuestro apoyo al inmensamente eficaz trabajo humanitario.
Un trabajo que no sólo ayuda a paliar el dolor de las personas, sino que consolida el respeto a su dignidad e impulsa el avance de la solidaridad y la tolerancia sobre el egoísmo y la intransigencia.
"...Todos podemos contribuir de un modo u otro a evitar ese dolor, mediante nuestro apoyo al inmensamente eficaz trabajo humanitario..."
Vuestra dedicación voluntaria, expresión de un constante espíritu de servicio, nos muestra un camino recto de justicia y paz, dirigido hacia una mejor convivencia global.
Precisamente, las distinciones que acabamos de entregar son magníficos ejemplos de que, juntos, avanzamos en ese camino y hacia esa dirección.
Los galardonados han sabido hacer suyas las necesidades y las adversidades de los demás, al tiempo que han buscado y encontrado soluciones oportunas para afrontarlas y resolverlas. Mi felicitación a todos ellos, por su efectiva labor y entrega ejemplar.
Y merecen también nuestra enhorabuena, por su esfuerzo en aportar el mayor número de medios disponibles y por encontrar, con creatividad, los nuevos instrumentos que hacen posible evitar obstáculos sobreañadidos, a la ya limitada capacidad de desarrollo de los más débiles.
Con la ayuda de muchos, es posible garantizar y ensanchar el acceso de familias de todo el mundo a la alimentación, al agua potable, a la salud, a la enseñanza o al desarrollo sostenible, que preserva los ecosistemas.
Asimismo nuestra sociedad debe prestar la mayor atención y respaldo a las personas alejadas de sus hogares, que no disponen de un entorno familiar o afectivo adecuado. Y dar el mayor reconocimiento y afecto a quienes llegaron de muy diversos lugares del mundo para acelerar su progreso personal y familiar, contribuyendo al nuestro.
En todos estos planos la Cruz Roja extiende un amplio y positivo trabajo, completado con su quehacer diario, dedicado a evitar la exclusión social y a reforzar la protección de quienes se ven más afectados por dificultades económicas y laborales.
Ante esas circunstancias, la solidaridad asume un protagonismo nuevo. En particular, la tarea del voluntariado reviste aún más valor. La juventud de espíritu, inseparable del voluntariado, rechaza la resignación ante las adversidades y promueve la determinación de resolverlas.
Así el voluntario no sólo participa activamente en la resolución de problemas acuciantes, sino que se muestra capaz, en numerosas ocasiones, de transformar el pesimismo y la desconfianza en esperanza y afecto.
Por todo ello, en este Día Mundial reitero mi más cordial felicitación a la Cruz Roja y la Media Luna Roja, con la certeza de que su inapreciable quehacer humanitario bien merece nuestro constante aliento y permanente apoyo.
Muchas gracias.