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on mucho gusto he aceptado la invitación de esta Fundación para entregar por primera vez el Premio Internacional Justicia en el Mundo.
La proclamación del alcance universal de los Derechos Humanos y de su protección es una de las conquistas más significativas de nuestro tiempo, pues constituye el eje sobre el que debe articularse la plena realización de una democracia auténtica.
En este contexto hay que situar el esfuerzo incansable de la Unión Internacional de Magistrados en defensa de una justicia independiente y sometida exclusivamente al Derecho como la más firme garantía en los Derechos y Libertades Públicas.
Al promover estos valores respondéis puntualmente a las necesidades de nuestro tiempo y a las preocupaciones de los ciudadanos, los dirigentes de las naciones y las instancias internacionales.
En efecto, la complejidad de las estructuras políticas, económicas y sociales, y el incremento de su interdependencia en un mundo cada día más globalizado, dan lugar naturalmente a una serie de conflictos que debe resolver una Justicia imparcial.
Pues si nuestras sociedades reclaman fórmulas de solución ágiles y eficaces, exigen sobre todo que éstas sean justas y equitativas.
Para conseguirlo precisan de instancias judiciales en las que sólo el Derecho, expresado en normas aprobadas democráticamente, oriente la conciencia de los jueces.
La independencia judicial se convierte así en requisito indispensable para la concordia entre los individuos y también entre las naciones.
Así debemos estimarla y promoverla. La Justicia independiente se construye a veces mediante complejos equilibrios constitucionales, y desde luego con leyes que la garanticen. Pero requiere además una conciencia social que la valore y la respete, así como una firme y sincera convicción de su necesidad para la efectividad y el progreso de la justicia y de la democracia.
España comparte plenamente estos objetivos, pues la dignidad de la personas y de los pueblos, y sus derechos inalienables, son elementos distintivos de nuestro patrimonio cultural y nuestra proyección internacional, y porque el modelo de justicia que defendéis es el que establece nuestra Constitución.
El Premio que hoy tengo la satisfacción de entregar es la expresión pública de una vocación que me consta abordáis con la ambición y altura de miras que le corresponde.
Así lo manifiesta, de modo eminente, la persona del Doctor Adolfo Beria di Argentine, que con toda justicia inaugura la serie de galardonados por esta distinción, y a quien sinceramente felicito por esta merecida recompensa a su capacidad y méritos.
Mi felicitación también a las altas personalidades que componen el jurado por el acierto de su elección. Con algunos de ellos me unen afectuosos lazos, y en todos reconozco la competencia y cualidades necesarias para cumplir la difícil misión que les habéis encomendado.
Felicito, en fin, por esta iniciativa, a la que auguro larga vida y una brillante trayectoria, a la Fundación Justicia en el Mundo de la Unión Internacional de Magistrados, que mucho celebro presida un Magistrado español.
A todos os deseo muchos y duraderos éxitos en vuestros nobles objetivos, que son también los nuestros.